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Opinión

Lamine, el fútbol, lo que nos une

«A priori, España es superior, favorita (55-45), después de todas las dificultades que ha superado»

Lamine, el fútbol, lo que nos une

Lamine Yamal. | Agencias

El médico ausculta al paciente. «Diga 33». «16». «No, 33». «19». «¿A qué está jugando? No le comprendo». «Es que hay números que no se me quitan de la cabeza, los 16 años (ya 17) de Lamine y su dorsal, 19. O el minuto 116 de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica. O el 119 de Merino contra Alemania. Doctor, ¿estoy poseído?». «No, está resfriado. Diga 33, haga el favor». «17… Nico Williams». España no es un síntoma sino la sensación. Su alineación se recita de memoria y los dorsales de sus futbolistas son acuarelas en exposición. Seis partidos, seis victorias. Histórico. La Eurocopa, como el Mundial, prevé siete encuentros con la final. A «La Roja» le falta el séptimo. Se deshizo de Croacia, Italia, Albania, Georgia, Alemania y Francia, 13 goles a favor y tres en contra. Fútbol atractivo, vertical, eficaz, entretenido. Números prometedores, más que el 33 cuando la auscultación es negativa. La guinda es Inglaterra, que ha llegado a rastras, paupérrimo el juego, dos prórrogas, una tanda de penaltis, más plantilla que ideas; pero ahí está, en la cima por el gol de Watkins sobre la bocina, resumen de todo lo anterior. Pero es Inglaterra, la de Bellingham, Foden y Saka; la de Southgate, entrenador que siembra más dudas que certezas y que exhibe todas las rosas «Dave Austin» en el culo. A priori, España es superior, favorita (55-45), después de todas las dificultades que ha superado. Los antecedentes y la calidad de su espectáculo la avalan, como le sucede al resplandeciente Carlos Alcaraz en Wimbledon con Djokovic.

Luis de la Fuente ha saltado todos los obstáculos y supera casi todas las reticencias. Aquellas palmas a Rubiales… ¡Ay!, el estigma. Antes de empezar el campeonato le cayeron chuzos por el lugar de concentración, «muy alejado de los estadios donde tiene que jugar»; arruinado el argumento del cuartel general, cada declaración pasó por el tamiz de la inquisición y después de cada triunfo, los dardos: «Que si Croacia es una selección de viejos», «¿Italia?, se marcó el gol», «Georgia no es para tanto», «¿Albania?, unos menesterosos que perdieron 1-0»… O la ocurrencia de Pablo «Perejil» Echenique tras eliminar a los anfitriones: «Menos mal que los alemanes estaban cansados», análisis tan estúpido como sesgado, como la mayoría de los suyos en cualquier terreno que pise, con perdón. No se contuvo: «Cagada de De la Fuente por quitar a Nico y a Lamine. Autoboicot». Esos cambios generaron más reproches al seleccionador; los refrescos entraron cuando los jugadores de Nagelsman no salían de campo español y Mikel Merino, uno de los relevos, hizo el gol de la victoria. Mal que les pese a los agoreros, lo mejor estaba por venir: Lamine, el fútbol, lo que nos une.

El 2-1 a Francia, con remontada y Yamal estelar, tornó muchas lanzas en cañas, aunque los agazapados aprovecharon para esparcir odio y mierda con tal de asomar la gaita. Echenique, ¡qué pesadez!, en la estela de Irene Montero aprovechó el paso del cometa Haley, que no pasó, para seguir azuzando: «Las dos Españas, la de Nacho Cano y la de Lamine Yamal». Su jefa se envolvió en palabrería para recordar el color de Lamine y Nico, tan españoles como ella. O más. De Montero nunca se supo de su afición al fútbol hasta el pico de Rubiales. Pudo acudir a la final del 20 de agosto en Sidney, como Belarra o Díaz, y comprobar si los partidos son de once contra once; el viaje no despertó su interés y el deporte lo descubrieron dando consignas a dos «representantas» de las futbolistas para crucificar al «machirulo», justo después de abandonar el autobús para dirigirse a la sala de embarque (madrugada del 21 de agosto de 2023).

A Lamine, del color de Donato, Benjamín, Senna, Traoré o Catanha, lo descubrió Xavi, y De la Fuente, que le seguía desde las categorías inferiores, le dio partidos. No ha defraudado. Esta frase de Rodri después de eliminar a Francia define al portento: «He dado la enhorabuena a Lamine por su compromiso defensivo, por el partido tan completo que ha hecho, por sus ayudas constantes. También por el gol». Si Yamal no fuese jugador del Barça Laporta le estaría tirando los trastos. «Jan» dispara a todo lo que se mueve con salvas y sin munición. Sin decoro. Le importa un rábano que Nico Williams y el Athletic se hayan comprometido para las tres próximas temporadas. Pretende ignorar que no se puede «tocar» a un jugador con contrato hasta seis meses antes de que el vínculo expire. 

Lamine llegó al mundo el 13 de julio de 2007 en Esplugues de Llobregat. Si hubiese nacido en Calzada de Calatrava, por poner un ejemplo progresista, los deudos de Marta Ferrusola le despreciarían, como la difunta, que en vida se despachaba contra los inmigrantes angustiada por el porvenir de sus retoños: «Mis hijos no podían jugar en el parque cuando eran pequeños. Me decían, ‘madre, todos son castellanos’ […] En un bajo, una mezquita; en el otro, una mezquita… Cuando ya no tengan suficiente las plantarán en Santa María del Mar si es necesario. Ellos van cogiendo agallas y nosotros nos vamos encogiendo […] Cáritas les da comida y ropa. Deben darles, pero a alguno también deberían darle el billete para volver a casa». Más o menos lo que siguen pensando ERC y Junts del inhumano drama de los «menas». No va con ellos. Tampoco Lamine, Williams, Rodri, Morata o Cucurella, la Selección. Hasta es posible que alguno se alegre si el triunfo es de Inglaterra, incluso con «chilena» victoriosa del madridista Bellingham. Cuestión harto improbable si atendemos a Rafael van der Vart: «Inglaterra es un equipo de mierda que se pasa todo el partido con el culo metido en su área». Así sea.   

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