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Opinión

Monsieur Mbappé

«Mientras esperamos a un español de semejante calidad, se escuchan en las calles los rumores de un estallido social»

Monsieur Mbappé

Kylian Mbappé. | Harry Langer, Europa Press

En medio de la tensa batalla política de las generales francesas una voz surgió para liderar la lucha contra el ascenso del extremismo, la del astro del fútbol Kylian Mbappé. Monsieur Mbappé tiene el mismo derecho a opinar sobre las cuestiones francesas que el argentino nieto de un español sobre las cuestiones argentinas, todas las razones y todos los motivos. El futbolista ha visto y vivido en propia carne las legítimas protestas de los hijos de la inmigración por estar encerrados en guetos alejados del centro de las ciudades, algaradas violentas que ni por eso fueron escuchadas por un Macron que sigue repitiendo que en Francia hay trabajo para todo el mundo. Macron y Sánchez son miméticos que solo aman el poder y que practican políticas neoliberales. Sí, Sánchez ha pactado con los más ricos para que no le echen del poder. En efecto, Sánchez obliga a todas las generaciones a carecer de un empleo y una vivienda dignos porque él y la dirección del PSOE prefieren entregar España a los buitres a bajarse del poder. El astro francés, de vivir en España, hubiera actuado igual, viendo como en toda la Europa civilizada expulsan del centro de las ciudades a la mayoría para que se llenen los bolsillos la minoría, incluidas las élites gubernamentales, sobre todo las nuestras. 

A los 23 años, el delantero del París Saint-Germain y de la selección francesa se convirtió en una figura clave para inspirar a millones de jóvenes, y no tan jóvenes, a defender los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, que se resumen en dignidad, al declarar: «Francia es un país fuerte, diverso y unido. No podemos permitir que la división y el odio se apoderen de nuestra nación». Lo de unido no lo habría dicho de vivir en España. Sus palabras resonaron con fuerza, la que proporciona encender la emoción con y por el juego. Muchos vieron en Mbappé un símbolo de la Francia moderna, multicultural y globalizada que querían preservar, lo mismo que la España que languidece. Pero el compromiso de Mbappé con las causas sociales y políticas va más allá de simples declaraciones. En los últimos años, ha utilizado su plataforma y su influencia para promover la igualdad racial, la inclusión de las minorías y la lucha contra la pobreza, siendo un ejemplo para seguir en España, nación presa de la vanidad del PSOE. La nación democrática precisa una opción socialdemócrata capaz de gobernar, quiero decir, con un programa de máximos viable. Hace falta coraje y recursos, pues gente hay.

El astro francés, en 2020, donó 30 millones de euros a organizaciones benéficas que trabajaban en apoyo a los más desfavorecidos durante la pandemia de COVID-19. Y en 2021, se unió a una campaña para recaudar fondos destinados a la construcción de nuevas instalaciones deportivas en barrios marginados de París. Ahora, en España, los barrios marginados comprenden todas las ciudades y todas las edades, a las que acecha la pobreza. Nos hacen falta gestos como el del francés, que renunció a participar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En su lugar, optó por dedicar ese tiempo a trabajar con organizaciones juveniles en Francia, con el objetivo de inspirar a los jóvenes a involucrarse en causas sociales y políticas. Ese es el liderazgo que necesitamos, el que reclama la dignidad sin falsear los datos. El sociólogo Durieux dijo del futbolista: «Mbappé encarna todo lo que Le Pen y sus seguidores rechazan: la diversidad, la apertura al mundo, el respeto a las diferencias. Por eso su mensaje fue tan potente y tuvo un impacto decisivo en estas elecciones».

Solo un Monsieur Mbappé español sería capaz de ponerle el cascabel al gato, a un Sánchez que se pasea por los tejados de los poderosos pidiendo favores y dinero para sus allegados, mediante subvención pública, olvidándose de la inmensa mayoría de los españoles, esa mayoría que no llega a mediados de mes. Un español de la altura del francés le plantaría cara, un español capaz, como el francés, de recaudar fondos destinados a la lucha contra el hambre y la pobreza. Junto a otras estrellas del deporte y la cultura, como Lionel Messi y Malala Yousafzai, el joven futbolista francés ayudó a movilizar millones de dólares en donaciones para organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos. En Francia, donde la pobreza brilla con la misma intensidad que en España, en la Francia heredera de la ilustración. La nuestra nace en Jovellanos y continua en pensadores de la talla de Savater. 

Quizás el legado más duradero de Mbappé sea su papel como modelo a seguir para los jóvenes franceses. En un momento en que el país se enfrenta a la amenaza del extremismo y la polarización política, la imagen de Mbappé como un líder comprometido con la igualdad, la diversidad y la justicia social adquiere un significado especial. Y es precisamente esa visión de una Francia más justa e inclusiva la que Mbappé ha defendido con tanto ahínco.  Aquí, mientras esperamos a un español de semejante calidad, ya se escuchan en los mentideros y en las calles los rumores de un estallido social que está a la vuelta de la esquina, en un par de años, donde se demandará lo mismo que ahora: dignidad. La gente, entonces, tendrá derecho a expresiones gruesas, a gestos bruscos. Entonces le recordaremos al falso socialismo que no será violencia de baja intensidad, como el terrorismo bajo o mediando o alto, que será violencia dura, pura y seca. El PSOE será culpable y su expulsión parte de la solución. Lo que no se puede hacer es abandonar la militancia del PSOE y no hacer nada, a menos que se esté a la espera de un nuevo partido basado en los viejos ideales armonizados con el presente.

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