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Desde mi ruinosa atalaya moral

«El presidente Macron hizo bien en convocar elecciones fulminantes para mermar al monstruo LePenchon»

Desde mi ruinosa atalaya moral

Emmanuel Macron. | Matthieu Mirville, Europa Press

1. Dos ejemplos de la felicidad lectora que proporciona la poesía de José María Álvarez, muerto el domingo pasado. Son dos poemitas de dos versos cada uno; ambos, curiosamente, con un cóctel de otoño y alegría. El primero se titula ‘The sacred wood’ y dice así: «Autumnales crepúsculos / Seamos magníficos». El otro, ‘Cantando bajo la lluvia’: «Ayer empezó el Otoño / Me ha salido una flor en el chaleco».

2. Contra el columnismo y el tertulianismo patrios, Arcadi Espada ha vuelto a tener razón: el presidente Macron hizo bien en convocar elecciones fulminantes para mermar al monstruo LePenchon. Lo divertidísimo es que, ni siquiera después del resultado, parecen haberse enterado nuestros ‘lepenchones’, esos abrasivos ‘hunos’ y ‘hotros’ que tienen frita nuestra vida nacional, que pretenden solo política; sin duda, porque es su única vida. Pero hoy, fiesta nacional francesa, podemos gritarlo de nuevo: ‘Vive la France!’

3. Sánchez sería un mal actor de sus emociones si tuviera emociones. Como no las tiene, es un mal actor sin más: un mal actor de la nada; un vendedor de enciclopedias sin enciclopedia, como lo caractericé cuando apareció en la política española hace justo diez años: nefasta efeméride. Lo enternecedor es cuando ‘verbaliza’ una emoción y pone todo su dispositivo gestual a ‘interpretarla’. Esta semana ha sido la «alegría» por la ruptura de Vox con el PP. Pero su cara era un poema. De alegría nada. Estaba más bien jodido. Y es normal: se le desmoronaba el edificio de su mampostería retórica. Desmintiéndome en parte, reconozco que «estar jodido» es al fin y al cabo una emoción. Y esta sí que la estaba interpretando bien.

4. Los peperos de convicción o de interés (¡todos los que están esperando un puestecito!) callaron cuando el PP pactó con Vox. Yo, que lo único que hago como columnista es arruinar mis posibilidades económicas (salvo el estipendio estricto que me llevo como columnista, hasta el día en que me lo deje de llevar), estuve desde el principio en contra de esos pactos. El PP estaba más que legitimado: lo legitimó el PSOE con sus, a su vez, pactos inicuos. Pero los que no estamos en el ping-pong los reprobamos a uno y a otro. Desde la (¡ruinosa!) atalaya moral que nos arrogamos.

5. Nuestros estólidos (pseudo)izquierdistas, que están todo el día revolcándose como gorrinos en su ensalada de banderas, incluida la de la noble II República, que ellos envilecen al juntarla con las de dictaduras internacionales y las de las satrapías regionales más reaccionarias ‘contra’ su auténtica heredera, por democrática y defensora del republicanismo político, que es la española constitucional, se ponen muy nerviosos (¡y no se privan de darnos la brasa!) cuando un éxito futbolístico anima a los indolentes españoles a sacar esta última y agitarla un poco o colgarla en su ventana. Le leo a Ana Iris Simón que el fraile ideológico Pablo Batalla habla de la «activación del nacionalismo español» cuando España ganó el Mundial de 2010. ¡Menuda alarma la del nacionalismo español, que tardó en ‘activarse’ treinta y cinco años (por poner la muerte de Franco como referencia, tan cara a estos membrillos)! Ya entonces, en plena euforia mundialista, algún Ramoneda o similar habló del miedo que le daba la proliferación de banderas en los balcones. ¡Las banderas futbolísticas! Son gente que cree que está hablando de la realidad y solo está hablado, siempre, de sus propios fantasmas, de sus combates internos frecuentemente familiares, porque casi todos tuvieron padres falangistas (¡un saludo también a Lluís Llach!). Esta noche, por supuesto, debe ganar España la Eurocopa para que a todos estos les siga dando soponcios.

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