El barrio de Rocafonda y un "traidor" llamado Lamine Yamal
«Los verdaderos problemas no provinieron de reales o supuestos comentarios racistas sino de una bomba demográfica llamada masificación»
Viví diez años en el barrio mataronés de Rocafonda que ahora aparece en periódicos, televisiones o whatsapps de medio mundo por ser el hogar de Lamine Yamal, un chico nacido para hacer sombra al mismísimo Dios, ahora llamado Messi.
Fue en esos años, en la década de la Transición, entre 1974 y 1985, cuando Rocafonda se desarrolló rápidamente ofreciendo alojamiento a la generación del baby boom de Mataró, en su mayoría trabajadores fijos, empleados y profesionales primerizos que componían unas modestas clases medias. Catalanes y, sobre todo, murcianos y andaluces hijos de la primera migración a Mataró de los años cincuenta.
No fue hasta finales de los 90 cuando la inmigración de magrebíes empezó a llegar a Rocafonda, intesificándose durante la primera década del siglo XXI. Ya en época temprana se apodó a Rocafonda como Rocamora. Pero los verdaderos problemas no provinieron de reales o supuestos comentarios «racistas» sino de una bomba demográfica llamada masificación.
El primer problema que provocó fue la caída del valor de la vivienda en la zona. Un duro golpe para sus modestos propietarios. El segundo, fue la conformación de un gueto cuyo objetivo principal ha consistido en limitar e impedir la plena integración de sus miembros en la sociedad en la que se han instalado.
Dos ejemplos de ello. El primero, un caso que conozco de primera mano. Cuando la migración marroquí todavía era escasa, una mujer, X, requirió, con su marido, los servicios jurídicos de un bufete de la ciudad. La mujer no llevaba velo y vestía al modo occidental. Pasados unos años, los abogados coincidieron en un espacio público con X, que llevaba la cabeza cubierta con el hijab. La conversación fue discreta, pero la impresión fue que la decisión de X no era ajena a la presión de grupo.
El otro ejemplo es el del chico jugador del Barça y de la selección española, Lamine Yamal, que ha saltado a la fama en medio mundo al marcar el gol del empate que permitió a España derrotar a Francia en la Eurocopa. Un gol espectacular que ha despertado la atención mediática sobre un desconocido muchacho, del que se han escrito un sinfín de reportajes sobre su vida, aunque pocos han tratado el aspecto que nos ocupa aquí.
Durante una emisión del programa Espejo Público, Susana Griso entrevistó al dueño del bar al que suelen acudir el padre y los primos de Yamal. Una de las preguntas fue si el futbolista había sufrido episodios de racismo durante su infancia.
El hostelero respondió vehemente a Griso: «Sí, aquí en el barrio sí. Piensa que aquí hay muchos inmigrantes y gente buena y mala». Pero el hostelero abundó en que estos episodios racistas y «mensajes de odio» se originaron «cuando decidió jugar con España en vez de con Marruecos». «Yo no lo he vivido tan de cerca porque estaba siempre trabajando en el bar», aclaró el entrevistado, «pero sobre todo cuando decidió jugar con España en vez de con Marruecos, ahí sí que recibió mucho mensaje de odio por parte del pueblo marroquí. Es curioso».
«Por la mezcla dices, ¿no? Porque es mestizo», le preguntó Griso, a lo que el hostelero concluyó: «Ellos lo vieron como una traición a su país», y, apostilló, que, pese a haber sufrido algún episodio desafortunado, el padre pasa siempre de todo y sólo quiere ver a su hijo ganar.
Los fenómenos de inmigración masiva suelen ser lesivos para todos, y de manera especial para los propios migrantes. Para que la inmigración sea beneficiosa debe estar regulada e identificada. Hace años, el premio Nobel de Economía, Gary Becker, propuso que los inmigrantes en busca de trabajo depositasen una cantidad en la frontera, que les sería devuelta en caso de no permanecer en el país, y que serviría como ‘cotización’ por los servicios públicos hasta tener contrato de trabajo. Una suma inferior a la que pagarían a las mafias para entrar legalmente, sanos y salvos, en el país.
No deja de sorprenderme que la izquierda, que lleva inscrito en su ADN la regulación exhaustiva de todo lo existente, sea en esto tan liberal.