Los bulos y la bula papal de Pedro Sánchez
El presidente lucha a pecho descubierto contra esos periódicos que le hacen meter sus zapatos en charcos embarrados
El martes pasado, mientras Mbappé pisaba por primera vez el Santiago Bernabéu, un humilde servidor hacía lo mismo en la redacción de THE OBJECTIVE. La repercusión, por lo que sea, no ha sido la misma, pero lo importante es el ruido o la música que ejecutemos a partir de ahora. El primero toca con los pies, y el que les está escribiendo estas frases utiliza todo lo que tiene a su alrededor. Dicen que del cerdo se aprovecha todo. Me doy por presentado y si no gruño de felicidad es porque este no es el lugar para hacerlo. Ha empezado el calor de verdad. Arde Madrid con el fichaje de ese delantero francés de nariz frágil, pero con un olfato goleador que no puede ponerse en duda. La humildad es la única carta de presentación posible. Se lo digo a él, pero sobre todo me lo digo a mí. Hacer las cosas bien es la única manera de ganarse el respeto de tus lectores o de tu afición.
Arde también el resto de España. Los cuarenta grados de media que va a haber en nuestro país durante los próximos días parece que vienen para quedarse. Una temperatura que nos deja congelados en nuestros hogares. No hay quien se mueva cuando el sol enloquecido no deja de ejercer su inquietante manía persecutoria. Hay que huir siempre del Rey Sol, aunque este no resida en Versalles, ni sea francés, ni vaya a vivir en las zonas residenciales de La Finca o La Moraleja. Aquí ese rey republicano se hace llamar Pedro y su deseo de incendiar la libertad de prensa nos enfría el alma a los que solo encontramos la templanza en la libertad individual y colectiva.
Pedro Sánchez maneja el poder que le otorga la democracia, signifique lo que signifique esa palabra hoy en día en nuestra sociedad. Hay el mismo número de acepciones para la palabra que de seleccionadores nacionales cuando España juega la fase final de una Eurocopa o Mundial. Aunque en este caso, y eso sí, a posteriori, en este momento todos estemos muy contentos con el papel de Luis de la Fuente. El trabajo duro que deriva en éxito calla bocas como no lo hace ninguna otra cosa. En España todos queremos ganar, aunque no hagamos lo debido para hacerlo. El fondo antes que la forma. La antiestética. El mal gusto. Una reivindicación de las cosas mal hechas mientras nos beneficien. La sociedad como círculo vicioso nos deja igual de mareados y resacosos que beberse un vinazo de tetrabrik caliente a las tres de la tarde en La Puerta del Sol, donde las sombras desaparecen en el mismo lugar que los árboles.
Y Pedro Sánchez no ha querido ser menos que cualquiera de nosotros. Él quiere ganar siempre, aunque para ello tengamos que perder los demás. Vuestra fealdad es la que hace que no veáis lo guapo que es él. Una sinrazón que os ciega en vuestros pensamientos equivocados e inútiles. Menos mal que le tenemos a él para llevarnos por el buen camino. Sabe lo que necesitamos mejor que nosotros mismos y, por tanto, esa brújula moral en que se ha convertido para nuestro bien no debe ponerse en duda, pues pondría en peligro nuestra condición de seres serviles. ¿Cómo pueden osar algunos medios de comunicación a sacar informaciones que no dejen bien ni a él, ni a su partido, ni a su ejemplar familia? Está claro que el mal nos acecha y está bien que él luche con el poder que le ha otorgado el pueblo tras pactar con tantos partidos, que es más fácil nombrar y recordar la lista de los reyes godos, que a esas organizaciones políticas. Él tiene el don de entender la verdad como nadie jamás podrá entenderla. La verdad también se inventa, decía Antonio Machado en uno de sus poemas, y que, como sentencia, Sánchez ha llevado a su perfección más sublime.
«La verdad también se inventa, decía Antonio Machado en uno de sus poemas, y que Sánchez ha llevado a su perfección más sublime»
Siento si este primer artículo me está saliendo demasiado francés, no era ni mucho menos mi intención. Primero fue Mbappé, más tarde Luis XIV, el Rey Sol, y ahora nuestro amado líder, y esto es mucho decir para un equidistante ácrata como es un servidor, Pedro Sánchez se convierte en ese pintor francés maravilloso que fue Delacroix. Alguien debería pintar una versión actualizada de «La libertad guiando al pueblo». Pedro Sánchez luchando a pecho descubierto contra esos periódicos digitales que no es que no le bailen el agua, sino que le hacen tener que meter sus zapatos siempre brillantes en charcos demasiado embarrados e imposibles de secar. El poder ejecutivo se queda corto cuando puedes hacer como los faraones o su «querido amigo» el rey de Marruecos y ostentarlos todos. Los dioses siempre conviven mejor entre ellos que con los humanos. La política es la nueva religión, y ya es sabido eso que se dice de que alienados nos quiere Dios. Contra los bulos de la prensa maléfica, la bula papal de Pedro Sánchez o su plan de regeneración democrática, que viene a ser lo mismo. Solo una cosa tengo clara, cuando llegue el apocalipsis, que cada vez está más cercano, al reino de los cielos los españoles entraremos seguro.