Mbappé, de la extrema izquierda al centro
«El futbolista llega al Madrid para reinar, pero el equipo blanco tiene muchos que están deseando sentarse en el trono»
Este viernes París se convertirá en la capital del mundo durante poco más de dos semanas. Comienzan los Juegos Olímpicos y el deporte se convierte en el centro de lo que nos une y nos diferencia. Los mejores atletas del planeta se dejan la piel, mientras nosotros esparcimos las nuestras haciéndolas una con la del sofá. La vida es así, contradictoria. Nada como la vagancia extrema para valorar el esfuerzo superlativo. Colocar la lata de cerveza sobre tu abultada barriga a la vez que en tu televisión un maratoniano enclenque corre enloquecido hacia una meta donde el objetivo no es obtener una medalla, sino encontrarse la suya.
París ha tenido durante los últimos siete años al rey del deporte denominado de la misma monárquica manera. Ha querido trasladar su corona a Madrid, pero aquí ya tenemos un Rey más guapo, más alto, y más del Atlético de Madrid. Un servidor, que es zaragocista, bastante sufrimiento tiene como para meterse en batallas que no le incumben. Mbappé buscará ser merecedor de esa corona imaginaria imponiendo su jerarquía sobre el terreno de juego. Sus palacios son bien distintos. El de Felipe VI es de un clasicismo simbólico. Su belleza reside en que se deja habitar por la elegancia de quien defiende los sueños más abstractos y quiméricos. La Zarzuela siempre será un tipo de teatro musical donde los Reyes tratan de esconder a los actores que cantan y desafinan. No me parece mal que los políticos actúen, pero que por lo menos se formen para ello. El de Mbappé se llama Santiago Bernabéu. Tras una obra faraónica, la renovada iglesia madridista pasa a merecerse el trato de catedral, y no solo por su tamaño y todos los santos que son nombrados y vitoreados cada domingo en sus gradas, sino por la relativa velocidad con que dichas obras se terminaron. La otra gran catedral de la ciudad, muchas veces más laica que la de la calle Concha Espina, la de la Almudena, tardó ciento diez años en darse por acabada. Un palacio con forma de nave espacial metalizada y gris. Demasiado ancha, tanto que de su interior nace la luz de las estrellas y un verde clorofila que deja en la boca un sabor a bosque sagrado.
Mbappé llega al Madrid para reinar, pero el equipo blanco tiene muchos príncipes que están deseando sentarse en el trono. Uno de ellos es el principal favorito para ganar el Balón de Oro de este año. El brasileño Vinicius además de haber hecho una temporada maravillosa, ha cometido la ordinariez de jugar en el mismo sitio que desea hacerlo a partir de ahora el jugador francés. A Mbappé le gusta partir desde la banda izquierda y acabar en el centro. Su idea futbolística parte de escorarse en el extremo izquierdo del campo, y utilizar su desborde y velocidad para avanzar hacia el centro del área y en esa zona efectuar su disparo letal.
Las benditas casualidades han querido que sus preferencias por ocupar esos espacios coincidan con lo que dio a entender hace pocas semanas en esta inolvidable última Eurocopa. En una rueda de prensa fue preguntado por las elecciones francesas y las muchas posibilidades de que ganase la extrema derecha liderada por el partido de Le Pen. Respondió animando a la gente joven a votar por partidos que no estuvieran en los extremos del tablero ideológico. No sabemos a ciencia cierta cuál era para él el otro extremo, lo que estaba claro es que uno de ellos era Agrupación Nacional. Se comenta que tiene muchas afinidades con Macron, tantas que se dice que ha sido uno de los culpables en que se retrasara algún año la llegada del futbolista al Real Madrid.
Parece que en lo político, Mbappé consiguió su principal objetivo. La extrema derecha no pisará el poder, de la misma manera que él no lo hace sobre el campo. Habrá que ver si en lo deportivo también lo consigue y se coloca en el césped donde hasta ahora lo hacía Vinicius. Por suerte es una cosa que no depende de él. Ahora cualquier pensamiento que no coincida con el tuyo es acusado de ser de extrema derecha o cualquier persona de fascista, con el evidente peligro que conllevará no darse cuenta cuando estos movimientos puedan llegar de verdad. Por cierto, ese fascismo tan en boca de muchos surgió en Italia por un tal Benito Mussolini. Casi un siglo después, otro italiano de apellido Ancelotti, por suerte, es el encargado de entrenar al Madrid desde el criterio, la humildad y el bien común. No sé si esto deja más tranquilo a Mbappé, pero al madridismo sin duda. Ojalá alguien con esas características para dirigir Francia, España o el tráfico. Lo que él quiera.