Pedro Sánchez, único testigo
En la sociedad de nuestros días el amor se confunde con la necesidad de influir en la otra persona
El juez Peinado ha citado a declarar como testigo a Pedro Sánchez por las «cosas» de su mujer Begoña Gómez. Se dice aquello de que «quienes comparten colchón acaban volviéndose de la misma condición». Un servidor los ve bastante parecidos. No se sabe quién retroalimentará a quién, pero lo que es seguro es que ambos saben que se han hecho un daño mutuo. La erosión acaba llegando a toda convivencia, y hay veces que el dolor sólo se puede paliar ayudando a ocultar lo que es evidente. La pareja decadente es un mal de nuestros días, y para muestra un botón. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir lucha por el poder?
Por desgracia, en la sociedad de nuestros días, tan feminista e igualitaria, el amor se confunde con la necesidad de influir en la otra persona hasta que se dé cuenta de que el amor bien entendido empieza por uno mismo. El amor se solía entender como un acto de entrega donde ver lucir a la otra persona te otorgaba la felicidad absoluta. Ahora la frustración tan latente en nuestros días, hace que al mínimo sentimiento de estar quedándose atrás o pensarse que estás haciendo cosas menos importantes que tu pareja, te lleva a la necesidad de querer sentirte importante para curar tu enfermiza infravaloración propia. En una pareja nadie es más que nadie, por supuesto. Las que funcionan es porque saben complementarse adaptándose a las virtudes y defectos de cada uno.
Begoña es un nombre de mujer que a mí me gusta. Busco en Google lo que significa y me dice lo siguiente: «Lugar sobre el cerro dominante». No puedo evitar pensar en Pedro Sánchez en cuanto leo eso de «cerro dominante». El presidente nos otea desde esa altura que nos convierte a los demás en seres microscópicos a sus ojos, prácticamente insignificantes. Acogiéndonos a ese significado, Begoña Gómez sería la llanura o esa parte sólida y horizontal en la vida de su marido. Para que se me entienda de una manera más clara, el presidente Sánchez sólo puede mirar a los ojos a su mujer. Para mirarnos al resto, debe agachar tanto la cabeza y el cuello que muchas veces acaba provocándose fuertes molestias cervicales.
Hay para quien el amor y el poder mantenidos a cualquier precio pueden convivir en perfecta armonía. Aquello de que en el amor y en la guerra todo vale. Se habrán dado cuenta que he sustituido en esta segunda frase del párrafo la palabra «poder» por «guerra», pero es que ambas se necesitan para seguir justificando su existencia en el diccionario. Estos dos conceptos sí que se aman como no lo hará jamás ninguna relación. Justificarle a tu pareja las cosas que le denigran no habla de lo mucho que la quieres, sino de lo poco que te quieres a ti mismo. Es inevitable que vuelva a aparecer el sentimiento de empequeñecimiento ante tu pareja. La cosa se retuerce más aún cuando esas acciones denigrantes se hacen para conseguir que tu pareja te admire. Que te vea como una persona útil y triunfadora, aunque sea de maneras que no respeten ni a la belleza, ni a la verdad, ni a las cosas bien hechas. Es entonces cuando el amor y la toxicidad se mezclan hasta no saber cuál de los dos es el veneno y cuál el sentimiento más puro.
«Justificarle a tu pareja las cosas que le denigran no habla de lo mucho que la quieres, sino de lo poco que te quieres a ti mismo»
Pedro Sánchez ha sido llamado a declarar como testigo ante unos presuntos hechos delictivos cometidos por su mujer. Nadie debería conocer mejor las cosas que ha hecho Begoña Gómez en relación con lo que se le acusa. Si al final declara, que parece que no está entre los asuntos que tuviera marcados que quisiera hacer en las próximas fechas, más vacacionales y placenteras, y dijera la verdad, cosa que para este presidente es un concepto discutido y discutible, y sobre todo fluctuante, estaría listo para sentencia en un periquete. Como hay bastantes posibilidades de que no sea así, habrá que esperar a que la lenta y siempre vapuleada justicia puede hacer su trabajo y decida desde el conocimiento de los hechos.
La película Único testigo protagonizada por Harrison Ford, trata resumiéndolo mucho de cómo un niño presencia el asesinato de un hombre a manos de otro. Desde ese momento, pasa a ser un testigo protegido por la policía y el agente encargado de hacerlo es este actor que tan pronto se cree en «una guerra de las galaxias» como coge un látigo y se pone un sombrero y se va a correr aventuras por ahí. Pero volvamos a Único testigo. Fue nominada a ocho Oscars, y ganó dos. Uno de ellos al mejor guion original. Esperemos qué si al final Pedro Sánchez tiene a bien testificar ante el juez, sus palabras también lo sean, además de veraces. Los guiones adaptados no tienen la frescura y la autenticidad de la idea primigenia. Ya no digamos en un juicio.