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Opinión

La España de Camello, anverso del mago 'Puchi'

«Lo inesperado es que los metales se transformen en diplomas, los triunfos cantados en derrotas sonoras y las 22 medallas de Barcelona’92 sigan siendo un muro infranqueable»

La España de Camello, anverso del mago ‘Puchi’

España celebra uno de los goles de la final. | Agencias

Una olimpiada son cuatro años, y 19 días, los Juegos Olímpicos, la culminación. Se sabe. También era de conocimiento general que Carles Puigdemont iba a presentarse en Barcelona el día de la investidura de Salvador Illa. Llegó, con una escolta de 300 mossos dispuestos a detenerle, excepto por lo menos tres que le ayudaron a fugarse; subió al púlpito y largó una soflama de siete minutos en el Arco del Triunfo; delante de casi 4.000 fieles se ciscó en la justicia española, se descojonó del Gobierno, su benefactor, y triunfante puso pies en polvorosa. Hizo un Houdini, desapareció. Todavía hay cándidos que le esperan en el Parlament. ¡Sorpresa!

 ¿Sorpresa? Que la selección española de fútbol femenino no suba al podio olímpico sí es sorprendente. Cura de humildad o simplemente el mantra de Boskov: «Fútbol es fútbol». No hay una sola medalla garantizada en unos JJOO. A punto de tocarla, Carolina Marín se rompió por segunda vez la rodilla derecha. Fatalidad, dolor y rabia. Adriana Cerezo cayó derrotada en el «túnel de vestuarios»: desilusión. Alberto Ginés intentó escalar anestesiado y se estampó. Alberto Fernández y Fátima Gálvez no dieron en la diana: chasco. A Carlitos Alcaraz le arrancó Djokovic el oro en la final. Trascendía su frustración, como la de los deportistas que apuntaban a presea y no pasaron del diploma. «Diplomitas», según Marta Rivera de la Cruz, cuando ejercía de consejera de Cultura, Turismo y Deporte en la Comunidad de Madrid. Los deportistas le resultaban una carga… Entonces; hoy, como tercera teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, es más comprensiva y menos despectiva con quienes desde su disciplina, sacrificio y esfuerzo comparten la gloria con nosotros, pobres mortales. También ella.

Quienes entienden de la cosa política –incluso los que no tenemos ni pajolera idea del asunto– deslizan que la tocata y fuga de Puigdemont ha sido un montaje de «tamaño natural», al más puro estilo de Berlanga. En cierto modo, la adaptación de la película a la realidad es de una verosimilitud que produce risa floja. El expresident sería Michel Piccoli, pero con los papeles cambiados; aquí son los seguidores de Junts quienes babean por el maniquí. A Dinio le confundía la noche y a éstos les estimula el cachondeo que se trae el jefe con las marionetas de Madrid. Un silencio atronador u oxímoron evidenció la complicidad gubernamental. Nadie se salió del guion monclovita, excepto el ministro Óscar Puente, distraído en el hoyo 14, como Jon Rahm. Escribió un tuit culpando del sainete a Feijóo y lo borró a los cinco minutos: bogey.

Mossos, Policía, Guardia Civil y los «espías» del CNI o no siguieron las huellas de Puigdemont al entrar en España, y cuando se las piró, o recibieron órdenes para que se mantuvieran atentos a las pantallas sin perder detalle de los Juegos Olímpicos. Ensimismados con el K-4 de Craviotto, Cooper, Arévalo y Germade celebraron la conquista del bronce, sexta medalla olímpica de Saúl Craviotto, el deportista español con más preseas, una más que su amigo David Cal. Sin desviar la vista del televisor, y desconectado el móvil por si llamaba Marlaska, seguirían la actualidad de París’24, convencidos, tal vez, de las posibilidades de las chicas de Montse Tomé, candidatas al oro que en el mejor de los partidos no alcanzaron ni el bronce. ¡Ay, ese penalti que la portera alemana paró a Putellas en el último minuto! Concluyeron que las jugadoras del waterpolo son más fiables, incluso los futbolistas que, 24 horas después de la boutade de Barcelona, derrotaron a la selección francesa en el Parque de los Príncipes. ¡Qué partidazo! Marcaron los franceses a los 11 minutos, remontó España con goles de Fermín (2) y Baena. El encuentro se les hizo bola a los pupilos de Santi Denia, que terminaron empatados y enfrascados en la prórroga. Y ahí sí, contra pronóstico, hicieron el 5-3 por obra y gracia de Camello. Treinta y dos años después España conquistaba otra vez el oro olímpico. ¡Gloria al fútbol!, como si tuviera más importancia esta medalla que la de Jordan Díaz, el mejor de los triplistas. Pero es que «fútbol es fútbol» y los Juegos (Olímpicos), Juegos son. ¡Mira que ganarle la final a Francia en su territorio! Maravilloso, como el oro de María Pérez y Álvaro Martín, ejemplos entre los ejemplos: sencillez, cercanía y compañerismo. Deportividad.

Sólo una anormalidad altera las fechas olímpicas y sólo un truhan engaña a los truhanes. La pandemia de 2020 retrasó los Juegos de Tokio hasta 2021. La Primera Guerra Mundial los canceló en 1920, y la Segunda, en 1940 y 1944. En este acontecimiento universal todo está previsto, incluso el e-coli del Sena. Lo inesperado es que los metales se transformen en diplomas, los triunfos cantados en derrotas sonoras, Nadal en héroe de la revolución y las 22 medallas de Barcelona’92 sigan siendo un muro infranqueable. El truco del mago ‘Puchi’, no nos engañemos, estaba en el programa, desarrollado y con planos. No quisieron pillarle, facilitaron la huida. El deporte es mucho más serio que todo eso, de ahí las medallas, los diplomas y la participación. El timo de Puigdemont es otra cosa, de traca y de cárcel.

P.D.: A la tercera final olímpica, la vencida. Waterpolo femenino, el oro más perseguido. Los castigos del infierno político pierden con los regalos del cielo deportivo. Miki Oca, el mejor seleccionador posible.

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