Antes feministas que futboleras, antes feministas que españolas
«La animadversión que sienten muchas de ellas hacia el fútbol masculino es algo más que evidente»
Cuando escribo esto es lunes 12 de agosto, y todavía ninguna jugadora de la selección española de fútbol ha felicitado de manera individual al equipo masculino del mismo deporte por conseguir la medalla de oro en estos Juegos Olímpicos. No hay señal de ellas en sus redes sociales en relación con esta feliz noticia para nuestro deporte. Solo hay un tweet escrito por el o la community manager que lleva la página oficial de la selección femenina de fútbol en esta red social. Hay quien dirá que con eso es más que suficiente, pero un servidor hace tiempo que se cayó del guindo y que no vive en el país de las piruletas. Me extraña que mujeres tan amantes de su libertad no quieran expresar individualmente lo que sienten ante cualquier tema o situación, y más si es de su negociado.
Pero esto es algo que tampoco nos debería extrañar, pues no es nuevo. Cuando la selección española masculina de fútbol ganó hace apenas algo más de un mes y de manera virtuosa la Eurocopa, la «influyente» futbolista Jenni Hermoso sí que quiso poner en sus redes sociales un par de fotos. Y no, en ninguna aparecía algún jugador participante en ese torneo. La «famosa» futbolista decidió que lo más oportuno era reivindicar el campeonato del mundo que ellas habían ganado el año anterior. El mensaje que se escondía detrás estaba claro, la búsqueda de la victimización, que es donde han encontrado el beneficio.
La animadversión que sienten muchas de ellas hacia el fútbol masculino es algo más que evidente, y que además no tratan de ocultar. Parte del negocio que es el feminismo actual consiste en ser reivindicativas y hacer ruido, aunque este esté vacío de toda melodía. Con esas fotos, la «carismática» Jennifer Hermoso sollozaba por un trato y una repercusión parecidos para el logro que ellas consiguieron. Parece que no le gusta que la gente manifieste sus alegrías en el momento que ellos quieran. No le gusta un pueblo libre que elige cuando salta a la calle a celebrar lo que le dé la gana. Además, sería una crítica al pueblo por no tener el suficiente conocimiento, pues no estaría saliendo a las calles cuando debiera; menos mal que está Jenni Hermoso para decírnoslo.
Pero esta enfermedad del odio se propaga por otros sectores de la sociedad. Por ejemplo, en el mundo de la cultura, la escritora Elvira Sastre celebra en sus redes sociales la victoria del waterpolo femenino. Una medalla de oro donde nos zambullimos todos. Nadar y guardar la ropa es lo que hacen este tipo de mujeres. Todos los españoles de bien nos hemos alegrado con su triunfo tan merecido, basado en su esfuerzo y su talento.
La escritora segoviana, al día siguiente, seguramente no tuvo tiempo de ver el partido de futbol de los chicos, ya que estaría escribiendo su siguiente obra maestra. Lo mismo le pasa a la «influencer» —esta sí que lo es— Carolina Iglesias, que en los Juegos Olímpicos sólo ha visto el fútbol femenino, y ha celebrado las medallas conseguidas por nuestro país obtenidas por las féminas. A mí es una mujer que personalmente me cae bien, se le ve buen fondo, pero a la vez no puede evitar demostrar que ha sido abducida por esa lacra en que se ha convertido el feminismo. Primero fue la lucha de clases, ahora es la guerra de sexos. Las siguientes serán las de rubios contra morenos o las de altos contra bajos. La degeneración de nuestras supuestas luchas ideológicas es más que evidente.
Pero una cosa os digo, no vais a conseguir vuestros objetivos. Va a ser vuestro resentimiento inventado contra nuestro amor puro. Os vamos a seguir queriendo. Deseando que ganéis todos los partidos cuando os pongáis la camiseta de la selección. Celebraremos también vuestros premios individuales a mejores jugadoras del mundo, como lo han conseguido ser Alexia Putellas o Aitana Bonmatí. Porque a diferencia de vosotras, nos fijamos en lo que nos une y queremos lo mejor para vosotras en todos los ámbitos de vuestra vida, ya sea personal o laboral, y que por supuesto seáis tratadas con justicia, pero nunca con privilegios o con desventajas. De si es un fracaso o no que os hayáis quedado sin medalla, lo hablaremos otro día.