THE OBJECTIVE
Hastío y estío

Acaso soy yo el guardián de mi hermano

«Que David Sánchez confíe más en Ayuso que en su hermano Pedro es lo que más les acerca en sus formas de ser»

Acaso soy yo el guardián de mi hermano

Ilustración de Alejandra Svriz.

El martes en THE OBJECTIVE la compañera Carmen Obregón contó en exclusiva tras su investigación que David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno, se ahorró un total de 39.729 euros por tributar por la Comunidad de Madrid la donación económica que le había hecho su padre por valor de 240.000 euros en enero del año pasado. El hermano pequeño del presidente optó porque se le aplicara la normativa de la Comunidad de Madrid, en lugar de la del Estado. Tomar esa elección no fue ninguna tontería, de haber puesto una cruz en la casilla del Estado tendría que haber pagado a Hacienda 40.130 euros por esta donación. Algo que queda muy lejos de los 401 euros que finalmente pagó al haberse decidido por el régimen fiscal de Isabel Díaz Ayuso. Y es que nadie te conoce mejor que tu propio hermano. Sabe cómo te desenvuelves desde el día que naciste o, como es en este caso, desde el día que nació David. 

En la hermandad se comparte la misma jerarquía horizontal, se conocen las virtudes y defectos del otro, sus debilidades y sus aires de grandeza. Cómo se comporta de puertas para adentro del hogar y cómo se manifiesta de cara al exterior, su imagen pública. 

David y Pedro saben mejor que nadie que a un hermano se le puede mentir, pero no engañar. Hay hermanos que son muy distintos, donde uno es del Madrid y otro del Barça. Donde uno vota a Podemos y el otro a Vox. En otros casos uno de ellos es muy inteligente y el otro tiene problemas para no atragantarse con su propia saliva. No es el caso de nuestros peculiares protagonistas, dos gotas de agua siamesas, estas sí, separadas por su felino instinto de supervivencia independiente. Y es que cada uno va a lo suyo como si la palabra «egoísmo» fuera la única que apareciera en sus diccionarios. Lo demuestra que si David prefirió jurar la bandera (portuguesa) o fiscal de Ayuso, no fue por hacerle un feo a su hermano y a las personas en que este confía para llevar dichas políticas, es que, al igual que Pedro, piensa que lo mejor para él no tiene que coincidir con lo que es lo mejor para los españoles.

Que David Sánchez prefiera a Ayuso antes que a su hermano es un caso evidente de la más pura consanguinidad. Los genes, para su suerte o desgracia, son incorruptibles. Imagino a Ayuso feliz por no encontrarse con sus ex, pero sí hacerlo con el ‘hermanísimo’ del presidente. Toda ruptura amorosa es una muestra más que evidente de haber perdido la confianza en la otra persona. Lo contrario le pasa al dinero, que necesita de muchos mimos y achuchones. Necesita sentirse seguro y querido, y el de David Sánchez lo está bajo los aposentos de Isabel Díaz Ayuso. Que David confíe más en la presidenta de la Comunidad de Madrid que en su hermano Pedro es lo que más les acerca en sus formas de ser y actuar tan parecidas, aunque pueda parecer lo contrario a simple vista. 

La desconfianza que cada vez siente más en sus carnes Pedro Sánchez por parte de los ciudadanos españoles, es la que siente David por las políticas fiscales de su hermano. Lo espeluznante es que ambos lo saben, y les da lo mismo. Un amor de hermanos frío, gélido, dos muñecos de nieve cuyas narices aparecen en el récord Guinness de las zanahorias más grandes, haciendo llorar a Pinocho, mientras los corazones de ambos permanecen criogenizados. 

En este caso es difícil que uno de los hermanos pueda darse cuenta de las cosas que está haciendo mal el otro, y quiera poder ayudarle. Cuando dos personas tienen problemas similares, y además no los ven como tales, la cosa no es que se haga difícil, es que es imposible. ¿Quién vigila al vigilante? Y aunque fuera el caso, y uno de los dos o ambos se sintieran presionados a salir a la palestra a dar explicaciones a la sociedad española de las cosas de las que se les acusa, y por fin lo hicieran, estaría clara su respuesta: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» Y es que las citas clásicas nunca fallan, aunque haya hasta quienes las puedan desacralizar. 

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