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Opinión

Vendedores de humo, como João Félix

«Sánchez sigue haciendo malabares para mantenerse a flote, como Laporta. A los dos presidentes se les ven las costuras»

Vendedores de humo, como João Félix

El nuevo jugador del Chelsea, João Félix. | Agencias

Mantener la ilusión de miles y miles de seguidores con real y media manta requiere la mano de un prestidigitador. Joan Laporta es el ilusionista por antonomasia. Los conejos de la chistera aparecerán espabilados o tiesos como la mojama y sacará palomas de la manga que se desplomarán sobre el parqué en lugar de alzar el vuelo, tal vez. Pero le creen, con la fe de un Santo Tomás en el Menino de las Meninas, João Félix, porque en fútbol la negación es la muerte, mas no hay cabeza que aguante dos temporadas seguidas de frustración ilimitada. A Jan le siguen como al gurú de la secta que dirige un camping nudista donde no se permite la entrada a menores de 65 años y, sin embargo, la clientela luce cuerpos de 30: pechos enhiestos sin señales de ptosis mamaria y caballeros con tableta, fotocopias de Príapo; ni arrugas ni artrosis ni reúma ni achaques ni gatillazos. Todo esbeltez, belleza trémula. No parece posible. No cuela. 

El Barça de Laporta tiene a quién parecerse, vende humo que flota en la nube como la España de Sánchez, con más trampas que una película de indios y una deuda pública que ha alcanzado su máximo histórico, ¡1,624 BILLONES de euros!, y crece a un ritmo diario de 830 millones. Pero «la economía va como un cohete». En ambos casos, la fullería conduce hasta alguien que gasta más de lo que tiene. Como el dinero no es suyo… De ninguno de ellos ni de sus acólitos. Fichajes millonarios y fallidos cuando la cantera, siempre al albur de la máquina de fichar, es recurso ocasional. En el terreno de juego político, el reparto de dinero es selectivo, tan caprichoso como un sorteo entre amiguetes. La eurodiputada alemana Monika Hohlmeier sigue preguntando por el destino de 31.000 millones de los fondos europeos que, según ella, presidenta de la Comisión de Control, el Gobierno español no justifica. Por cierto, los enfermos de ELA siguen esperando la ayuda prometida. Como no hay campañas electorales, no interesan: sólo son votos. Las elecciones sueltan la lengua y saturan al votante de promesas incumplidas. Otro ejemplo en la acera de enfrente: en Lozoyuela, pueblo de la sierra madrileña, hace dos legislaturas que Isabel Díaz Ayuso aprobó la construcción del hospital comarcal. Ocho años después no han puesto ni la primera piedra. Cuando se acaben las excusas para la bochornosa inacción, reverdecerán las urnas y con ellas, el humo; al fondo, la maqueta del hospital (fantasma). 

Como somos como somos, preocupa más el fichaje de un central que cierre la defensa, o el del joven delantero de moda, que todas esas promesas que se lleva al viento. Nos mienten y hacemos como que no nos damos cuenta. La democracia pierde calidad en esa vorágine de la venta del pollino; los delincuentes amnistiados o liberados reclaman indemnizaciones a la Justicia; los pajaritos disparan a las escopetas y, si Woodward y Bernstein trabajaran en España, como hace medio siglo en Estados Unidos con el Watergate, emigrarían a Venezuela, lo que viene a ser lo mismo, hastiados, posiblemente, del retorcimiento de las leyes.

Menos mal que los conejos amodorrados que salen de la chistera de Laporta no nos impiden ver el bosque. Cada truco es más ordinario, se le ve el pájaro y las marcas de las cartas, profundas como surcos. Tampoco es cierto que la economía española vaya como un cohete. Nos exprimen «a la cara» y simulamos el fuera de juego. Como que no nos enteramos de que «los ingresos fiscales crecen al 10%», como que somos tan bobos que llegado el verano sólo pensamos en las vacaciones, aunque en los bares de los lugares de destino te avisen de que no atienden en la barra por falta de personal. Hacemos como que vivimos en la inopia porque empieza el fútbol. Nos distraen las novedades del balón redondo y, en otro ámbito, nos aleja de la realidad que Carlos Alcaraz haya reventado una raqueta. ¡Federer destrozó 11 y Djokovic, 55! Pero como nunca vimos ese gesto en Nadal… ¿Acaso la rabieta de Carlitos es suficiente para dejar de hablar de la deuda española, de las palancas del Barça o de la viruela del mono?

En el mientras tanto, otros entuertos se desenredan, o así parece. El Atlético se ha deshecho de João Félix, el muchacho que hace cinco años fue presentado en El Prado junto a las Meninas. Máxima expectación; infinitas aspiraciones. Un bluf. ¿Sería menino por el apadrinamiento velazqueño o por su manifiesta inconsciencia y ostensible falta de madurez? El caso es que se lo han vendido al Chelsea. Tanta paz lleve como descanso deja. El Atleti ha perdido en la operación 67 millones de euros (costó 127, puede recuperar 60). Un lustro no ha bastado para amortizarlo. Lo del futbolista ha sido una completa desilusión y una ruina. En esa línea, Sánchez, quien al cabo del quinquenio sigue haciendo malabares para mantenerse a flote, como Laporta: ¿dónde está la bolita? A los dos presidentes se les ven las costuras, certificadas como la indolencia de João, insignificante junto a las Meninas. Buen viaje.

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