Ábalos, el nuevo Charles Bronson
«No deja de ser irónico llamar a alguien ‘justiciero’ cuando es lo que se supone que quiere ser él a partir de ahora»
Qué divertido es todo en esta política española. Llevamos años donde cada noticia supera a la anterior en lo absurdo de su fondo y de su forma. Rajoy decía eso de que «los españoles hacen cosas», y nosotros podríamos decir de los políticos «que hacen cosas esperpénticas».
Valle-Inclán se partiría de risa hasta pisarse su larga y barba blanca si le hubiera tocado vivir en esta época. Salimos a esperpento político diario, y las luces de bohemia sólo brillan en la procedencia de la vajilla donde comen estos.
El caso más reciente, y que mañana quedará caduco, es el de José Luis Ábalos. El exministro de Transportes ha cargado contra la auditoria de Óscar Puente sobre el «caso Koldo». Se le achaca una orden para duplicar la compra de mascarillas a la trama de su entonces asesor, y ha advertido de que, a partir de ahora, votará en conciencia en el Congreso, dando a entender que dejará de apoyar al PSOE.
Y aquí estaría lo divertido, lo hilarante, lo que hace de nuestra política un sainete difícil de igualar en otros países. Ábalos con estas declaraciones estaría reconociendo que era un inconsciente cuando pertenecía al partido socialista y votaba religiosamente lo que le decía este. El exministro queda, eso sí, como una persona obediente y fiel a la jerarquía del partido, pero que no sabía por qué votaba lo que votaba en el Congreso. Demostraría que para él, lo de menos era informarse sobre el tema en cuestión que se debatía, y lo de más quedar como un buen súbdito ante el amado líder. Antes no dudaba de que lo que decidiera el aparato del partido, no era solo lo mejor para la organización, sino que también para el país.
Pero de repente, Ábalos ha visto la luz. Ya no se deja cegar por esa mirada brillante que antes le deslumbraba de su querido Pedro. Se ha quitado las legañas y las motas de polvo, y ahora su mirada se abre a un nuevo horizonte donde la soledad es lo más palpable. Ya no le quieren los que pensaba que eran los suyos. La decepción amorosa duele, pero con el tiempo se cura. La decepción en la amistad, sin embargo, deja unas heridas que nunca se cierran. Él pensaba que Pedro era su amigo, que Patxi también, que Bolaños, ya que tiene mano en Justicia, le echaría un cable, y así hasta el último de sus «amigos» del partido.
Pero nunca es tarde para ver donde antes sólo había un gran agujero negro. Un lugar donde te caías en su profunda oscuridad, pero cuyos rasguños merecían la pena, pues «enriquecían» la relación. Sentirse parte de un equipo te da seguridad y fuerzas a la hora de lograr el objetivo común. Y es que el poder, cuando estás solo, no se crea, sino que te destruye.
Ábalos ha tachado a Óscar Puente de «justiciero». Le ha acusado de comportarse con una actitud hostil e intencionada, cosa que no comprende. «Es absurdo que quien es parte pretenda ser juez», ha dicho el exministro. No deja de ser irónico llamar a alguien «justiciero» cuando es lo que se supone que quiere ser él a partir de ahora. Aplicar la justicia en su criterio y no dejarse llevar por el «seguidismo de partido».
No se sabe si tenemos ante nosotros al Charles Bronson español, actor protagonista de esa película taquillera que fue en su día «Yo soy la justicia», pero está claro que Ábalos quiere que pensemos, que ahora sí, ha venido a ajusticiar a la clase política nacional, con sus excompañeros de partido a la cabeza.
Más vale tarde que nunca. Ojalá esa clarividencia pueda ser puesta en funcionamiento, y que ese pasado tenebroso no se la lleve por delante. Los verdaderos jueces serán quienes lo decidirán. Mientras tanto, la película de puñetazos, patadas y disparos metafóricos entre ellos, seguirá en el Congreso. Y es que muchos en ese lugar quieren ser el nuevo Charles Bronson, pero Ábalos se les ha adelantado.