No es un concierto, no es una reforma, es Engendro
«De momento, para mí, será Engendro, con mayúscula, como los malos de las películas de James Bond»
El diccionario de la RAE atribuye a engendro el significado de plan, designio u obra intelectual mal concebidos. También lo define como criatura informe que nace sin la proporción debida. Cualquiera de las dos acepciones debe ser aplicada al acuerdo habido entre el PSOE y la ERC, de cuya paternidad ambos se hacen cargo, pero son incapaces ni siquiera de ponerle nombre. La ministra de Hacienda tampoco quiere bautizarlo, no vaya a ser que meta la pata en cuanto al sexo de la criatura, así que nos tenemos que acoger al diccionario. De momento, para mí, será Engendro, con mayúscula, como los malos de las películas de James Bond.
De momento, la maquinaria proteccionista del Congreso ha impedido que la referida ministra informe sobre Engendro. Era temerario hacerle comparecer y explicar algo que no tiene nombre, aunque algún apellido le podíamos poner. ¿Se imaginan la torrencial y trompicada oratoria a que nos tiene acostumbrados, hablando sobre algo que no sabe ni cómo llamarlo? Me pongo en el papel de tener que escribir la crónica de su comparecencia y prefiero que no, que hable por los pasillos, por las plazuelas, por ferias y tabancos, pero no en un Pleno parlamentario o en una Comisión. Seguro que algunos de los diputados que se han opuesto a su comparecencia, en el fondo, piensan lo mismo que yo, que mejor callada.
Con mejor prosodia tendríamos una comparecencia del presidente del Gobierno, señor Sánchez. A él se le entiende todo, pero tampoco comparece donde debe. Lo suyo es la facundia entre bastidores, de las que nunca quedan actas que se puedan volver contra él. Así puede cambiar de opinión todas las veces que lo requiere su incansable trabajo por la Patria, como acaba de hacer sobre las deportaciones de inmigrantes. Es un presidente enmudecido por voluntad propia (o porque sus apuntadores están de vacaciones), aunque para él es un sacrificio callar incluso más que para la ministra de Trabajo, señora Díaz Pérez.
Y qué decir del ministro de Economía, don Carlos Cuerpo, un acreditado fabricante de deuda pública, que por ello ha ascendido a su alta dignidad administrativa actual. El señor Cuerpo, que ya se adelantó a negar la posibilidad de la OPA del BBVA sobre el Banco Sabadell, antes de que los organismos legalmente previstos se pronuncien, se ha cargado ahora una OPA de Magyar Vagon sobre Talgo, pero nunca sabremos por qué. Ingenuamente creí, tras las invectivas del ministro de Transporte en contra de Talgo, que el Gobierno estaría encantando con un cambio de propiedad en el fabricante ferroviario. Enorme error.
Según el señor Cuerpo, Talgo es una empresa estratégica, a pesar del señor Puente, y la información sobre la negativa a que la empresa húngara se quede con ella es clasificada, un eufemismo para decir que es secreta. O sea, que el señor Cuerpo considera que los accionistas (es decir, los dueños) de la empresa no tienen derecho a saber por qué perdieron en un solo día el 8,7 por ciento del valor de sus acciones. Solo lo sabrán si tienen algún amigo espía en el CNI. Saber que la empresa en la que tienen sus ahorros es estratégica, les ha salido por un pico.
Lo malo es que, cuando el Gobierno mangonee a placer la OPA que le gusta, lanzada por la checa Skoda, Talgo también será estratégica y tampoco sus dueños se enterarán de nada, a menos que el ministro de Economía decrete que Talgo ya no es estratégica, y que la caprichosa y sobada oferta obligue a los accionistas a vender o a atenerse a las consecuencias.
Como buenos tahures del Monopoly, el Ejecutivo juega con las empresas aplicando la conocida ley del embudo, por la cual las empresas españolas pueden comprar empresas extranjeras sin problemas, pero las extranjeras no pueden comprar empresas españolas porque o son súbitamente estratégicas o el propio Gobierno se autoconcede el derecho a ordenar a los accionistas vender o no vender a quién ellos decidan.
El concepto de seguridad jurídica sucumbe ante el patriotismo de conveniencia. Esa es la clave. Para el señor Sánchez la conveniencia es un dogma. Engendro es la prueba irrefutable.
P.D. Decíamos hace ocho días que en algún momento las agencias de rating darían su opinión sobre los desafueros de este Gobierno. Esta semana, como saben, Fitch, una de las tres grandes calificadoras, ya se ha pronunciado sobre Engendro. Era fácil de acertar.