Escrivá al Banco de España, coartada de Sánchez y caballo de Troya para Feijóo
«El Gobierno utiliza al ministro como arma arrojadiza contra el PP pero su nombramiento podría ser de gran utilidad para Feijóo»
La modificación del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal negociada por el superministro Félix Bolaños con la secretaria general del Partido Popular, Cuca Gamarra, entraña a contrario sensu la explicación del súbito desengaño político que ha dejado en suspenso la regeneración de los más importantes organismos de regulación económica. A finales de junio, y después de izar la bandera blanca con el pacto de renovación del Poder Judicial, los dos grandes grupos parlamentarios amagaron con establecer un marco de confianza que saltó por los aires en cuanto que Moncloa se sacudió la vigilancia que habían impuesto las autoridades comunitarias ante la insoportable levedad de la Justicia en España. Una vez que los hombres de negro regresaron a sus cuarteles generales de Bruselas, Pedro Sánchez ha vuelto a tirar al monte bajo ese principio esencial de gestión en virtud del cual entre lo importante y lo urgente, lo segundo es siempre lo prioritario.
Durante las negociaciones preliminares para la designación de la cúpula ejecutiva del Banco de España se adoptó una condición suspensiva que representa la madre del cordero de todas las conjeturas sucedidas a raíz del cese obligado de Pablo Hernández de Cos. El planteamiento establecía la imposibilidad de designar a quienes durante los cinco años anteriores hubieran sido titulares de un alto cargo ministerial o se hubieran desempeñado en el ejercicio político como representantes del Parlamento Europeo, Congreso, Senado o Asambleas legislativas autonómicas. Este régimen estricto de incompatibilidades era una extensión literal del que PSOE y PP habían suscrito para preservar la controvertida figura del fiscal general del Estado y tenía por objeto cerrar a cal y canto las puertas giratorias tan comunes como obscenas en las relaciones de poder que mantienen las comisiones reguladoras con las grandes empresas reguladas en España.
Los negociadores de ambas formaciones se fueron a casa con la satisfacción que supone el deber cumplido y la seguridad, se creían ellos, de haber recuperado un cierto consenso institucional que, aunque no garantizaba el principio de una nueva amistad, sí que inducía un punto de inflexión para incorporar un paulatino margen de contención en el irascible y patético gallinero parlamentario. Craso error de cálculo que se puso rápidamente de manifiesto nada más pasar consulta con el oráculo de Moncloa, donde los arúspices de marras consideraron que todo lo que había acordado Bolaños era demasiado para Sánchez. Entre otras razones porque el presidente del Gobierno venía acariciando una de esas maquiavélicas jugadas a las que acostumbra y de la que obviamente no había dado el más mínimo cuarto al pregonero, como era la ascensión al trono del Banco de España del flamante ministro digital, José Luis Escrivá.
La proposición de un derecho de veto
Bolaños no tuvo más remedio que tragarse sus palabras y hablando por la voz de su amo planteó a Gamarra un cambio de última hora que dejase sin efecto el bloqueo de los cinco años de marras, incorporando en su lugar un derecho de veto recíproco que, en su caso, permitiría al Partido Popular rechazar la nominación del gobernador propuesto en primera instancia por el Gobierno. Con esta artimaña, el líder socialista trasladaba a Feijóo la responsabilidad final en el eventual descarte de Escrivá y salvaba la cara ante las múltiples aspiraciones con que su ministro insiste en auparse a lo más alto del Banco de España. Tras quedar varado en la carrera para sustituir a Nadia Calviño como máximo responsable de la política económica el antiguo titular de la Seguridad Social considera que Sánchez tiene contraída con él una deuda moral que más pronto que tarde deberá quedar amortizada.
La candidatura de Escrivá permanece latente tras la tregua veraniega y sus posibilidades reales dependen en última instancia del ejercicio de fuerza con que el jefe del Ejecutivo quiera replicar la negativa rotunda mostrada hasta ahora por PP. La incógnita en estos momentos reside en saber si la dirección de Génova hará ‘casus belli’ con todas las consecuencias de la insólita crisis que está viviendo una de las instituciones más eminentes del país o se decantará finalmente por vender cara la derrota, aceptando como contrapartida un buen número de altos cargos en los demás órganos reguladores. Sabido es que antes de finales de año hay que renovar la sillería en los consejos de la CNMC y de la CNMV aparte de designar nuevas regalías de aposento en la resucitada Comisión Nacional de la Energía (CNE) y en la futura Autoridad de Defensa del Cliente Financiero.
En un principio, el partido conservador no ha querido sustraerse a las tentaciones de Bolaños, que incluso ofreció a Gamarra la zanahoria de formalizar una lista preliminar de aspirantes al puesto de subgobernadora. Un cargo en el que su actual titular, Margarita Delgado, cesará sin remisión de continuidad el próximo día 11 del corriente, coincidiendo con la próxima reunión del consejo de gobierno del BCE en la que previsiblemente se adoptará un nuevo recorte de tipos de interés. Desde el PP aseguran que nunca han cruzado nombres de candidatos, aunque reconocen que en algún momento el enviado especial de Sánchez anticipó a los populares la conveniencia de ir pensando en la elección de una mujer como número dos para hacer ticket con Escrivá. A partir de ahí han surgido las inevitables quinielas y se han deslizado algunos que otros nombres, entre los que destaca la gallega Rosa María Sánchez-Yebra, antigua secretaria general del Tesoro en la etapa ministerial de Luis de Guindos, hace ya más de seis años.
Una encrucijada endiablada para el PP
La pretensión de Sánchez no es otra que trasladar a Feijóo la ‘patata caliente’ del Banco de España, haciendo virtud de la necesidad que el propio líder socialista ha provocado tras dejar en paso la sustitución de Hernández de Cos. Como es habitual, y a sabiendas de los recelos que la figura de Escrivá suscita también entre la alta clase empresarial y financiera, los estrategas de Moncloa han invertido el relato para culpar al PP por su inmovilismo negociador. El candidato oficialista no es tampoco santo de devoción entre las bases del PSOE, pero a pocos días de la decisión final ofrece la mejor coartada que tiene Sánchez para liberarse de todo compromiso político. El Gobierno considera que el silencio de la oposición le otorga manos libres para colonizar la principal autoridad de control y vigilancia bancaria en compañía, eso sí, de sus socios independentistas catalanes.
El Partido Popular se encuentra en una encrucijada endiablada, una más a las que está abocado en su pulso con el gran truchimán socialista. Solo que esta vez no son pocos los asesores de Feijóo que apuestan por recoger el guante y reconvertir al expresidente de la Airef, nombrado en su día por Rajoy, en un excepcional caballo de Troya para acceder no solo al Banco de España, sino también al resto de comisiones reguladoras. La cuestión se resume en aceptar el nombramiento de Escrivá como solución de compromiso para que Sánchez no pueda rasgarse las vestiduras entrando a saco en el caserón de Cibeles y demás supervisores económicos. Todo ello teniendo en cuenta que la invocada regeneración democrática deberá promoverse desde dentro de las instituciones, nunca desde fuera. Son muchos, y para muchos años, los puestos en juego y no se olvide que la única forma de tomar carrerilla es dar un paso atrás. Si no, que se lo pregunten a Sánchez.