THE OBJECTIVE
Montanoscopia

Ya tiré la toalla de mi inteligencia

«Hay titulares que tienen más impacto si los leemos por lo que no resaltan que por lo que resaltan»

Ya tiré la toalla de mi inteligencia

Ilustración. | Alejandra Svriz

1.- Hay titulares que tienen más impacto si los leemos por lo que no resaltan que por lo que resaltan. La obscenidad se mantiene a solo un pasito: el de la operación mínima que el lector debe hacer. Por ejemplo: «El 40% de los votantes del PSOE, en contra de la financiación ‘singular’ de Cataluña». Es decir, que el 60% de los votantes del PSOE está a favor o le da igual. ¡Y estos son nuestros autoproclamados socialdemócratas! Otro ejemplo es el titular que recoge estas palabras del exministro Ábalos: «Desde ahora votaré en conciencia». ‘Desde ahora’. O sea, que ha estado toda su vida política sin votar en conciencia. El escándalo anida en este tipo de titulares, que postulan por el envés una realidad aún más sórdida: como el hábitat de alacranes, gusanos y cucarachas que aparece cuando se levanta una piedra.

2.- Nunca estuve pendiente de las novedades editoriales. Hasta que me empecé a relacionar con editores y periodistas que me lo contagiaron. Ahora me asomo y las vivo con un malestar. Se me hace corto el lapso de la postergación: los rutilantes libros de las librerías estarán pronto en los montones de segunda mano, hechos chatarra de papel. Sí me gusta (con una fruición malsana) hacer el seguimiento de mis enemigos y detestados: a ver qué nuevo bodrio sacan, o qué nueva mediocridad o cursilada, entre interesada y pancista. Aunque no me cierro a que me sorprendan con algo extraordinario: mis detestados tienen siempre conmigo una oportunidad. Muy extraordinario ha de ser para que venza mi aversión, cierto, pero sucede a veces. Y cuando ocurre lo reconozco y lo celebro: el tipo (o la tipa) me ha derrotado en justa lid. Entonces yo, pese a ser el perdedor, obtengo el mayor beneficio: haber gozado de una buena lectura. (¡Pero no es fácil, advierto!)

3.- Lo que llevo peor son los amigos. Me he rodeado negligentemente de autores prolíficos y cada rentrée me bombardean con el fruto de su productividad. Apenas ha empezado septiembre y ya sé que en las próximas semanas Manuel Alberca sacará una nueva edición revisada y ampliada de ‘El pacto ambiguo’ (ETC), Manuel Arias Maldonado ‘(Pos)verdad y democracia’ (Página Indómita) y Antonio Diéguez ‘Pensar la tecnología’ (Shackelton), libro que además presentaré en Málaga junto a Sanz Irles. Este último, por su parte, anda escribiendo su cuarta o quinta novela. Y Rafael Maldonado acaba de terminar su quinta o sexta. Pero es que Arias Maldonado ya publicó a principios de año ‘Ficción fatal’ (Taurus) y Diéguez ‘La ciencia en cuestión’ (Herder). Poco después Eduardo Jordá ‘Doce lunas’ (Vandalia), Teodoro León Gross ‘La muerte del periodismo’ (Deusto) y Antonio G. Maldonado ‘Los sentidos del tiempo’ (La Caja Books). Y Txani Rodríguez ‘La seca’ (Seix Barral) y Mercedes Cebrián ‘Letonia hasta en la sopa’ (Col&Col) y Bárbara Mingo ‘Lloro porque no tengo sentimientos’ (La Navaja Suiza). Para colmo se animó también Manuel Toscano y publicó ‘Contra Babel’ (Athenaica). Así que yo intento llevar una vida lectora normal, a mi rollo, con mis fijaciones y excentricidades, pero cada pocas semanas me cae el libro de un amigo que debo leer como una maceta de geranios. Tendría que haberme echado amigos más como yo: ¡absolutamente improductivos!

4.- Un problema para mi productividad es que no debo ser yo quien escriba mis libros, sino alguien más inteligente. Así que paso las horas esperando que ese ser más inteligente que vive dentro de mí advenga. Solo necesito que lo haga en el momento exacto de escribir la página. En lo demás me da igual: en lo demás ya tiré la toalla.

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