La bomba de relojería de la inmigración al estilo Sánchez
«Sánchez está activando bombas de relojería en el terreno económico, ninguna tan grave como la de la inmigración ilegal»
Según datos de la Encuesta de Población Activa publicada en julio último, el 90% de los puestos de trabajo creados en los últimos 12 meses fue ocupado por inmigrantes: del total de 426.300 nuevos empleos (+2% interanual), 44.400 beneficiaron a españoles (+0,3%) y los restantes 381.900 a extranjeros (+9,6%).
Al mismo tiempo, los datos del Ministerio de Trabajo nos dicen que, «bien contados», en julio había, pese a la estacionalidad favorable al empleo, 3,86 millones de parados («bien contados» significa sumar a los parados registrados los otros colectivos de desocupados que, por distintas razones, el gobierno cuenta por separado; entre estos colectivos, el más importante es el de fijos discontinuos inactivos, que son 762.600 personas).
¿Cómo es posible que, habiendo casi cuatro millones de parados, el 90% de los nuevos empleos sea cubierto por inmigrantes? ¿Cómo es posible que, habiendo casi cuatro millones de parados, las empresas de todos los tamaños y sectores tengan dificultades para encontrar personal? Es posible porque el mal llamado «estado del bienestar» (así, en minúsculas) ha ido demasiado lejos y desincentiva la búsqueda de trabajo.
En lugar de visitar países africanos y anunciar programas de «migración circular», lo lógico sería corregir la disfunción de nuestro mercado de trabajo, para que los parados puedan ponerse a trabajar. No solo es una cuestión de equidad (incluso un demagogo como Perón decía que «es justo que cada uno produzca al menos lo que consume»), sino que sería una forma indolora de reducir el déficit fiscal (en lugar de pagar prestaciones a los parados, el gobierno cobraría cotizaciones sociales e IRPF).
El problema es que, frente a la lógica, se imponen los intereses políticos del sanchismo-leninismo. Y ese interés no es resolver ninguna cuestión del mercado de trabajo, sino maximizar las bolsas de votos potenciales: si un parado cobra una prestación, que al finalizar se puede convertir en un Ingreso Mínimo Vital, su voto puede considerarse más seguro que si esa misma persona se pusiera a trabajar. Si, al mismo tiempo, se facilita la inmigración y la adquisición de la ciudadanía española, el rédito electoral se potencia (en los seis años que lleva Sánchez en La Moncloa, el número de ocupados con doble nacionalidad -española y otra- se disparó un 91%, desde 585.800 personas hasta más de 1,1 millones).
El tema de la inmigración irregular, sin embargo, va mucho más allá de una cuestión laboral. Lo primero que suele pasarse por alto es que los cayucos que llegan a las costas canarias no son capaces de hacer, por sí solos, el trayecto desde África. Para llegar a las Canarias tienen que ser transportados por buques mayores, por lo que solo realizan el último tramo de la travesía.
Yo no puedo creer que España no tenga la capacidad de detectar esos buques transportadores de cayucos, sea con helicópteros, drones o lanchas. De ahí que solo quepa pensar en una evidente falta de voluntad política (¿complicidad?), por parte tanto del gobierno español como de la Comisión Europea, para hacerlo. La gran pregunta es por qué. Las palabras de Sánchez lamentando que «desgraciadamente las redes criminales que trafican con seres humanos no dejan de crecer» suenan a otro de sus naturales ejercicios de hipocresía.
¿Qué sentido tiene alentar la «migración circular» desde países africanos cuando hay cientos de miles de personas en Iberoamérica, que ya tienen un pasaporte europeo, con una capacidad de rápida integración social y laboral, dado que hablan el mismo idioma y comparten la cultura y valores de la sociedad española? ¿No son esos anuncios (la «migración circular») una forma de agravar el problema que supuestamente se quiere resolver, al alentar la llegada de más inmigrantes irregulares? ¿No es la indolencia del gobierno, que primero retiene en Canarias y luego traslada subrepticiamente a la península a los inmigrantes ilegales (con la complicidad de las autonomías que se abren a recibirlos), un anuncio a aquellas mafias de que la puerta de entrada a Europa está abierta de par en par? El Gobierno de Sánchez está activando múltiples bombas de relojería en el terreno económico (deuda pública creciente, productividad en descenso, presión tributaria y regulaciones asfixiantes, contrarreformas laboral y previsional, intervencionismo en aumento, etc.). Sin embargo, ninguna de ellas es tan grave como la bomba de relojería de la inmigración ilegal: es una “bomba de racimo”, con consecuencias múltiples sobre la seguridad, la convivencia, las cuentas públicas y demás.