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Opinión

Montero embrolla más la pretendida soberanía fiscal catalana

La titular de Hacienda en algo es maestra: en la práctica del maniqueísmo

Montero embrolla más la pretendida soberanía fiscal catalana

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. | Agencias

De la comparecencia de la señora ministra de Hacienda en el Senado, cabría cumplir el expediente y acabar aquí mismo con el cervantino estrambote «fuese y no hubo nada». Pero me pagan por esto y creo que debo continuar, porque ustedes merecen más respeto del que doña María Jesús Montero dedicó a los senadores.

La titular de Hacienda en algo es maestra, en la práctica del maniqueísmo. Tras afirmar que el acuerdo entre PSC y ERC (que aquí llamamos Engendro) es resultado de la política valiente del PSC y explica cómo avanzar en el autogobierno en el marco de la Constitución, del Estatuto de Cataluña y de la LOFCA, señala que «en él no se hacen declaraciones unilaterales de independencia, no, no se formulan leyes de desconexión, como sí ocurrió cuando el PP gobernaba», frase capciosa que culpa al Gobierno del señor Rajoy de los hechos provocados por los ahora aliados del Gobierno.

La señora Montero sin quererlo y llevada de su natural facundia nos ha devuelto al más torpe zapaterismo cuando se refiere al Estatuto de Cataluña y lo califica como «validado por el Tribunal Constitucional», cuando lo cierto y verdad es que el tribunal de garantías podó severamente las pretensiones de los promotores del Estatuto, eliminando abusos que PSC y ERC ha vuelto a meter de rondón en su Engendro (segunda acepción en el Diccionario de la RAE, como ya expliqué).

La titular de Hacienda se limitó a hacer una lectura sesgada, triunfalista y pro domo sua de unos párrafos del papel, sin poder ocultar que la Generalitat gestionará, recaudará, liquidará e inspeccionará los impuestos «soportados por Cataluña». Esta frase última textual viene a decirnos que solo Cataluña soporta los impuestos; los españoles, en consecuencia, estamos encantados pagándolos. De estas simplezas ministeriales viven algunos.

En su explicación, la señora Montero habla con descaro de lo que Engendro califica literalmente como «soberanía fiscal». La titular de Hacienda se refiere a «la aportación catalana a las finanzas del Estado» en un vuelco radical de la situación, y precisa que dicha aportación a través de un porcentaje en la participación de los tributos que tiene que ser transparente. Es curioso que la exigencia sea la transparencia y no una cuantificación, al menos, de mínimos de lo que recibiría el Estado. Parece que en vez de hablar de impuestos, de dinero de los contribuyentes, hablamos del sexo de los ángeles.

Más hiriente para cualquier ciudadano español es la displicencia con la que Engendro y su defensora, la señora Montero, dicen sobre la solidaridad. Hay que afirmar previamente, que la solidaridad interregional es un mandato de la Constitución, no una concesión graciable de los gerifaltes de Cataluña, como ya he reiterado alguna vez. Pues bien, la señora Montero dice sin inmutarse que esa solidaridad está garantizada para que los gobiernos autónomos puedan alcanzar niveles similares, que no iguales, siempre que lleven a cabo esfuerzos fiscales similares. E introduce otra nueva idea, altamente peligrosa en manos de un Gobierno de implacable intervencionismo, que ella ha denominado «solidaridad finalista». Es decir, que los que hipotéticamente reciban dinero a través de ese mecanismo tendrán que aplicarlo a los fines que el Gobierno mande.

Pero, para un servidor, la apoteosis de la intervención de la señora Montero para explicar lo inexplicable y lo finalmente inexplicado, es cuando habla de «profundizar en el federalismo». O sea, de profundizar en lo inconstitucional, ya que ni una sola vez, el texto constitucional menciona federalismo ni ninguna palabra derivada de este concepto. Les recuerdo que Engendro, en su literalidad, habla de pacto entre federalistas e independentistas. O sea, un pacto suscrito entre fueras de la ley.

Temas cruciales de plan de secesión fiscal para Cataluña, como la exigencia de ordinalidad, es decir, de que los actualmente más ricos, lo sigan siendo hasta el fin de los tiempos, no merecieron más que una mención de pasada. No me resisto a la tentación de citar una frase de la señora Montero que es una antología de transparencia y claridad. 

Refiriéndose a las facultades de la presunta Agencia Tributaria de Cataluña dijo: «… asumirá de forma progresiva las funciones de aplicación de los tributos que se generan en esta Comunidad por medio de potestades de funciones administrativas de liquidación, de recaudación y comprobación de las obligaciones tributarias, con el uso, cuando corresponda, de los mecanismos previstos en la Ley».

Todo clarísimo. 

El presidente pródigo

El presidente reduplicó a su ministra de Hacienda en un mitin típico de la izquierda caviar y endomingada, para anunciar que todas las comunidades autónomas recibirán más dinero que hasta ahora. Un premio de consolación para quienes traguen con la soberanía fiscal catalana y que sólo trata de abrir brecha entre las comunidades autónomas donde no gobierna. De su éxito en el empeño no quiero hacer pronósticos. Crédulos los hay de todo corte y condición.

No podía faltar la amenaza permanente de aumentar los impuestos a los que él considera ricos porque tienen algo más de lo que puedan necesitar en su vida. Ignora que la Constitución prohíbe los impuestos confiscatorios, y también protege el derecho de herencia. Pero eso al señor Sánchez le importa un bledo. 

No puedo dejar pasar que el presidente Sánchez organizó su mitin en la sede del Instituto Cervantes de Madrid. Como antiguo trabajador de dicha benemérita institución pública me siento en la obligación de decir que me parece deleznable el uso partidista de la sede del Instituto Cervantes, máxime cuando el presidente del Patronato del Instituto es el Rey.

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