Ahora resulta que Pedro Sánchez es un genio de la televisión
«Broncano arrasa porque aporta novedad, frescura y conquista a una audiencia que hasta ahora pasaba de la tele»
Es lo que tiene dejarse llevar por la emoción antes que por la razón, que con el tiempo se le quedan a uno los pies fuera del tiesto y lo único que puede hacer es cabrearse con el mundo porque las cosas no son como uno creía. Claro, se ha montado una película que solo existe en su cabeza, ¿qué esperaba? ¿Que la verdad encajara como un guante en su delirio? Pues no, hijo, no: así no funcionan las cosas. Al final se ha estampado usted contra la cruda realidad y ahora se ve farfullando, sin argumentos, pero soltando insultos como único recurso para mantener el tipo. Vamos, que ha hecho el ridículo. Perdedor. Y es que, visto desde fuera, todo resulta tan patético que dan ganas de echarse una risas. Jajajajajaja. Perdonen, no podía contenerme.
No sé a qué iluminado se le ocurrió la idea de que fue el mismísimo Pedro Sánchez quien, en su papel de autócrata pegado al poder y dispuesto a acabar con toda disidencia, decidió personalmente el fichaje de David Broncano para hundir a Pablo Motos, ese pelirrojo que había convertido El Hormiguero en el enemigo mediático número uno de Moncloa por sus editoriales y su debate político con ponentes de peso ideológico como Tamara Falcó. Y que fue el propio presidente del Gobierno quien obligó a TVE a sacar la chequera para comprar al presentador de La resistencia por 14 millones de euros. ¡Ay, como en los tiempos en que Juan Carlos I veía una rubia en la pantalla, tipo Bárbara Rey, y se la pedía a los servicios secretos para que la escoltaran a Palacio en visita extraoficial!
En cuanto a los dineros, pues ahí tienen ustedes un portal de transparencia que les permite descubrir que ese ‘dineral’ corresponde al presupuesto total del programa para la temporada, no el salario del presentador: ‘La revuelta’ cuesta unos 90.000 euros por entrega (frente a los casi 150.000 de ‘El hormiguero’), es decir, y para situarnos, 20.000 euros menos que la serie ‘4 estrellas’ que ha venido a sustituir y cuya audiencia triplica. Por favor, no insistan en acusar a Broncano de embolsarse una fortuna que no le corresponde: hacen ustedes un bochornoso ridículo.
Si pesar de todo siguen con la matraca de que fue Pedro Sánchez quien tomó esta decisión y no José Pablo López, por entonces Director de Contenidos de TVE -que luchó a brazo partido por esa incorporación y al que le corresponde una victoria digna del Cid Campeador-, convendrán entonces en que su estrategia como programador de televisión es incluso más brillante que la de líder político, porque el resultado ha sido más espectacular que la moción de censura que le llevó a Moncloa: en apenas tres días, La revuelta se ha convertido en líder indiscutible, sacando cuatro puntos a Pablo Motos en estricta competencia. Alucinante. Y sin pactar con Bildu. Pedro es un crack, queridos haters, con un gran porvenir en el negocio audiovisual: le dan un mérito que no merece, pero allá ustedes. Perro Sanxe 1 – Conspiranoicos 0.
El gran acierto de Broncano ha sido el de ser fiel a su estilo: hace el programa de siempre («la misma mierda», reconocen ellos de coña), por lo que el formato aparece consolidado frente a la audiencia. No se ha molestado en experimentar. La espontaneidad y la complicidad se han ganado con el tiempo, no se ha improvisado de un día para otro. Su humor, en ocasiones surrealista, tiene mucho de autoparódico y, sí, contiene trazas de ‘progresía’ (también es cierto que le sacan partido a la campaña en su contra para reírse un poco de sí mismos), pero no es una soflama política, solo pullas que hacen mella en ese espectador captado precisamente por los bulos que convierten a su presentador en némesis de la ‘fachosfera’.
Pero no nos engañemos (dato mata relato), la audiencia del programa está básicamente anclada en jóvenes que conectan generacionalmente con el tono del formato, que no veían televisión lineal y que buscan un producto que les ofrece lo que buscan: entretenimiento con mucho cachondeo y retranca, improvisado y muy gamberro. Que los invitados sean desconocidos o intelectuales, hasta ahora vetados en el prime time, confirma que los espectadores aceptan los retos por encima de rancios prejuicios.
Posiblemente, ahora Pablo Motos empiece a entender que fue un error politizar un programa de entretenimiento que brilla cuanto más espectáculo ofrece. Frente a los divertidos experimentos y las pruebas increíbles, sus debates de actualidad no dejan de ser un pegote que han acabado por polarizar a la audiencia: en lugar de consolidarse como programa familiar, se ha ido escorando hacia un discurso político que podrá tener muchos seguidores, cómo no, pero también muchos detractores, no conviene olvidarlo. Es lo que ahora se conoce como ‘síndrome Ana Rosa’.
Motos se mantiene tras diez años porque tiene su prestigio y un colchón con un público fiel, pero no gana nuevos espectadores. Broncano arrasa porque aporta novedad, frescura y conquista a una audiencia que hasta ahora pasaba de la tele (en el proceso le roba a El intermedio, con el que comparte nicho). Son dos estilos de hacer entretenimiento, pero no son el reflejo de ‘las dos Españas’. Ya aburre esta visión desde la trinchera en la que todo se reduce a ‘zurdos de mierda’ y ‘fachas de mierda’. ¡Qué hastío!
Y a ver si entendemos de una vez por todas que el dichoso ‘free speech’ no solo se aplica a lo que uno puede y quiere decir, también a lo que los demás pueden y quieren decir. El respeto a la opinión ajena, aunque ésta nos disguste, es la base de la convivencia y de la democracia. Que la libertad no consiste en poder despreciar o atacar al otro, sino en que el otro pueda pensar diferente y entendamos que está en su derecho. Y no me vengan con que entonces están ustedes en su derecho de insultarle, porque ya no tienen 15 años: por favor, déjense de chiquilladas.
Vean lo que les dé la gana e intenten disfrutar, que algunos parecen unos auténticos amargados.