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Capital sin reservas

El silencio corderil del Ibex: ni mu con la amnistía ni fu con el ‘cuponazo’

«Frente a los vientos dicharacheros del nordeste peninsular, en la meseta hay una especie de bochorno sofocante»

El silencio corderil del Ibex: ni mu con la amnistía ni fu con el ‘cuponazo’

Pedro Sánchez. | Agencias

En boca cerrada no entran moscas. El mentón gigante de los Habsburgo, que alcanzó niveles desproporcionados en la mandíbula de Carlos I, dio lugar al sabio refranero que en la España real de nuestros días se ha transformado en un mantra sagrado para los grandes dirigentes económicos de la sociedad civil. De otra forma no se entiende que ningún responsable o asimilado de las más poderosas entidades corporativas se haya dignado a levantar la voz acerca del ‘cuponazo’ de Cataluña que los independentistas republicanos de ERC han facturado al Estado a cambio de sentar a Salvador Illa en la presidencia de la Generalitat. En medio de tan elocuente ley del silencio la única excepción ha sido la patronal catalana Foment, que no ha tenido inconveniente en exhibir su prognatismo habitual, valorando positivamente el particular y controvertido concierto fiscal.

El mundo del dinero y las altas finanzas no se ha prodigado en los grandes debates políticos que han acontecido durante el primer año de la estruendosa legislatura que nació de nalgas tras el célebre 23 de julio de 2023. Las tensiones políticas derivadas del llamado Gobierno transversal, que para muchos ni es gobierno ni es ná, solo aparecen mencionadas de pasada en alguno de los folletos con que las sociedades cotizadas tienen que dar cuenta a la CNMV de los riesgos que entrañan sus emisiones de deuda. En la mayoría de los casos, las advertencias no pasan de meras apostillas legales redactadas con sumo cuidado para no herir la sensibilidad de los poderes oficiales. Las cuentas de resultados no tienen alma y solo responden por sus cifras de ingresos y beneficios, buena parte de los cuales dependen también de la laboriosidad con que el Estado reparte sus contratos entre las grandes marcas del Ibex. 

En lo que concierne al explícito encanto manifestado por la burguesía empresarial catalana es preciso resaltar que, tras el resultado de las elecciones del 12 de mayo, Illa siempre formó parte de sus oraciones como salvador, si no de la patria regional, cuando menos de unas relaciones mucho más estables y edificantes con el resto del país. Los más autóctonos prohombres de negocios consideran que nada tiene de malo un reajuste de las cuentas públicas que contribuya al amejoramiento de sus negocios porque el empobrecimiento que puedan padecer ahora los demás territorios será compensado después cuando los ideales independentistas terminen de ser reconducidos dentro de eso que se ha dado en llamar el Estado plurinacional. No en balde, piensan ellos, la verdadera solidaridad interregional ha de empezar por uno mismo y Barcelona, como exponente económico de la futura Cataluña sólidamente anclada en España, siempre será bona si la bolsa sona.

El ‘seny’ catalán

En medio de la tormenta secesionista, los oriundos dirigentes corporativos se sacuden el polvo de las sandalias contra cualquier crítica habida y por haber que pueda derivarse de su colaboracionismo con el más honorable Govern socialista recién constituido. Como prueba de su aportación a la causa enfatizan la nueva normalidad que supone la recuperación de la enseña nacional luciendo de modo intermitente junto a la ‘senyera’ en el Palau de la Generalitat, y aseguran que a partir de ahora se acabaron, ojalá que para siempre, los desaires al rey Felipe VI cada vez que el jefe del Estado tenga a bien acercarse a su singular territorio comanche. La cortesía y diplomacia al máximo nivel institucional es el ingrediente esencial de esa dulce compota con que los empresarios de la zona quieren restaurar, ya les vale, su ancestral y más rentable ‘seny catalán’.

Frente a los vientos dicharacheros procedentes del nordeste peninsular, en la meseta se ha instalado una especie de bochorno sofocante donde nadie parece dispuesto a salir a la calle, no vaya a ser que le confundan con un activista de la resistencia antisanchista. Dentro de la almendra de la M-30, esa frontera virtual en la que el nacionalismo periférico focaliza sus denuncias contra el decadente centralismo de tiempos inmemoriales, los gritos del silencio más atronador y elocuente ponen de manifiesto que el miedo y el dinero van siempre de la mano cuando lo único que importa es guardar la viña. La debilidad de una plutocracia a rebufo de los poderes establecidos fue detectada desde el primer momento por Pedro Sánchez y es ahora uno de los factores en los que confía el líder socialista para superar cualquier obstáculo en todo lo que resta de legislatura.

El tácito consentimiento a las labores del Gobierno adquiere especial singularidad en el caso de la gran banca, que, después de cruzar los dedos por la espalda, ha corrido rauda para trasladar su felicitación exprés al discutido José Luis Escrivá como flamante gobernador del Banco de España. Tradicionalmente preparadas para salir en auxilio del vencedor, las grandes entidades financieras nunca suelen dar la cara si no es a través de la Asociación Española de Banca (AEB), la organización patronal preferentemente monitorizada por Ana Patricia Botín desde su trono de estirpe en el Banco Santander. La presidenta del banco cántabro, aclamada estos días al cumplir una década en el cargo, nunca ha expresado severos motivos de queja contra las políticas de la coalición social comunista, ni siquiera cuando la vicepresidenta María Jesús Montero ha salido por peteneras con sus gravámenes extraordinarios y demás lindezas contra los ricos del sector. 

Fervor sanchista

El Banco Santander ha sido colaborador excepcional en los planes de financiación del ICO y actuó como asesor de cabecera de la SEPI para facilitar la entrada del Estado en el capital de Telefónica. La renacionalización parcial de la operadora fue también bendecida por Criteria, el holding industrial de CaixaBank erigido de un tiempo a esta parte en el más apuesto y acaudalado primo de Zumosol que puede ayudar al desembarco del Gobierno en todas aquellas entidades consideradas estratégicas por necesidades del guion oficial. Talgo es la próxima en capilla a poco que Isidre Fainé sucumba a las invocaciones del ministro Óscar Puente para hacerse con el control del fabricante ferroviario. Con su encomiable vocación filantrópica por bandera, el decano de la comunidad bancaria se ha destacado como el primer embajador con que el jefe del Ejecutivo quiere extender sus cartas credenciales en los más ilustres ámbitos empresariales.

El único que todavía permanece algo alejado del culto practicante al sanchismo es el BBVA, que incluso se ha lanzado con una opa hostil sobre el Banco Sabadell contraviniendo las repetidas admoniciones del ministro Carlos Cuerpo. En Moncloa entienden que Carlos Torres llevará en el pecado su penitencia si no se arrepiente pronto de su osadía. En todo caso, y si persiste en el intento, la única manera de salir airoso del trance pasa por rendir pleitesía ante el sanedrín de Palacio, en un gesto de emulación equivalente al que vienen ejercitando sus ilustres colegas. Por acción u omisión, el proselitismo financiero es el lubricante que mejor engrasa el relato oficial del cambio de régimen que trata de imponerse en la España mendaz de la amnistía. En su ciego conservadurismo, los grandes poderes fácticos se han aliado con el impostado proyecto progresista en una prueba humillante para todos los que creen que los días de Sánchez en el Gobierno están contados. No será por la economía, claro que no.

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