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Opinión

Orgías, pedofilia, drogas, conspiraciones y cintas de vídeo

«El mes pasado fue detenido por acoso sexual, abusos y violación. Pero era solo la punta del iceberg»

Orgías, pedofilia, drogas, conspiraciones y cintas de vídeo

'Puff Daddy' | Ilustración de Alejandra Svriz

Se avecina el nuevo juicio del siglo y Ryan Murphy debe estar salivando mientras cavila su próxima serie para Netflix. La trama reúne todos los requisitos para convertirse en un éxito: se desarrolla entre estrellas de la música y el cine, cuenta con un villano seductor, entre las víctimas destacan menores de hasta nueve años de edad, hay orgías, drogas, chantajes y carreras fulgurantes marcadas por la perversión. No falta detalle. Y lo que todavía nos falta por saber, porque las investigaciones acaban de empezar. Eso sí, las teorías conspiranoicas se han disparado y todo el mundo tiene una explicación para cuanto rodea a la leyenda negra de Sean Combs, más conocido como Puff Daddy o Diddy, un rapero que, convertido en productor, relanzó las carreras de otros artistas mientras dejaba por el camino un reguero de escándalos.

El mes pasado fue detenido por acoso sexual, abusos y violación. Pero era solo la punta del iceberg. A esa denuncia inicial se han sumado otras 120 demandas que muestran el lado oscuro de esas famosas fiestas blancas (conocidas como Freaks Offs) en las que participaba todo Hollywood. Durante el registro de la mansión del artista se encontraron mil botellas de aceite para niños y más de 700 juguetes sexuales. Según los testimonios, las víctimas eran drogadas con éxtasis, ketamina y otras sustancias, y todo quedaba convenientemente grabado para su posible uso como extorsión. Los encuentros podían durar varios días y eran tan excesivos, que incluso una vez el organizador tuvo que hacer frente al pago de más de 40.000 euros por los destrozos en una habitación en un hotel de Nueva York.

Si alguien conocía bien la mano dura de Diddy era su ex, Casandra Ventura, que le denunció por violación, por darle constantes palizas, hacerla participar en orgías y drogarla para ello. Aunque finalmente retiró la denuncia, llegaron otras de diversas mujeres que mostraban cómo el rapero repetía el mismo patrón con aspirantes a cantantes que llegaban a él creyendo que les brindaría una oportunidad.

Más que respeto, lo que todos sentían por Puff Daddy era miedo. Pero su poder en la industria de la música era real, sus cuatro Grammy eran prueba de ello. Aunque artistas como Calle 13 ya mostraban en la letra de sus canciones que no les gustaba un pelo. Eran la excepción. Mientras, Ashton Kutcher o Leonardo DiCaprio acudían a su llamada como otros lo hacían a la de Jeffrey Epstein.

Todos lo sabían, pero todos callaban. Incluso Los Simpson (capítulo 12, temporada 28), donde se mostraba una tremenda fiesta blanca en la que el anfitrión, un tal Jay G, se parece sospechosamente a Diddy. Según los seguidores de la serie, los creadores predijeron lo sucedido, como otras tantas cosas de la vida real, cuando lo único que hicieron fue hacerse eco de los rumores. Vamos, es como si hubieran hecho un episodio sobre un ventrílocuo al que asaltan unos criminales del Este de Europa para robarle una caja fuerte, en la que guarda unas cintas que contienen grabaciones en las que participan políticos que se ven sometidos a chantajes por su mala cabeza. Por poner un ejemplo así, a lo loco.

Es fascinante ver cómo funciona el mundo de la conspiración, porque ahora uno echa un vistazo a las redes sociales para descubrir mil teorías, a cada cual más loca: que si el divorcio de Ben Affleck y Jennifer López (acusada de cómplice de esta sórdida red) se debe a que el rapero tiene un vídeo de la cantante teniendo relaciones con un menor, que Will Smith habría llevado a su hijo Jaden cuando apenas era un crío porque abusaba de él, que Beyoncé (otra de las supuestas cómplices) retuvo a Sia por orden de Diddy para componer sus canciones (la prueba es un tuit de 2016 que conforma un acrónimo: «Beyoncé me ha secuestrado»), que si Shakira le pudo ayudar suministrándole menores de su fundación y que, por esa razón, Gloria Stefan no quiso actuar con ella en la SuperBowl… Es un no parar.

Aunque hay otras que tienen cierta verosimilitud, como que el asesinato de Tupak Shakur -recibió varios tiros a la salida de un combate de Mike Tyson en Las Vegas- fue orquestado por Diddy, que habría pagado un millón de dólares al sicario, o que tanto Usher como Justin Bieber (su canción Yummy habla de cómo perdió su alma en una fiesta de Diddy) habrían sufrido abusos sexuales cuando apenas eran unos adolescentes y pusieron sus carreras, y sus vidas, en manos del rapero. En el caso de Bieber, la cosa va mucho más lejos, llegándose a hablar de un vídeo de contenido sexual que Puff Daddy supuestamente vendió entre sus clientes de la llamada Lista A de famosos y por el que llegó a recaudar casi 50 millones de euros.

Todo esto y mucho más puede salir a la luz durante el proceso, porque hay miles de implicados entre víctimas y cómplices de uno de los entramados más siniestros de la historia del show business. Mientas tanto, las cuentas de algunos los implicados están perdiendo millones de seguidores a toda velocidad mientras se disparan los rumores.

Pero tampoco hace falta irse a Hollywood. Nacho Jacob, famoso relaciones públicas español que ha pisado la cárcel por abusar sexualmente de cuatro menores, escribía lo siguiente en su perfil de Facebook a propósito que los eventos que organizaba tras los estrenos en Madrid: «En estas fiestas había famosos que se quitaban la máscara, homosexualidad, bisexualidad, orgías, parafilias, drogas, alcohol, era algo común. Todo lo que hacíamos superaba con creces cualquier guion de una película».

Las pulsiones son las mismas en todas partes. Ebrios de poder y fama, esos personajes actúan como intocables sin el menor escrúpulo, hasta que caen en desgracia y entonces salen todos los carroñeros que callaban como putas.

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