Del Bosque o el poder de la matriuska
«La RFEF es un transatlántico a punto de encallar con cerca de 700 empleados a bordo y un presupuesto de 400 millones»
En un país de pícaros, donde cohabitan «el estratega astuto y despiadado» (Pedro Sánchez, The Economist) y el tunante que no molesta hasta que la euforia le hierve y pierde los papeles (Rubiales) en un palco de la FIFA, encontrar entre quienes pululan por la RFEF y sus alrededores alguna persona que no dé el cante es casi como lo de la aguja y el pajar. Alguien que transmita valores, que sepa de fútbol y de números sin poner el cazo, ajeno al trapicheo secular o, en su defecto, si cae en la humana tentación que no sea un escándalo. Y si se le fuera la mano, lo esencial sería que los sucesivos secretarios de Estado para el Deporte no miraran para otro lado al recibir ese mensaje que acojona al más pío: “Por orden de la autoridad”.
En este trance late día a día el corazón «partío» de la RFEF (Real Federación Española de Fútbol), acorralada por UEFA y FIFA tras el ultimátum: o convoca elecciones en dos/tres semanas y elige presidente a primeros de enero de 2025 o se queda sin Mundial 2030 y sus equipos, sin competiciones internacionales. Como dice el seleccionador Luis de la Fuente sobre situación tan delicada, «a quien no le preocupe o es un necio o un ignorante». Como el Gobierno también ha recibido el aviso, el CSD, agotado el cupo de los coleguis, mediará para que se cumplan las normas y dejará de poner palos en las ruedas, TAD mediante. José Manuel Rodríguez Uribes, con la agenda más apretada que el corsé de María Antonieta, no asistió a la trascendental reunión y delegó en Vicente del Bosque, cabeza visible de ese engendro llamado Comisión de Supervisión, Normalización y Representación que se inventó en abril el ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes para tutelar a la Federación, que no ha dejado de ser un descalzaperros desde que la selección femenina saltó a la fama el 20 de agosto de 2023 en Sídney.
Sin demora, el fútbol español elegirá una nueva Asamblea (137 votos) y esta, un presidente. A De la Fuente le encantaría que el elegido fuera Del Bosque, «me tiene ganado»… si llegara a presentarse, pero no está por la labor. Sería un candidato de consenso si en el fútbol español, como en la política, las dagas no ocultaran el sol. Como ha escrito Javier Rioyo en este periódico, se necesitan «cómplices en la discrepancia», hombres de buena voluntad como Vicente para embridar al potro desbocado… Y no, no se vislumbran más alianzas que las que priman en las Federaciones Autonómicas (19) y suscitan tantas sospechas. Quien aglutine ese poder vencerá. ¿Por qué? Porque no son sólo sus 19 votos, sino los que acarrea territorialmente de los clubes no profesionales (29), del Fútbol Sala (12), de futbolistas (32), árbitros (11), entrenadores (15) e incluso el fútbol profesional (20).
La RFEF es «como una matriuska llena de mediocres y con alergia a la transparencia», cuenta un directivo que reculó al comprobar que «por ahí dentro la vida sigue igual», pese a las bajas causadas por la justicia. Tan opaca es la entidad que no permite avistar el contrato del seleccionador. Pedro Rocha le quiso renovar hasta después del Mundial de 2026 (México, EE. UU. y Canadá), «se lo había ganado»; pero como inhabilitaron al interino, el técnico se ha tenido que conformar con una prórroga cogida con alfileres y ficha de meritorio hasta que reine la paz en la Babel de Las Rozas. Del futuro mandamás se espera «limpieza y ética», virtudes que aglutina Ana Muñoz, que dejó plantado a Rubiales porque la confundió con un florero. Y a la futura Federación se le exigirá todo eso y que evite el juego de tronos, título peliculero que no deja de ser sino la antesala de lo que está por venir. Hay territoriales que ya se han agrupado, hay aspirantes que no han dado el ombligo todavía porque la traición domina el espectáculo. A Carlos Herrera alguien le hizo creer que contaría con apoyos suficientes para luchar y comprobó, como Ana Parera, que el voto válido es el que sale de la urna, no el que te dicen que va a entrar. Algún presidente territorial le ha dicho a un posible candidato que contara con él y a continuación ha confesado en otros oídos que no le votaría jamás: el poder de la matriuska.
Le ocurrió a Gerardo González, ex secretario general de la RFEF, cuando desafió al poder establecido y pensó que podría derrotar al todopoderoso Ángel María Villar. Ignoraba que quien le enseñaba el sobre con su voto, en el otro bolsillo portaba el del adversario. Villar, 29 años al frente de la Real Federación Española de Fútbol, no era un «tiraduros» sino todo lo contrario. Cobraba de la RFEF, de la UEFA y de la FIFA, por la presidencia y sendas vicepresidencias, y pese a los tres sueldos, gastaba, dicen, menos que un ruso catecismos. En su entorno, sin embargo, algunos con menos escrúpulos hicieron fortuna. Su famosa tacañería trascendió como el derroche que le sucedió. Hoy, la RFEF es un transatlántico a punto de encallar con cerca de 700 empleados a bordo, un presupuesto de 400 millones, un palmarés de selecciones único en casi todas las categorías y un seleccionador absoluto, Luis de la Fuente, a merced de las tempestades.
De la Fuente es víctima del sindiós que reina en una de las entidades futbolísticas más poderosas del mundo. La preside accidentalmente María Ángeles García Chaves, Yaye, heredera y paisana del inhabilitado Pedro Rocha y esposa del secretario general de la Federación Extremeña de Fútbol, de ahí el puesto. Está al frente de la gestora y alguien le hizo creer que podría ser la primera *presidente del fútbol español. La engañaron.
A la reunión del CSD asistieron Emilio García Silvero, director de la División de Servicios Jurídicos y Cumplimiento de la FIFA, y el director general de Integridad y Regulación de la UEFA, Angelo Rigopoulos. Si esperaban que estuviera con ellos el presidente del CSD, el mejor interlocutor del Gobierno en asunto tan crucial como la celebración del Mundial junto a Portugal y Marruecos (además del brindis al sol con Argentina, Paraguay y Uruguay), posiblemente se llevaron un chasco, mas no por ello alteraron el discurso y sus consecuencias: o hay presidente de la RFEF a primeros de enero de 2025 o el fútbol español va a pagar muy caro el egoísmo de sus responsables, gubernativos y federativos. Entonces, ¿hay candidatos? Sólo atisbos: Salvador Gomar, el presidente de la Valenciana; Manu Díaz, de la Guipuzcoana y… pare usted de contar, salvo que el «empresario chiflado por el fútbol y podrido de dinero, que ha montado un equipo directivo con buenos gestores y deportistas reconocidos», salga finalmente a la luz. Lleva un año organizándose y, cuentan, cumple con tres requisitos que él considera imprescindibles para ejercer el cargo: limpieza, ética y transparencia.
*Simeone insiste en no cambiar nada de lo que dijo después del derbi, que Courtois mercería un rapapolvo, lo que viene a ser «cagalla y no enmendalla». Yo insisto con presidente y no presidenta, por el mismo motivo que oyente no es oyenta ni vidente es videnta.