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Montanoscopia

Cuchillas de doble hoja contra el sanchismo

«Tiene difícil solución la tierra arrasada que deja, no ya en las instituciones, sino ante todo entre sus cómplices»

Cuchillas de doble hoja contra el sanchismo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

1. Las risotadas contra el sanchismo, en este momento de explosión de su podredumbre, son cuchillas de doble hoja: también nos desgarran por dentro. Es el país el perjudicado. Sánchez se irá por el sumidero, a su triste puesto entre los peores de la historia de España (en su caso, subsección mediocres), pero tardaremos mucho en recomponernos. Tiene difícil solución la tierra arrasada que deja, no ya en las instituciones, sino ante todo entre sus cómplices, entre los silentes. En cuanto a mí: ojalá me libre pronto del desprecio que siento por tantos, que también me corta.

2. El silencio de los silentes: no es estático, sino dinámico. Cuanto más grave es la situación, más grave es el silencio.

3. Mi corazoncito está con Jésica, estudiante de odontología. Instalada en la Torre de Madrid por Ábalos, le escribía a Koldo (asesor del entonces ministro) porque el congelador pitaba. Contratiempos domésticos en aquellas alturas que me enternecen. Conozco bien la Torre, porque un amigo mío vivía en el piso 23. Otro amigo, empresario gay, se traía muchachitos de provincias y los tenía alojados en unas oficinas lujosas pero desoladas. Una tarde me asomé y había uno, guapo, animoso, comiéndose un bocadillo de jamón york. Leo (no sé si es broma) que a Jésica la llamaban «la 20 minutos». Es tristísimo y también bellísimo, con punzada. Esas vidas precarias, relacionadas con la belleza y el placer: dones fungibles. Solo me sale al pensar en ella lo de una canción de Caetano Veloso: «Eu canto pra Deus proteger-te».

4. Me gusta la nueva premio Nobel, la coreana Han Kang. Digo que me gusta ella, que es más o menos de mi edad; su literatura no la he leído. Como siempre, se han sucedido las bromitas. Ocurre casi cada año, incluido el de Szymborska, que resultó ser una maravilla. Todos los premios son engañosos y el Nobel, que es el premio mayor, es el más engañoso: introduce una especie de final feliz en la vida de los escritores. Final sí que es con frecuencia, porque el Nobel los aplasta; pero que sea feliz estará por ver, como en todas las vidas que siguen. Los libros, por otra parte, solo tienen un final feliz posible: que se cumplan en un lector, con o sin premio.

5. El ministro Urtasun me ha resuelto un dilema que yo venía teniendo: cómo comportarse con las autoridades cuando son impresentables como las del Gobierno del que forma parte el ministro Urtasun. ¿Hacer abstracción de la impresentabilidad del individuo que ostenta el cargo y ser educado con lo que representa, que es la voluntad popular, o no? Urtasun, al maleducadamente no aplaudir al Juli cuando este recibía el premio nacional de Tauromaquia, me indica el camino: no hacer abstracción de los impresentables, que ni el que hagamos abstracción de ellos mismos se merecen ni se ganan.  

6. Ha pasado una semana y ningún diputado del PP (ni de Vox) ha renunciado a su escaño por haber votado una reforma legal que no se leyó: tendrían que haber renunciado todos. El sanchismo es una danza a dos, en la que también participa la oposición inoperante. Tautológicamente: cuando un partido gobierna es porque el otro no se lo ha ganado.

7. Brasas anuales que, desde la muerte de Franco (que nos pilló de niños), jamás padecimos los de mi generación: la del 18 de julio, la del 12 de octubre. La pseudoizquierda las ha reinstaurado, con sus insufribles recordatorios; y saltan con igual pesadez los de enfrente. Es un franquismo invertido (¡exactamente las mismas fechas de Franco!) el de esta España insoportable.

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