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Pilar Alegría: sonrisas y posverdades

«El puesto de portavoz es uno de los más ingratos. Incluso si uno es el alter ego de su jefe, éste siempre le exige más»

Pilar Alegría: sonrisas y posverdades

La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría. | Alejandra Svriz

Cuando llegó al Gobierno en 2021 como ministra de Educación, apenas era conocida por el ciudadano. En su tierra, en Aragón, sí que su nombre y su rostro, casi siempre sonriente, no eran inadvertidos. Aspiraba a la alcaldía de Zaragoza y a punto estuvo de conseguirla, fue delegada del Gobierno central en la Comunidad Autónoma y se convirtió en enemiga del entonces presidente aragonés, Javier Lambán. Ahora se especula con que su máxima ambición es convertirse en presidenta de la región, pero para ello tendrá que derrotar en las urnas al actual mandatario, el conservador Jorge Azcón, lo cual no parece fácil.

Pilar Alegría (La Zaida, 1977), diplomada en Magisterio, ministra de Educación y Deporte y más tarde, en noviembre de 2023, portavoz del Gobierno de Pedro Sánchez, mezcla la sonrisa con la palabra fuerte cuando se trata de atacar al rival. Su blanco preferido es Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Esta semana la ha acusado de absentismo laboral, dejación de funciones e irresponsabilidad tras negarse a aceptar la invitación de acudir a La Moncloa para hablar con Sánchez sobre la financiación autonómica. No se descompone ni altera su melena rubia. Ha cambiado el flequillo por el tupé, lo cual le ensancha la cara y destaca el gesto jovial. 

No le importa lanzar las críticas como si hablara en nombre del PSOE antes que como portavoz del Consejo de Ministros en las ruedas de prensa de los martes en Moncloa, en violación de su función, o desde su escaño en el banco azul en el Congreso de los Diputados. Tiene un leve acento maño, pero todo lo expresa con una naturalidad y campechanía muy aragonesas. Quienes la conocen no dudan en describirla como una mujer amable y cercana. Orgullosa de su extracción social modesta y de su origen pueblerino. Nació en La Zaida. Una pequeña localidad de la Ribera Baja del Ebro. Muy celosa de su vida privada. Tiene un hijo. La prensa local informó que está matriculado en un colegio privado, el Liceo Francés de Zaragoza, y no en uno público, lo que suscitó en su momento fuerte crítica. Ella lo ha negado.

Pero todo eso no significa que Alegría se ciña siempre a la verdad. Es más, últimamente parece alejarse más y más de las certezas y no tiene empacho en tergiversar un hecho para defender a su jefe, cueste lo que cueste y perjudicando su propio prestigio. Eso va en la nómina, debe pensar. El puesto de portavoz es uno de los más ingratos de la política. Incluso si uno es el alter ego de su jefe, éste siempre le exige más y le obliga a estrujar la verdad. La soledad de este subordinado es palpable. En la democracia española han abundado más los portavoces grises o semi mentirosos, con raras excepciones como Josep Piqué, a las órdenes de José María Aznar, o Alfredo Pérez Rubalcaba, en el último periodo de Felipe González. 

La alegría de mentir, ha titulado un medio haciendo un juego de palabras con su apellido. Practica con gran afán el método de la posverdad, tan a la moda desde hace una década en el mundo, aunque ya Goebbels, como ministro de Propaganda del Tercer Reich, la ejercitaba a base del verbo, del insulto y del crimen. Nada de eso ocurre obviamente ahora en las democracias occidentales.

En principio se hace con más sutileza, aunque en ocasiones se distorsiona tanto la realidad que tiene consecuencias como, en 2016, el referéndum sobre el Brexit en el Reino Unido o la victoria de Donald Trump en las presidenciales estadounidenses. El portavoz de la Casa Blanca fue un claro ejemplo de distorsión cuando insistió en que hubo más gente en la ceremonia de juramento de Trump que en la de reelección de Barack Obama. Todo ello es lo que dio lugar a las fake news, a las noticias falsas, al bulo siempre para desacreditar al otro. Eso vende y quien ostenta el poder pretende regularlo con normas, con la intención no pocas veces de silenciar las críticas.

La ministra portavoz es, como no podía ser de otro modo, más sanchista que su jefe, al que, por cierto, no respaldó cuando se presentó por primera vez a la secretaría general del PSOE en 2014. Ella se alineó con la líder andaluza Susana Díaz, quien la nombró jefa de campaña. Sánchez no le mostró rencor. Se fijó en ella y vio con agrado que empezaba a hacer sombra al entonces presidente de Aragón, Lambán, muy crítico con la política de Sánchez. Lambán se apresta a retirarse de la vida pública después de que se le haya reproducido un cáncer de colón.

El dirigente aragonés, junto con Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, es el único barón socialista que se han opuesto a las políticas de Sánchez. Uno y otro criticaron la reforma del Código Penal, la amnistía para los inculpados en el procés y ahora el acuerdo del PSOE con Esquerra Republicana para el cupo fiscal de Cataluña. Alegría despertó la ira de su odiado colega aragonés cuando en una de esas polémicas ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros comparó la futura financiación singular para Cataluña con los incentivos fiscales que se otorgan para las zonas despobladas de Teruel, Cuenca y Soria. «Es un insulto a la inteligencia», sentenció Lambán. Las duras palabras del todavía líder de los socialistas aragoneses no merecieron siquiera una respuesta de su colega en Madrid, quien no modificó su sonrisa y continuó trabajando para consolidar a su jefe y mirar con optimismo su propio horizonte. Debió pensar que Lambán es ya pasado y ella, en cambio, futuro.

La rivalidad entre ambos procede de cuando Alegría fue nombrada delegada del Gobierno en Aragón sin contar con el beneplácito del partido regional. Esa circunstancia complica las aspiraciones de la ministra de convertirse presidenta de Aragón en un futuro. En estos momentos no goza de la popularidad de la Ejecutiva regional. Sin embargo, es seguro que el congreso federal del PSOE, a finales de noviembre en Sevilla, modifique por completo la composición interna del partido. Los pequeños focos antisanchistas, concentrados en Aragón y La Mancha, quedarán borrados. Alegría, entretanto, podría aspirar a ser la número tres del partido como secretaria de Organización en sustitución de Santos Cerdán, completamente abrasado por el caso Koldo (ahora caso Ábalos) y por la mala química en sus conversaciones con el líder independentista catalán, Carles Puigdemont.

¿Hay que apuntarle en su debe una mentira tan descarada como su inexacta interpretación de la resolución de la Audiencia Provincial de Madrid sobre el caso de Begoña Gómez? La ministra portavoz se atrevió días atrás delante de los periodistas en Moncloa a darle la vuelta al contenido del dictamen judicial sobre el presunto delito de corrupción y tráfico de influencia de la esposa del jefe del Gobierno. Alegría sostuvo que el tribunal considera que las investigaciones que realiza el juez instructor, Juan Carlos Peinado, son una investigación «prospectiva» e imprecisa. Sin embargo, la resolución afirma justamente lo contrario. Pero no contenta con su posverdad, la ministra manifestó que la Audiencia Provincial ha acotado la investigación del juez Peinado al mínimo y que el archivo de la causa está próximo. Muy lejos de la realidad.

¿Qué más da si la verdad real se mueve por otros derroteros? La que vale es la nuestra, debió pensar la política aragonesa, seguramente llevada por las directrices del superior. Y el jefe siempre tiene la razón. Es un trágala que la primera vez le duele al portavoz si tiene cierta sensibilidad ética, pero la segunda y tercera vez bastante menos. Y además, el recurso a la posverdad suele venir acompañado de recompensa.

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