Cuando la televisión te puede salvar el pellejo
El estreno de la serie sobre los hermanos Lyle y Erik Menéndez ha acelerado la decisión del fiscal de revisar el caso
La tarde del 20 de agosto de 1989, Lyle y Erik Menéndez mataron a sus padres, José y Kitty, en su mansión de Beverly Hills. Los hermanos tenían 21 y 18 años. Fue un doble crimen atroz, perpetrado con escopetas: uno de los disparos reventó la cabeza del padre, otro destrozó la cara de su madre. Realizaron una auténtica carnicería en un intento de echar la culpa a la mafia. Para crearse una coartada, ambos se fueron al cine y compraron entradas para ver Licencia para matar. Parece un chiste de humor negro.
Ryan Murphy, creador de la serie Monstruos: la historia de Erik y Lyle Menendez, se toma muchas licencias para su ficción, incluso alrededor de la noche del crimen, pues altera los hechos para presentarlos de manera más dramática, situando a los padres en el mismo lugar, juntos, viendo la televisión en un saloncito. En realidad, primero mataron al padre y luego llegó la madre. Pero esto es una decisión creativa. La serie, con una estructura en espiral, vuelve una y otra vez sobre los hechos, pero en cada vuelta aporta una novedad, un giro de guion, un dato sorprendente, una duda, una sorpresa. Pero, sobre todo, construye un relato sórdido sobre la relación entre el padre y sus hijos, construida sobre el abuso psicológico, físico y sexual. Porque la serie nos habla de los monstruos que mataron a sus padres, pero también nos muestra al monstruo que manipula a sus hijos para violarlos.
Es un caso marcado por la importancia de la televisión: en su momento, en julio de 1993, cuando fue el primer juicio televisado en Estados Unidos, convirtiendo a los hermanos en auténticos fenómenos mediáticos, y ahora, con el estreno de la serie en Netflix, que ha acelerado la decisión del fiscal de revisar el caso. Por si fuera poco, el apoyo a la causa de Kim Kardashian ha sido determinante para convertirlo en un fenómeno mediático en redes sociales: «No son monstruos. Fueron condenados antes de que su juicio siquiera comenzara. Su caso se convirtió en entretenimiento para la nación y su sufrimiento fue ridiculizado en sketches en programas de humor. Los asesinatos no son excusables, quiero dejarlo claro, pero no debemos negar quiénes son hoy. El juicio y el castigo que recibieron estos hermanos fueron más propios de unos asesinos en serie que el de dos individuos que soportaron años de abusos sexuales por parte de las personas que amaban».
Durante el juicio recibieron miles de cartas de fans que no concebían que fueran unos asesinos: eran jóvenes y guapos, daban bien por cámara, eran famosos. Y aquello se convirtió en una trampa: primero, porque se fueron de la lengua desvelando secretos que pusieron en peligro su propia defensa; segundo, porque tuvieron la ‘mala suerte’ de que el otro crimen más impactante, el de O. J. Simpson, eclipsara el suyo. De hecho, cuando se tuvo que repetir, el proceso pasó sin pena ni gloria. La televisión ya no los quería.
Ahora, los documentales, la serie y el testimonio de uno de los miembros del grupo Menudo, cuyo representante era José Menéndez, quien ha confesado ahora haber sufrido abusos sexuales por parte del padre de Lyle y Erik, pueden ser clave para el futuro de los hermanos. Fueron condenados a cadena perpetua sin libertad condicional en prisiones separadas. Estuvieron más de 10 años sin poder hablar. En febrero de 2018, Lyle fue trasladado a la misma cárcel en la que se encuentra Erik. Desde hace unas semanas se habla de una posible liberación gracias a la imagen que de ellos se ha creado con la ingente creación audiovisual en las distintas plataformas. La fama los ha rescatado y puede darles una segunda oportunidad.
Una vez en la calle, se verán obligados a gestionar la vida que han empezado a construir desde rejas. Lyle se ha casado en dos ocasiones. Tras divorciarse en 2001, se casó dos más tarde con la periodista Rebecca Sneed. Le contactó durante el juicio. Luego, para ayudarle, ella se convirtió en abogada. Mantienen una relación sin contacto físico alguno, pues el condenado tiene prohibidas las visitas. Por su parte, Erik está casado con Tammi Saccoman. Ella le escribía durante el juicio. Se casaron en 1999. Hay un régimen de visitas y ella ha publicado un libro sobre su relación, Dijeron que nunca lo lograríamos: mi vida con Erik Menéndez.
Uno puede ser un monstruo, pero necesita ser un monstruo conocido, visto, reconocido, para que le hagan caso. Hasta los monstruos quieren salir por televisión. Solo así parecen humanos.