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OPINIÓN

Qué poco de fiar son los que se ponen medallas y presumen de ellas

«Venga medallas y venga lucirlas. Y todo, con su conveniente vídeo, no vaya a ser que se le escape un ‘like’»

Qué poco de fiar son los que se ponen medallas y presumen de ellas

Ilustración de Alejandra Svriz

Ya que llevamos un tiempo aquí, les voy a ser sincero: no sabía si escribir esta columna porque, desde que pensé en el personaje, tengo miedo de la reacción de sus seguidores. He visto lo que escriben en redes sociales, cómo embisten, en plan secta, de forma agresiva y sin contemplaciones, cuando alguien cuestiona mínimamente las acciones de su ídolo y a mí, qué quieren que les diga, el tipo me da mala espina, así que cuando escriba lo que pienso, imagino la andanada por parte de un ejército de trolls que se llenan la boca con la palabra libertad, pero que cuando otro la ejerce, lo lapidan en masa, coordinados, en un ejercicio que viene a demostrar que no hay mayor entelequia que nuestro derecho a pensar y decir lo que queramos. Ellos dirán que están en su derecho de responder, pero usar la libertad para insultar no es precisamente una demostración de respeto en este mundo cada vez más cegado por las bajas pasiones. Yo desconfío del personaje y voy a exponer mis razones.

Para empezar, nos situamos. Valencia se convierte en triste protagonista de una tragedia. En pleno caos, aparece un tipo que se lanza a las calles cubiertas de fango a llevar ayuda y, de la noche a la mañana, se convierte en héroe. Se llama Ángel Gaitán. Gracias al apoyo de un programa de televisión, Horizonte, y de sus incontables vídeos en redes sociales, cobra un protagonismo que parece alimentar tanto a su ego como a las víctimas del desastre, porque no para de realizar apariciones en las que presume de todo lo que hace. La humildad no es precisamente un rasgo que le caracterice. Haga lo que haga, lo inmortaliza en un vídeo para que quede claro que lo ha hecho él: porque él lo hace todo, lo mismo lleva la luz a una calle que un camión cargado de víveres. Vídeo por aquí, vídeo por allá. Y todos son éxitos suyos, como si nadie más en Valencia, qué digo Valencia, en España, hiciera nada. Solo él, el salvador.

Por si no lo saben, Ángel Gaitán tiene un taller mecánico. Entre bujías y cambios de aceite, se dedica a alimentar el contenido de su perfil de TikTok, una cuenta con casi cuatro millones de seguidores, y su canal de YouTube. Ya sabemos cómo monetiza: con visualizaciones, así que, cuantos más vídeos y más engagement, más beneficio. Como todo influencer, busca generar el contenido que mejor encaje con su marca personal y mejores resultados le genere. Y parece que ha encontrado un filón en la filantropía heroica. Es decir, por mucho que nos diga que lo hace de corazón, también factura y se hace publicidad. Todo en uno.

Su maniobra más hábil fue la de acudir al programa de Iker Jiménez con una bandera de España al grito de «¡soy facha!», haciendo de su operación personal una supuesta cruzada ideológica que, en caso de recibir crítica, le convertiría en víctima de una conspiración woke. Y Ángel Gaitán, como cualquier otro personaje público, debe entender que está expuesto a enfrentarse a los resultados de sus actos. Se llama responsabilidad.

¿Acaso no es cierto que acusó a Cáritas, sin mostrar prueba alguna, de intentar apropiarse de las ayudas y materiales enviados a Valencia tras la DANA?

¿Acaso no es cierto que, tras criticar la labor de las ONG, organizó una recaudación que él mismo tuvo que paralizar tras superar el millón de euros?

¿Acaso no es cierto que la razón que esgrimió para ello fue que no eran donaciones, sino beneficios, que debían tributar tanto en el Impuesto sobre Sociedades como el IVA? («Llevamos 1,2 millones recaudados, ya la verdad es que me acojona un poco la situación porque me van a freír a impuestos». Pues menudo gestor, el tipo que decía que si él gobernara España lo haría mejor que los políticos, y es incapaz de llevar las cuentas de su empresa. Veremos si es un error, porque es inevitable sentir el tufillo a estafa.

¿Acaso no es cierto que no existe auditoría alguna sobre el dinero recaudado y cómo se ha gestionado su reparto?

¿Acaso no es cierto que el criterio por el que repartía las ayudas a los pueblos se basaba en los likes que recibía cada localidad, en una suerte de subasta de la desgracia?

¿Acaso no es cierto que ha pedido ayuda económica a sus seguidores porque lleva abandonados sus negocios una temporada?

¿Acaso no es cierto que mientras él se presenta como un héroe, su padre lo describe como un estafador, un maltratador y un ludópata?

Ángel Gaitán es uno de esos tipos que asegura que nadie, salvo él, hace las cosas bien. Va por el mundo criticando todo, a todos, en un tono de eterno cabreado, al tiempo que se presenta como único garante de honestidad, sacrificio y esfuerzo. Venga medallas y venga lucirlas. Y todo, con su conveniente vídeo, no vaya a ser que se le escape un like.

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