Carlos Mazón: resistir a la desesperada
«El presidente valenciano se quema lentamente en su desprestigio, cuestionado por el propio líder del Partido Popular»
Hasta dónde puede resistir Carlos Mazón (50 años, Alicante) como presidente de la Comunidad Valenciana. Es algo que él mismo se pregunta cada día y cada noche después de la devastadora riada del pasado 29 de octubre causante de más de 220 muertos y daños ingentes. Es consciente que la gran mayoría de sus paisanos quiere que dimita, que se marche por su presunta mala gestión previa, durante y después de la catástrofe. No es justo, recalca, que todas las culpas recaigan en él y que el Gobierno de la nación no tenga también parte de responsabilidad por no haber actuado sin esperar a la aplicación de protocolos y a que él pidiera el auxilio de las fuerzas armadas y fuera declarado el estado de emergencia.
Los soldados llegaron con retraso después de la admirable y emocionante marea de voluntarios provistos de palas y escobas y la prensa detrás de ellos. El pueblo salva al pueblo, el poble salva el poble, es el eslogan que gritan estos días los valencianos y se lee en las pintadas sobre los muros que han resistido. No es sorprendente que los vecinos de las localidades afectadas insultaran y lanzaran barro a él y al presidente Pedro Sánchez, que tuvo que ser protegido por sus escoltas y huir en la visita a Paiporta hace dos domingos, así como a los Reyes, que aguantaron valientemente y decidieron no abandonar el lugar escuchando la rabia de los vecinos y tratando de calmarlos. Felipe VI y la reina Letizia tuvieron mejor acogida esta semana en una segunda visita.
Él se quema lentamente en su desprestigio, cuestionado por el propio líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, mientras que los socialistas hacen cálculos inconfesables y dudosamente éticos y sueñan con un regreso al poder en la comunidad, que perdieron en mayo de 2023. Feijóo, cuyo liderazgo va menguando día a día, ya le ha avisado que no puede cometer más errores. Entretanto, Teresa Ribera, hasta ahora vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, ha logrado salir indemne y prepara triunfante las maletas a Bruselas para ser la número dos de la nueva Comisión Europea como responsable de cambio climático y competencia.
La todavía ministra consideró que no era necesario viajar al lugar de la tragedia «para hacerse una foto» y sostiene que su departamento monitorizó la situación desde el primer minuto y actuó bien. Ni una sola autocrítica salió de su boca en la comparecencia el pasado miércoles en el Congreso y prefirió remontarse a la etapa de Mariano Rajoy, a quien criticó por no haber realizado las reformas necesarias en el barranco del Poyo, el epicentro de la riada causada por la gota fría. El PP va a votar en contra de su nombramiento europeo, pero no así el resto de los populares europeos. El PPE es la primera formación en el Europarlamento.
Mazón se agarra como buenamente puede al cargo y centra su salvación en la reconstrucción de la región, que llevará meses y hasta años. Además de los muertos, los daños son inmensos en más de 70 pueblos de la comunidad, un tercio del tejido industrial afectado y la ruina de cosechas, pequeños comercios, inmuebles y automóviles. El Banco de España estima que la catástrofe rebajará en dos décimas el PIB nacional del último cuatrimestre del presente año.
El presidente de Valencia ha pedido 31.000 millones de euros para paliar los daños, lo que equivale al presupuesto de su comunidad para todo un año. El Gobierno de momento va a destinar 10.000 millones aun sabiendo que esa suma es manifiestamente corta.
Sabe Mazón que es en la reconstrucción donde puede estar el mínimo rédito que tiene para su supervivencia. Es el mástil quebrado de un barco que nunca mejor dicho hace aguas por todos los lados. Ni siquiera tiene asegurado el puesto en el caso de que el plan resulte. Huele más a cadáver. Es el momento de trabajar, afirma sin convencer a los diputados en el Parlamento regional, pero le persiguen esas cuatro horas que estuvo ausente la jornada de la tragedia debido a un almuerzo de trabajo con una periodista a quien supuestamente le ofreció la dirección del canal de televisión autonómico.
La prensa le pide ahora copia de la factura del restaurante que dispone también de habitaciones, pero él se evade lo cual da lugar a sospechas de que hubiera algo más. Se incorporó al Cecopi (Centro de Coordinación Operativa Integrado) bien pasadas las seis de la tarde y el aviso de emergencia no llegó a los móviles de los valencianos hasta las ocho de la tarde, cuando la furia del agua estaba ya causando grandes daños. Incluso para acrecentar más los interrogantes hubo una hora en la que se interrumpió la comunicación de este organismo con la Aemet y la Confederación Hidrográfica del Júcar sin que hasta ahora se haya dado una explicación.
Presionado por Feijóo se ha visto obligado a hacer un reajuste de su gabinete destituyendo a dos de sus consejeras, que dieron prueba manifiesta de incompetencia e insensibilidad al ignorar una de ellas que su consejería dispusiera un instrumento de alerta para informar a los ciudadanos y la otra recomendar a las familias de los fallecidos no acudir al depósito de cadáveres y permanecer en sus casas. Es verdad que luego pidió disculpas.
Lo más notable ha sido el nombramiento como vicepresidente encargado de la reconstrucción de un alto jefe militar retirado de reconocido prestigio y sin adscripción a ningún partido político, el teniente general Francisco José Gan Pampols. En su historial figuran misiones de paz en Bosnia-Herzegovina, Kosovo y Afganistán. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, sorprende que haya realizado un desfile de entrevistas al poco de conocerse su designación confesando que no conocía hasta ahora a Mazón. Como condición exigió formar su propio equipo, todo técnicos -de hecho, ya ha elegido un adjunto, también militar- y no contaminar su labor con la política. «Para que todo vuelva a ser normal es necesario altura de miras y responsabilidad», ha declarado este alto mando, que fue director del centro de inteligencia de las fuerzas armadas y que su última función fue la jefatura del cuartel general de la OTAN en Beteta, localidad a pocos kilómetros de Valencia.
Resulta sangrante que en los peores momentos de la catástrofe ni el Gobierno central ni por supuesto el presidente valenciano carecieran de responsabilidad y agilidad para pedir auxilio a las unidades de la Alianza Atlántica antes incluso de la llegada de los soldados de la UME (Unidad Militar de Emergencia). Todo fueron protocolos con un sospechoso trasfondo político. Sánchez, recién regresado de un viaje oficial a India, no estuvo al principio demasiado hábil con unas palabras expresando disponibilidad del Gobierno para responder con todos los recursos necesarios «si nos lo piden». Sonaba como si el territorio fuera un tercer país y no una parte de España.
Mazón, abogado de formación, es un político agradable en el trato y muy solidario con sus compañeros. Mostró aguante sin abandonar a los Reyes en la accidentada visita a Paiporta. Fue insultado, zarandeado y manchado de barro. Su rostro reflejaba susto y humillación. Su carrera política comenzó a hacerla a la sombra de su paisano Eduardo Zaplana, expresidente de la Comunidad Valenciana y hoy condenado por corrupción. Fue jefe de la Diputación de Alicante y elegido en 2021 presidente del PP valenciano. Su consagración sería en las últimas elecciones regionales de mayo de 2023, cuando su partido, con un 35,75% de votos y casi la mitad de los 99 diputados de las Cortes, logró derrotar a la coalición gobernante de socialistas y nacionalistas de Compromis. Ahora estos últimos piden a sus socios sumarse a una moción de censura contra él.
En su ambición por constituir gobierno pronto, Mazón, que necesitaba el apoyo de Vox para tener mayoría absoluta, aceleró las negociaciones con el partido de ultraderecha y acordó una polémica coalición con consejerías importantes para Vox, entre ellas la vicepresidencia. Eso tuvo un efecto de arrastre en otras comunidades donde los populares fueron el primer partido e imitaron a Mazón. Todo ello incluso antes de la celebración de las elecciones generales dos meses más tarde, en las que Feijóo apuntaba, según las encuestas, a sustituir a Sánchez en La Moncloa. Todo eso como es bien sabido, no resultó. Algunos analistas han sostenido que los efectos de la coalición PP-Vox hizo que un sector amplio de votantes de centro y socialistas desencantados con Sánchez se quedara en casa o votara por el actual jefe del Gobierno antes que a una alternativa de derecha y extrema derecha. Vox anunció este año que se retiraba de los gobiernos de coalición, entre ellos el valenciano.
La catástrofe de Valencia políticamente pone en serio aprieto el futuro del PP en esa comunidad. Será muy complicado que los populares logren conservar el gobierno y aún menos si Mazón sigue de líder al margen de que las elecciones se celebren anticipadamente o conforme al calendario, en 2027. Para los socialistas es muy tentador que el actual jefe regional siga cociéndose en su historial ya imborrable de mal gestor. Pocos creen que sea capaz de liderar la reconstrucción del territorio sin la ayuda del resto de las formaciones políticas. Y no es improbable que el nuevo vicepresidente militar arroje la toalla si la política entra en sus competencias. En La Moncloa no hay prisas de momento para derribar a Mazón. La pregunta válida es saber qué habría pasado si el Gobierno de la nación y el de Valencia hubieran sido del mismo color y no como ocurre ahora. Especular con una tragedia de las dimensiones de esta tal vez sea indecoroso, pero el clima irrespirable que genera la conducta de la clase política española propicia por desgracia que sea planteada.