El orgullo de gasto público recrudece la carrera por la luz de la Navidad
Vigo intenta mantener la primacía en el derroche lumínico, pero Cádiz ataca con un nuevo criterio: el coste por habitante
Cuenta la tradición cristiana que, hace un par de milenios, tres Reyes Magos de Oriente descubrieron una enigmática luz en el cielo. Tras estudiarla y contrastar sus libros y apuntes al respecto, decidieron seguirla hasta que se posó en un humilde portal donde acababa de nacer el hijo de Dios. Una hermosa historia que sigue conmoviendo a muchos. Otros, más práctico, quizá se pregunte a cuánto cotizaría hoy la estrella de Belén. ¿Más que el bitcoin?
Para algunos, su valor no pasaría tanto por la capacidad de calentar los corazones en las frías noches de invierno como por su incidencia la gran industria del siglo XXI, especialmente en nuestro país: el turismo. Acabamos de saber que la oferta de viviendas de uso turístico se ha disparado un 17%, y la semana pasada hubo una manifestación importante en Barcelona de gente que pide que los turistas les dejen un hueco para pasar la noche, aunque sea en coliving con la mula y el buey.
En ese contexto, el alumbrado navideño está pasando de entrañable costumbre a ultracompetitvo argumento de venta de las ciudades. Las dos grandes ciudades españolas, Madrid y Barcelona, coinciden en la fecha de encendido: este jueves. Y las dos apagan el 6 de enero: o sea, cuando la luz navideña deja de cumplir su papel de guía a Sus Majestades de Oriente, que ya habrán cumplido la misión de agasajar a los múltiples epígonos del Niño Jesús que nos alegran el espíritu con sus interminables listas de consumo aspiracional.
Ambas metrópolis resumen en sus webs oficiales la oferta lumínica. Madrid con más lujo de detalles: el encargado de encender su Navidad será nada menos que el seleccionador nacional de fútbol, Luis de la Fuente; la luz llegará a más de 230 emplazamientos de los 21 distritos, con casi 12 millones de bombillas, que ya son bombillas, y se anuncian «numerosas novedades». En Barcelona, siempre tan mercantil, destacan «la puesta en marcha de rutas por comercios emblemáticos de los barrios del Gòtic y el Raval. Los establecimientos tendrán un proyecto de iluminación que remarcará la singularidad de los productos, los comercios, y su patrimonio arquitectónico».
La celebración en comunidad y la explotación económica no tienen por qué ser incompatibles. Siempre y cuando se respeten ciertos límites. Si seguimos pensando que se trata de una manifestación cristiana, el despilfarro no parece tener mucho sentido. Pero tampoco el talante aguafiestas: Jesús estrenó su oferta de milagros proveyendo de vino (y del mejor, dicen las crónicas) una boda local.
Otra cosa es que a Nuestro Señor le hubiera parecido bien que los contrayentes de Caná hubieran aprovechado para aparecer en equivalente al Libro Guiness de los Récords de bodorrios. En el tema lumíniconavideño está pasando algo por el estilo. Desde hace unos años, algunas ciudades parecían haberlo elegido como vehículo hacia la fama mundial y el consiguiente chorreo de turistas. Hasta que Vigo dio un paso más allá, haciéndolo su imagen de marca.
La ciudad gallega se encendió hasta las cachas hace ya un par de semanas, adelantándose a Madrid, Barcelona y, si hiciera falta, la misma Belén de hace 2024 años y la Biblia en pastas. Y lo hace a saco: el año pasado saltó la polémica al anunciarse que su alcalde, Abel Caballero, había triplicado el gasto ad hoc: casi 9,5 millones en cuatro años. La iniciativa, además, no se limita con excitar el orgullo local: una ambiciosa campaña publicitaria la vende por las principales ciudades del mundo mundial. Este año se suma Nueva York, donde deben alucinar con los carteles de Vigo City on fire de Christmas. Se espera, supongo, reclutar manadas de turistas con alto poder adquisitivo y aún más alta sensibilidad navideña.
Este año la apuesta sube a 420 calles con 11,5 millones de LED, 1.259 arcos ornamentales, y 2.518 árboles con luces. Teniendo en cuenta el tamaño de la ciudad (acaba de alcanzar los 300.000 habitantes), la densidad lumínica es más que notable. Y hay que sacarle rendimiento. Abel Caballero montó un número de notoria intensidad mediática en el comienzo de la instalación del dispositivo navideño… en julio. Turistas y vecinos alucinaban. El alcalde dijo que la tarea era tan colosal que había que empezar pronto. Y abrió la caja de Pandora. «El que quiera competir que lo diga».
El imaginario carpetovetónico pedía a Bilbao entrando al trapo. Sin embargo, inopinadamente, la respuesta llegó desde la otra punta. Cádiz ha contratado a Ximenez, la misma empresa que ha elevado Vigo a la cima de la iluminación navideña, para luminar 65 calles y 22 plazas, frente a las 10 y 14 del año pasado. Y una noria de 30 metros frente a la estación. Ya puestos… El coste total ha subido exponencialmente este año, pero no llega al millón de euros: menos que en Vigo. Pero los diarios locales se hicieron eco de la machada apuntando otro dato más relevante como criterio para decidir el ganador: el gasto por habitante. Los gaditanos se gastarán 8,85 euros por cabeza en luces de Navidad, mientras que los vigueses, pobres, se quedan en 7,8.
¡Orgullo de gasto público! Si Marx levantara la cabeza…
Cuando se enteró, el alcalde de Vigo vio la apuesta y subió lo que haiga falta. «El que quiera competir, que se olvide, no hay nada que hacer», respondió cuando la prensa, fascinada por la competición, le comentó el affaire Cádiz. Como argumento, recordó que en la plaza Porta do Sol él ha puesto ocho árboles de ocho metros cada uno. «Va a llegar a Marte el árbol de Navidad de Vigo», concluyó. ¿Afluirán turistas marcianos a degustar la Navidad de las Rias Baixas? Porque este es, se supone, el objetivo último de la carrera: el turista navideño, una especie que compartiría con las polillas (¿y la niña de Poltergeist?) una atracción irresistible hacia la luz.
A falta de datos más empíricos, recolectables una vez pasada la temporada alta del espíritu navideño, medios especializados van creando sus rankings. El portal Holidayguru, por ejemplo, sigue poniendo este año como líder las luces de Madrid, pero sube las de Vigo al segundo lugar (el año pasado eran terceras: el tesón de Caballero tiene premio), mientras que las de Málaga descienden al cuarto (todavía zona Champions, eso sí) y las de Cádiz irrumpen en el séptimo puesto: sin tradición, aún tiene que ganarse un nombre entre los mejores. Su referencia puede ser el exótico caso de las de Torrejón de Ardoz, que han subido este año un puesto, hasta el quinto.
Para los maldinis de las luces navideñas, las de Badalona asaltan una sorpresiva sexta posición. El scouting se fija en «su tremenda inversión (2.2 millones de euros frente a los 1.7 de 2023)», el «millón de puntos led» o «el segundo árbol más alto de España».
A todo esto, el Niño Jesús…