El padre Ángel, servir a Dios y al diablo al mismo tiempo
«Un ‘empleado’ del dios católico avalaba con su presencia a ese otro dios exterminador. El surrealismo de Buñuel»
Un servidor no tiene manera de saber cómo se producirá el Apocalipsis, pero supongo que su proclamación será muy parecida a lo que sucedió en este último congreso federal del partido socialista. El mal con mayúsculas debe ser algo muy parecido a lo que se dijo durante esos tres días en la ciudad de Sevilla. No hubo «duende», pero sí mucho San Patricio, enemigo número uno de estos pequeños seres con una gracia y un color especial. Se dice que cuando los duendes se enfadan se convierten en gnomos, tan difíciles de ver para el ojo humano como la verdad de la boca del amado líder socialista y de sus principales secuaces. Trolls sí que había muchos, se puede decir que estaba infestado de ellos.
Dicho lo cual, esas jornadas tuvieron una apariencia religiosa notable. Todos los presentes acudían con la ilusión de ver a «San Pedro» con las llaves en sus manos para abrirles el cielo socialista y ver si les dejaba entrar en él. Lobato ya no podrá, se encuentra en un limbo flotante, un astronauta que estuvo demasiado tiempo en la luna, pero que ahora busca nuevos satélites más terrestres y menos gaseosos y tóxicos. Una socialdemocracia menos líquida y más potable. Pero a veces hay una línea muy fina y confundible entre lo que parece un acto religioso y el de una secta. En esta última, los únicos que se benefician de esa organización son el líder de la misma y sus más allegados, que le ayudan a tener aleccionados a sus seguidores. De tal manera que le compran cualquier mercancía averiada, ya sea el previsible fin del mundo, un coche de segunda mano, o una amnistía a unos delincuentes condenados.
Vivimos en una sociedad cada vez más distópica. El futuro más próximo se presenta de manera alienante. El día de mañana da más miedo que el de hoy, pero menos que el de pasado mañana. Sociedades compuestas por bloques compactos y homogéneos. En ellos no hay fisuras posibles. El que quiera respirar fuera de ellos será ahogado desde dentro. Asentir o dejar de sentir el calor que da sentirse parte de algo, aunque no se sepa de qué.
La cosa es creer. En lo que sea, un Dios, una persona, un animal o una cosa. Los partidos políticos se presentan actualmente como esa tabla a la que agarrarse y creer en lo que sus preceptos dicen. No hay mejor ejemplo posible que el PSOE. Ellos se presentan como la única verdad creíble e imposible de poner en duda. Si lo haces serás o un fascista, o un ultraderechista. Un infiel al que castigar. La disensión es penada y acusada de antidemocrática. Aquí el Dios no es compasivo, sino que ejerce de manera virulenta sus poderes.
En estas circunstancias llegó el Padre Ángel al congreso federal del PSOE del pasado fin de semana. Un «empleado» del dios católico avalaba con su presencia a ese otro dios exterminador. El surrealismo de Buñuel se convertía en materia palpable. El verbo se hacía carne tras la intervención de Pedro Sánchez. Aquel lugar se había convertido en una Iglesia, y no en la de San Antón, que dirige el Padre Ángel. Aunque podían confundirse fácilmente. El santo que da nombre a la del octogenario religioso es el patrón de los animales, y aquel sitio ya no parecía el congreso de un partido político, sino un bestiario.
Un servidor no conoce las razones por las que el Padre Ángel pensó que estaba bien ir a la convención socialista. Si quería exorcizar los demonios de algunos de los presentes, o ahora que llegan las Navidades, quería adorar al niño del socialismo español, eso sí, cada vez más avejentado por culpa de su desaparecida conciencia. No sé si será posible servir a Dios y al diablo al mismo tiempo. Habrá que estar pendientes del padre Ángel para saberlo.