Las realidades paralelas de Sánchez
«El presidente vive en una constelación inventada donde no hay deuda, donde hay un presupuesto ilimitado para sus fantasías, como una empresa nacional de la vivienda»
Dicen los sicólogos que hay personas que construyen realidades paralelas a la medida de sus capacidades perceptivas y de su comprensión de la realidad. Aunque un servidor no es muy de sicologías, creo que la única manera de explicar la deriva de don Pedro Sánchez y por ende de su Gobierno y de su partido es que viven realidades paralelas que han aceptado como certezas por encima de lo real.
Así puede ocurrir que el presidente del Gobierno viva con intensidad lo que ocurre a miles de kilómetros, por ejemplo, en Suiza o en Bélgica, donde construye su castillo presupuestario con mucha más atención (y distracción) que los que dedica a asuntos cotidianos de la gobernanza del país.
Estos días, el presidente vive mucho más en la suite de un hotel allende las fronteras que en el palacete de la Moncloa, en cuyo despacho se acumulan informes de asesores muy bien presentados, pero que nunca merecerán su atención, porque tratan de asuntos sórdidos como la caída de la productividad de la economía española, como los problemas generales de la sanidad, el manga por hombro de la educación, la desindustrialización progresiva o el aumento del riesgo de pobreza.
¿Qué minucias son esas, comparadas con la incertidumbre del resultado de la esgrima presupuestaria con el señor Puigdemont ? ¿No son mucho más apasionantes los escarceos euro a euro mezclados con la retórica política almibarada que esa existencia dedicada a algo tan prosaico como el día a día?
«Ya advierten los sicólogos que el individuo instalado en la realidad paralela tiende a multiplicarlas como si lo real fueran las piezas de Lego»
La realidad paralela presupuestaria no es la única. Ya advierten los sicólogos que el individuo instalado en la realidad paralela y sintiéndose confortable en ella, tiende a multiplicarlas y construyen sucesivamente otras nuevas, como si lo real fueran las piezas de Lego.
Por eso no es de extrañar que el gran anuncio del presidente del Gobierno en el congreso del PSOE fuera la creación de una empresa nacional de la vivienda. Y se veía Sánchez visitando obras con casco amarillo y entregando llaves como un gobernador civil falangista de los de antaño. Una construcción, nunca mejor dicho, de una realidad que se ha montado sin el menor andamio de realidad.
Pretende ignorar el presidente, en primer lugar, el fiasco total de su Ley de Vivienda, que en poco más de un año ha demostrado, no sólo que no resuelve ningún problema de los que pretende atajar, sino que los ha agravado. Como no funciona la Ley, hagamos una maqueta, que es a lo que de verdad le va a dar tiempo.
Que la Ley del suelo es un impedimento, lo ignora; que los planes urbanísticos los hacen los municipios, no quiere ni verlo; que la materia de vivienda y urbanismo es competencia de las comunidades autónomas, qué más da. Hagamos una empresa nacional (claro) de vivienda que saque los colores a todos ellos, por su falta de iniciativa, por su falta de empuje, por su peor falta, no contar con él como gran hacedor. Si quieren casas, que me las pidan.
Esa realidad paralela choca, como es lógico, con lo que algunos llaman lo real, real que en este caso es un país con una deuda pública de 1,6 billones de euros (1.622.908.000.000 por decirlo en plata) a finales del mes de agosto, la friolera de 47.534 millones más que al empezar el año. Y eso, a pesar del incremento de la recaudación fiscal del 7,7 por ciento en términos homogéneos al finalizar octubre.
Casi comprendo a Sánchez. Ante esta realidad tan fea, mejor inventarse unas cuantas, aunque haya que contratar a Disney.