El negocio de la MLS se acerca a su punto máximo de maduración
«Los Angeles Galaxy gana la liga de fútbol de EEUU, que consolida con el fenómeno Messi una compleja estrategia»
Los Angeles Galaxy ganó el sábado la MLS. La MLS de Messi. El equipo angelino es el de mayor tradición de la joven liga del fútbol estadounidense, con seis títulos. Aunque se va extendiendo, nuestro fútbol, eso que por allí llaman soccer, sigue teniendo a los latinos como gran base de aficionados. Y LA es uno de los grandes hervideros latinos del país. El otro, en la otra costa, la Atlántica, es Miami, pero allí el fútbol no ha terminado de llegar hasta la llegada de Leo Messi.
El fichaje del argentino por el Inter se anunció el 7 de junio de 2023. Una semana antes habían destituido a su entrenador, Phil Neville, tras dejar al equipo en el último puesto de su conferencia. El Inter fue fichando también a Sergio Busquets, Jordi Alba y Luis Suárez. Esta temporada ha sido el mejor equipo de la fase regular con 74 puntos. El Galaxy se quedó en 64. Pero a los estadounidenses les gusta la emoción de los playoffs, y el título se decide en una serie de enfrentamientos directos. El Inter cayó a las primeras de cambio y los angelinos se llevaron el gato al agua.
El desenlace se puede leer como una bonita historia de transición. El LA Galaxy es uno de los 10 fundadores de la MLS. El Inter de Messi (y de Miami, de paso) es el combustible extra que la quiere poner definitivamente en órbita. Parece de justicia que se repartan el botín deportivo. El económico se lo reparte toda la liga: un estudio del Sport Business Institute (SBI) de Barcelona concluye que la MLS «está en camino de establecerse firmemente en el mundo del fútbol de clubes. La asistencia y las finanzas están creciendo, el acuerdo de transmisión con Apple está dando sus frutos a través de la tracción global y la llegada de estrellas, los canales sociales de los clubes están en un máximo histórico».
El análisis llega hasta octubre de este año, pero ya es suficientemente significativo: 25 de los 29 clubes, por ejemplo, habían logrado una asistencia promedio superior o igual a la de la misma fecha en 2023. Aún no hay datos económicos oficiales, pero todo apunta a que confirmarán el despegue. El estudio del SBI recuerda que, en 2023, los ingresos totales de las 29 franquicias de la MLS ya superaron la cifra mágica de los 2.000 millones de dólares, con un promedio de 70 millones de dólares por franquicia. Lo más importante es que «se trata de un crecimiento sustancial con respecto al total de 2022 de 1.600 millones». Y, sobre todo, los ingresos de las franquicias han tenido una tasa de crecimiento anual promedio del 16 % en los últimos tres años, «lo que puede considerarse una tasa de crecimiento muy atractiva».
La MLS lleva tiempo funcionando a un buen ritmo que ha confirmado el efecto Messi y puede rematar la celebración del Mundial 2026 en EEUU (junto con México y Canadá). El negocio ahora parece obvio, pero el camino no ha sido fácil. Y conviene ser prudente. Detrás hay una cuestión cultural delicada. Eso que los estadounidenses (todavía) llaman soccer era hasta hace no mucho (y en según qué ambientes sigue siendo) un deporte para mujeres y niños. En la escuela primaria se juega al soccer. En el instituto, ellas siguen jugándolo: la de EEUU es la selección femenina que más Mundiales y JJOO ha ganado. De ellos, en cambio, se espera que, ya preparados para recibir golpes de verdad, dejen fluir su testosterona hacia el verdadero football y el dinero de verdad: la multimillonaria NFL es el Dorado, con el precio de los anuncios en los descansos de su final, la Superbowl, como gran epifanía del capitalismo americano.
Los inversores del muy lucrativo negocio del deporte en EEUU, que no son tontos, veían ya desde hace tiempo cómo el resto del mundo estaba obsesionado con el puñetero soccer. Algo debía tener. Así que trataron de sacarle rendimiento. Para salvar la barrera cultural, primero había que darle prestigio. En los años 70 se inventaron la North American Soccer League (NASL) y la poblaron de futbolistas de nombres rutilantes, aunque ya en seria decadencia atlética: su paradigma fue el New York Cosmos en el que Pelé, Beckenbauer y Neeskens ganaron sus últimos millones. No funcionó. Tras encadenar varios pufos financieros, la NASL se disolvió en 1985.
Pero EEUU es un mercado demasiado grande como para dejarlo de lado. La FIFA, insaciable controladora del negocio futbolero, maniobró astutamente apuntando su mayor arma: el Mundial. Le ofreció el de 1994 a la Federación Estadounidense a cambio de que crearan una liga profesional competitiva. En 1993 se fundó la Major League Soccer (MLS). Esta vez las cosas se hicieron con más calma: no llegaron los Pelé de la época, sino estrellas de la selección nacional (Alexi Lalas, Tony Meola, Eric Wynalda…) y escogidos extranjeros de cierto nombre, sobre todo en el creciente mercado latino (el mexicano Jorge Campos, el colombiano Carlos Valderrama…).
La MLS prosperó poco a poco. Se fue expandiendo con cada vez más franquicias y público, pero los números no salían: solo en los primeros cinco años perdió 250 millones de dólares, y en los cinco siguientes no llegó el prometido despegue, sino un goteo menor pero continuo de pérdidas. La sangría culminó en un «plan de estabilización financiera» para evitar que la cosa acabara como la difunta NASL. Su genialidad consistió en detectar el problema en la intersección de la infraestructura y la cultura: hasta entonces al soccer se jugaba en los estadios de football americano, adaptados para esa versión menor extranjera. No había que recortar gastos, al contrario: había que reorientarlos. La MLS dobló la apuesta exigiendo a sus franquicias que construyeran estadios ad hoc. Sedujeron a grandes magnates del ladrillo y, a principios de siglo, comenzaron las obras de varios de ellos.
Sobre esa base, verdaderamente sólida, se empezó a construir también en lo deportivo. En 2007 se estableció el concepto de Jugador Designado. Las franquicias seguían sujetas al control salarial para evitar locuras como las del Cosmos de Pelé, pero podían hacer excepciones puntuales para traer estrellas internacionales. Así llegó David Beckham a, precisamente, Los Angeles Galaxy.
La competición fue ganando enteros y los números empezaban a salir, pero hacía falta un nuevo empujón. Llegó otro Mundial, el de 2026. Y se organizó todo para traer el protagonista indiscutible del anterior: Leo Messi. Para acogerlo, se le preparó la franquicia perfecta: Beckham, precisamente él… pero reconvertido en inversor, había presentado en un ambicioso proyecto en la ciudad de Miami. La MLS se lo aprobó en 2018. Tenía grandes proyectos para la otra capital estadounidense del mundo latino.