Bizarra mezcla de colonialismo y sacrificio azteca
«Es cierto que de este modo el acto quedó más aseado (Sánchez ya solo tiene una cosa higiénica que ofrecer: su ausencia), pero su obligación era ir»
1. Abro El País y me encuentro la firma de Antonio Papell. Hay justicia en este mundo: nadie se había currado tantísimo entrar en el periódico gubernamental. De papellón en papellón hasta el papellón definitivo. ¡Enhorabuena! (El periódico, por fortuna, no era de papell: lo hubiera empapado con la risotada en pleno café del desayuno.)
2. Le dieron el premio Eugenio Trías de ensayo a Innerarity (también conocido como Innanity o Inniquity, según las ocasiones). O sea, que ya en su tercera edición el premio que pretendía homenajear a mi admirado filósofo menoscaba su nombre. Innerarity es universalista de día y nacionalista de noche; lo mismo te abraza a Habermas que a los proetarras con los que se cruza en el aeropuerto. Es de los que me recuerdan a aquel juez parisino del siglo XIX que de día perseguía el cancán y de noche se travestía para bailarlo en los cabarets. En este sentido, puede que sea un buen homenaje a Trías después de todo: entre las obras de este se encuentra Filosofía y Carnaval.
3. El presidente Sánchez no acudió al funeral por las víctimas de la dana en Valencia. Es cierto que de este modo el acto quedó más aseado (Sánchez ya solo tiene una cosa higiénica que ofrecer: su ausencia), pero su obligación era ir. Si aspira a que no lo abucheen, entonces debería plantearse asistir, por ejemplo, además de a los congresos aclamatorios del PSOE, a los homenajes a etarras (acompañado tal vez de Innerarity, en su versión Inniquity; y de papellón Papell).
4. Hablo con un editor que viene de la feria del libro de Guadalajara (México) y me cuenta el aquelarre gubernamental que ha sido aquello. Ya se veía en el bombardeo de imágenes por las redes, en todas las cuales aparecía Juan Cruz. El acto estrella ha sido el recital de un poema de Poeta en Nueva York en 27 lenguas indígenas patrocinado por Luis García Montero. Una mezcla bizarrísima de colonialismo y sacrificio azteca. Lorca se hubiese autofusilado.
5. A propósito de la serie Cien años de soledad, espantosa para todos, vuelve el mantra de que Gabo no tiene suerte con el cine. Pero lo correcto es lo contrario: es el cine el que no tiene suerte con Gabo. El sopor de las películas de Gabo se corresponde exactamente con el sopor de los libros de Gabo. Los cineastas han reflejado a la perfección el mundo de Gabo, y por eso sus películas son un coñazo. Un coñazo, por cierto, repleto de gallinazos: los que salen de la pluma de Gabo. Resulta irritante. Si el personaje abre una puerta, le salta a la cara un gallinazo. Si camina, tiene que ir esquivando los gallinazos que revolotean a sus pies. Si come, un gallinazo se sube a picotear a la mesa. Si habla con otro, no hay quien se entere por el jaleo que arman alrededor los gallinazos. De pronto, inusitado alivio: ¡ningún gallinazo a la vista! El personaje se dirige entonces al fondo de la estancia, saca de un arcón un par de alas enormes, se las coloca y dice que es un ángel… ¡pero lo que parece es otro gallinazo! En eso consiste el famoso Macondo: cuando al fin desaparecen los gallinazos, ¡va el protagonista y se disfraza de gallinazo!
6. Empecé el año con Hitchcock y lo acabo con él, ambas veces de la mano de Arias Maldonado. En enero leí su Ficción fatal. Ensayo sobre ‘Vertigo’, uno de los libros del año. Y en diciembre he visto sus conferencias en la March, sobre su vida y su obra. ¡Extraordinarias!