El saludo de Isabel y Pedro
«La familia mal avenida de la Conferencia de Presidentes quiso hacer evidentes sus muchas discrepancias en cuanto pudo»
El pasado viernes se celebró en Santander la Conferencia de Presidentes Autonómicos. El acto se celebró en el Palacio de la Magdalena. Puede que con ello se buscara un simbolismo literario que homenajeara al gran Proust. Algo de evocación a un recuerdo más o menos placentero sí que puede que hubiese al lograr, por fin, reunir en un mismo lugar a los 17 Presidentes Autonómicos, además de al Presidente del Gobierno y al Rey. Como si hubieran sido atrapados por el espíritu navideño de estas fechas y hubieran querido volver a la casa común que simbolizaba dicha reunión. Una familia mal avenida, y que en cuanto pudo quiso hacer evidentes sus muchas discrepancias. Entre ellos los «cuñados» y las «suegras» abundan y no hay quien pueda hacer una buena ingesta de las viandas maravillosas que tenemos en nuestro país.
Los «patriarcas» de esa familia, el Rey y el presidente del Gobierno, quisieron predicar con el ejemplo, y se les vio charlar de manera amable y distendida. Caminaban por los alrededores de ese Palacio mientras hablaban con una naturalidad que sorprendió por lo poco habitual. Ambos saben que las apariencias son fundamentales en sus negociados, y que si fue un «paripé» por parte de los dos, por lo menos lo fue educado y cordial. Como cuando cualquiera de nosotros hablamos con alguien que no tiene toda nuestra confianza y la temática sólo está menos vacía que el silencio. El ruido sólo lo ponían las gaviotas que sobrevolaban el cercano Mar Cantábrico, que seguramente celebraban, como mi amigo Adrián, la gran temporada del Racing de Santander. Una ciudad de primera que recibía a unos representantes de una clase política de «regional preferente».
La anfitriona, como no podía ser de otra manera, fue la Presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, que no es hermana de Ernesto, y lo que haga importante a la curiosidad no sea llamarse de esa manera, sino coincidir en esos apellidos, tan poco comunes. No creo que Oscar Wilde se moleste por ello. Si es necesario le elogiaré diciendo de él que fue un escritor adelantado a su época y un visionario. Tengo claro que El retrato de Dorian Grey es un acercamiento psicológico a nuestro presidente del Gobierno. El narcisismo, la vanidad, y la búsqueda de un atractivo que se mantenga joven y por el que no pase el tiempo, hace evidente que estaba escribiendo sobre Pedro Sánchez. Sólo se equivocó en una cosa, la vejez sí que le está llegando al rostro y al cabello. Una cosa está clara, las arrugas de expresión y las canas son más difíciles de vencer que a Feijóo en un pleno del Congreso.
El personaje hecho carne creado por Oscar Wilde, a quien no quiere ver ni en pintura es a Isabel Díaz Ayuso. Pero era algo que el pasado viernes era inevitable. Como Presidenta de la Comunidad de Madrid debía ir, y allí se presentó. El Rey Felipe y el guapo venido a menos acababan su paseo en solitario, y comenzaba su saludo protocolario a todos los Presidentes Autonómicos. Cada uno hablaba con el que tenía más cerca esperando el saludo con los “patriarcas”. Primero les saludaba el monarca y después el marido de Begoña Gómez. Todos emanaban un “buen rollo” que pretendía parecer sincero. Mazón no estaba para actuaciones y se le veía nervioso. Se restregaba las manos antes del saludo y bajó la mirada, temeroso, como cuando tienes la conciencia intranquila. Pedro Sánchez le miró directamente a los ojos para enseñarle cómo hacerlo.
Y entonces llegó el momento. El Rey saludaba y hablaba durante escasos segundos con la presidenta madrileña. Tiempo que seguro que se le hizo eterno a Pedro. La espera es especialmente amarga cuando no puedes evitar lo que va a ocurrir. El monarca había terminado, ambos se miraron y alargaron sus brazos para que el estrechamiento de manos se llevara a cabo con éxito. Breve mueca de sonrisa y cruce de miradas que duró lo que un parpadeo. La desgana hecha arte. El desdén teatralizado de manera sublime. En definitiva, el saludo más auténtico de los que allí se produjeron. En el resto hubo muchos impostados en su exagerada cortesía. Que Isabel y Pedro no se soportan es algo que ninguno de los dos ocultan. Si observan el saludo entre Page y el Presidente del Gobierno, se pareció mucho, por no decir que fue idéntico al de nuestros dos protagonistas. Pero rezumaba una falsedad evidente por todos los poros. Isabel y Pedro se detestan, pero por lo menos lo hacen a la cara y de frente. El respeto lógico entre enemigos que saben que no podrían tener otro más poderoso y difícil de vencer.