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Opinión

Gisèle Pelicot y Samuel Paty, dos juicios, dos tratamientos mediáticos

El proceso del profesor decapitado ha recibido menor atención que el de la mujer violada por decenas de degenerados

Gisèle Pelicot y Samuel Paty, dos juicios, dos tratamientos mediáticos

Homenaje al profesor Samuel Paty, decapitado por mostrar una caricatura de Mahoma. | Europa Press

En estos días culminan dos juicios en Francia. El primero, muy mediatizado, con enviados especiales de todo el mundo, es el sórdido caso Pelicot, en el que, durante años, un hombre, Dominique, drogó a su esposa a su esposa, Gisèle, para ser violada por decenas de hijos de puta y/o degenerados. La justicia determina en este momento cuánto sabían o podían ignorar del alcance de sus actos, del estado de su víctima. La entereza y valentía de Gisèle Pelicot para enfrentar a sus victimarios es ejemplar, un modelo para que la vergüenza cambie de lado. Permite además alertar sobre el fenómeno de la «sumisión química» y habilitar a que otras víctimas encuentren fuerzas para contar sus propias experiencias y poner detrás de las rejas a sus responsables. 

Existe un intento por buscar imponer desde cierto feminismo que el caso revela un machismo sistémico, una cultura de la violación que anida cada varón, que es un Monsieur Pelicot en potencia. Esto es absolutamente falso, y la mera idea de hacerle eso a una mujer es aborrecible para el común de los hombres. Pero, como suele ocurrir con estas consignas militantes, ninguna prueba empírica les hará cambiar de opinión.

El segundo juicio, del que probablemente ni hayan escuchado hablar, y que también se está celebrando, es el de los cómplices de la decapitación del maestro Samuel Paty en 2020 a manos de un islamista tras mostrar una caricatura de Mahoma en una clase sobre la historia de la libertad de expresión.

Hay ocho personas juzgadas por las que han pedido hasta 16 años de cárcel por su implicación, en distintos grados, en el asesinato.

Samuel Paty, profesor de Historia y Geografía, de 47 años, fue apuñalado y después decapitado cerca de un instituto de secundaria de Conflans-Sainte-Honorine, al noroeste de París, donde impartía clases. Su asesino, Abdoullakh Anzorov, ruso de origen checheno de 18 años, fue abatido por la policía poco después. El asesinato fue celebrado por sus allegados chechenos en su país natal.

Campaña en redes

Hoy se juzga a los eslabones necesarios para que se asesinara a Samuel Paty. Su muerte fue precedida por una intensa campaña en redes. Está primero la estudiante que acusó falsamente a Paty de discriminar a los musulmanes. Están Azim Epsirkhanov, 23 años, y Naïm Boudaoud, 22 años, acusados de haber suministrado las armas al asesino, conociendo sus planes. Están el predicador islamista pro Hamás Abdelhakim Sefrioui, 65 años, y el marroquí Brahim Chnina, 52 años, padre de la chica que mintió, diciendo que Paty había discriminado a musulmanes, y se dedicaron a inflamar las redes sociales hasta convertir a Paty en un blanco. 

En realidad, la alumna no había asistido a la clase y el profesor no había discriminado a ninguno de sus alumnos. Había sido una mentira de la adolescente para justificar su expulsión del colegio durante dos días. Había sido expulsada por sus ausencias injustificadas y su comportamiento, así que para explicárselo sus padres, inventó que Paty la había excluido del curso porque ella había protestado contra la exhibición de las caricaturas de Mahoma.

Pero los que están en el banquillo no son los únicos responsables. Está la directora de la escuela, que en vez de proteger a Paty, que no era particularmente militante en sus clases, recibió cálidamente a la familia y sus quejas contra el maestro, la misma familia que hoy se sienta en el banquillo. La directora sabía que sobre Paty pesaban amenazas de muerte y, sobre todo, que el futuro asesino había sido denunciado en 14 oportunidades por sus publicaciones en redes a las autoridades competentes. 

Proselitismo islámico

Está el referente de laicismo, enviado por el Ministerio de Educación, alertando de las amenazas que, en vez de apoyar a Paty en medio de la polémica, le dijo que no iba a ocuparse más del asunto. Están estos dos colegas del colegio, que dejaron de solidarizarse con de Paty por carta cuando empezaron las amenazas. Están los servicios de inteligencia, que no actuaron teniendo información pública de sobra para impedir el ataque. Y está lo que vino después; 400 incidentes en escuelas en el momento de homenajear a Paty el primer año. Después de la pandemia, en 2023, 605 incidentes, dando lugar a 85 exclusiones definitivas de alumnos que se manifestaban contra el homenaje.

Hubo 78 incidentes por lo mismo en 2024. Entretanto, en 2023, un alumno islamista mató al profesor de letras Dominique Bernard en nombre del Estado Islámico. El asesino dijo haber actuado porque el profesor estaba demasiado «apegado a la democracia» y «a los derechos humanos». De este caso han escuchado hablar todavía menos porque la repetición de estos sucesos hace que sea menos noticia, y ni hablar de las amenazas y golpes que ocurren a diario, así como los incidentes permanentes por el velo y otros atuendos del proselitismo islámico que violan el laicismo de la escuela pública, la enseñanza del Holocausto o de la Teoría de la Evolución. 

Esto sí es sistémico, una ideología totalitaria y liberticida que corroe toda la sociedad francesa con la militancia islamista de unos y la complicidad cobarde de otros. Y es algo que ocurre cada vez más en los países vecinos de Europa. Pero por alguna razón, esto no merece ni la caracterización de sistémico ni mayor cobertura mediática.

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