A las casas reales se les atraganta la Navidad
«Ahora que nos enteramos de todo, no hay corona que no tiemble por las sacudidas de los titulares más escandalosos»
No hay Casa Real europea que no tenga este año algún conflicto que provoque tensión en la cena de Nochebuena o la comida de Navidad, según la tradición que marque la celebración de estas fiestas. Reyes y reinas van a tener que lidiar en la mesa con sonoras ausencias y conversaciones delicadas por culpa de secretos familiares que han salido a la luz, alimentando unas polémicas difíciles de obviar cuando están todos reunidos junto al arbolito haciendo como que nada ha pasado. Y ha pasado de todo. ¡Qué tiempos aquellos cuando la prensa solo hablaba maravillas de las cosas de palacio! Ahora que nos enteramos de todo, no hay corona que no tiemble por las sacudidas de los titulares más escandalosos.
En España, sin ir más lejos, hace años que la Familia Real evita reunirse al completo para no enfrentarse a las sombras del caso Noos que arrastró a la infanta Cristina a los infiernos judiciales, aunque si hay una cuestión tabú es el exilio dorado del emérito, que sigue con sus millones en Abu Dabi y el recuerdo permanente de sus amantes sufragadas con dinero público. A doña Sofía se le debe atragantar el turrón cuando piensa en ello, así que se queda aislada del mundanal ruido en sus aposentos junto a su hermana, Irene de Grecia, hasta que recibe la visita de su hijo y sus nietas para felicitarla.
Una de las celebraciones más misteriosas es la que tendrá lugar en el Palacio Grimaldi. El príncipe Alberto II y Charlène de Mónaco mantienen una extraña relación, por llamarla de alguna manera: a ella la han estado tratando por su adicción a los somníferos y a los ansiolíticos, llevando una vida de soltera en Francia con sus hijos y, al parecer, un amante ruso que la consuela como nunca lo hizo su marido. Obligada a volver al Principado por compromisos con la Casa Real, Charlène no pondrá su mejor cara cuando se tenga que enfrentar al menú navideño como si formara parte de una familia feliz. Ni villancicos ni gaitas, la tensión se mascará más que el pavo asado.
Los Windsor podrían pasar las fiestas en un hospital, porque menuda temporada de enfermedades oncológicas han sufrido: desde Carlos III hasta Kate Middleton, Buckingham Palace ha sido una constante fuente de partes médicos. Aunque la Casa Real ha anunciado la reunión más numerosa jamás vista por esas fechas, hasta 45 invitados, la ausencia de los Sussex se hace más dolorosa. Harry y Meghan Markle son los apestados de la familia, con permiso del príncipe Andrés, que se va metiendo en los charcos más turbios que uno pueda imaginarse. Tras su más que sospechosa amistad con Jeffrey Epstein, hemos descubierto ahora sus negocios con un espía chino en un caso que todavía promete dar más vueltas y quemar la escasa reputación que le quedaba al favorito de Isabel II.
Los suecos tiene un dramón que no lo supera ni una película de Bergman. Tras pedir un crédito millonario por estar en la ruina, la Familia Real no puede este año presumir de muchos lujos. Los líos entre los hijos del rey Carlos Gustavo no han cejado: Carlos Felipe se casó con una ex stripper, Magdalena de Suecia lo hizo con un empresario que rechazó el título nobiliario e, incluso, la nacionalidad y Victoria, la heredera, cayó en la anorexia y se casó con su entrenador personal. Los hermanos y sus líos se calman con la visita de Papá Noel, que llega por los jardines del palacio.
Los reyes noruegos van a estar todos pendientes del nuevo delito cometido por Marius, el hijo de la princesa Mette-Marit, que ha llegado a ser detenido y ha pasado por prisión. Por si fuera poco, el marido de la princesa Marta Luisa, de profesión chamán, también ha sido acusado de cometer diversas estafas. No es de extrañar que el corazón de Harald V haya sufrido tanto como para necesitar que le implanten un marcapasos. En ese palacio no llegan a los mazapanes sin que salte alguna bronca o acuda la policía para detener a un sospechoso.
Y algo huele a cuerno quemado en Dinamarca. El nuevo rey, Federico X, ha sido considerado un casanova toda la vida, dejando en muy mal lugar a su esposa, que ha tenido que tragar y poner buena cara en todos los posados de la Casa Real. La lista de amantes de Su Majestad pasa por una prostituta de lujo a su amiga especial, Genoveva Casanova, con la que fue visto por las calles de Madrid. Las cosas no están como para un encuentro familiar en la intimidad, salvo que disimulen con el mismo descaro con el que lo hacen en los actos oficiales. Un poco duro todo, más que el turrón de Alicante.