De Porta a Louzán, 'valgamelseñol'
«¿Qué coño pasa con los presidentes de la Real Federación Española de Fútbol?»
La tranquilidad, como la felicidad, sufre altibajos. No hay dicha completa ni siesta sin sobresalto. Como en las películas, se abre plano y te ves rodeado de la familia, disfrutando del postre cuando, de improviso, en la tele salta una noticia y no puedes evitar el golpe de tos. Has escuchado un nombre, vinculado a una trama de corrupción, que en alguna ocasión de tu vida te sirvió de palanca y se te caen los palos del sombrajo. ¡Ay, aquella foto en el yate, maldita sea la hora! ¡Ay, la del ‘Tito Berni’! ¡Ay, el intercambio de correos electrónicos con el conseguidor! ¡Ay, ay, ay! Lamentos. Sabes que de aquí en adelante será una sombra que te persiga, algo tan incómodo y detestable como fallar un penalti en la final o que el balón en la jugada crucial se te escape de las manos y acabe en la red o que el remate a puerta vacía termine en las nubes, como esos wasaps que te crees que has borrado.
Los errores, voluntarios o involuntarios, no prescriben y en el campo de minas que es el territorio político son el trampolín de las hienas, o de los oportunistas, incluso de los incautos a punto de morir en la orilla. No es que as noticias dejaran de serlo «cuando empezaron a emitirlas 24 horas al día» (Morgan Freeman, Lioness). Quia. También perduran con sabor a rancio. En el fútbol de los «105 por 68» rara vez llega la sangre al río, literalmente. Aunque hay casos, como el del colombiano Andrés Escobar, asesinado por un sicario por meterse un gol en propia meta que significó la eliminación de su país en el Mundial de Estados Unidos. Es la excepción que confirma la regla. En el otro sector, ese en que «una buena mentira es mejor que una mala verdad» (Juan Gómez-Jurado, Todo muere), el abuso de la exageración, del embuste descarado y del esperpento, concentrados en el bloque político de los telediarios (informativos televisivos del medio día y del prime time), termina por causar hilaridad cuando desgrana la actualidad judicial del «Gobierno y tú más», embotellado cual equipo menor. Todo lo contrario que las noticias administrativas del fútbol, surgidas en la Federación de siempre, que maldita la gracia que hacen porque abundan en un hartazgo nada coyuntural y acarrean consecuencias.
El último bastión en fútbol es el cancerbero, habilitado para utilizar los puños en esa área donde los demás infringen si sacan la manita a pasear. Superados por el adversario todos los muros de contención, si rebasan la línea de meta es gol. El último baluarte del sanchismo es Sánchez, naturalmente, que fue levantando ringleras de protección a tutiplén; defensas que ahora se tambalean. Tiembla el misterio; parece que está en las últimas; pero resiste las embestidas. Elemental, si cae como las estatuas de Husseim y Al-Asad, perderá por goleada y sus defensores no encontrarán manos suficientes para practicarles la maniobra de Heimlich. Zarandeados por los escándalos, aguantan como juncos, no se quiebran tan fácilmente como los que hacen renuncio en el deporte del balón redondo, condenados por la totalidad antes del juicio.
Empero, algo tiene el fútbol de los despachos cuando lo maldicen. Y algo harán sus dirigentes que son carne de cañón. La lista de señalados es larga. Havelange dimitió como presidente honorario de la FIFA después de que el Comité de Ética determinara que durante su mandato (1974-1988) recibió sobornos, pero se libró de acusaciones tales como el tráfico de armas o de drogas. En 1988 designó sucesor a Blatter, suspendido ocho años, como Platini, presidente de la UEFA. A Infantino también le han investigado; se vio inmerso en un proceso penal que duró un trienio, hasta que la Fiscalía suiza cerró la causa contra él (2023). Ángel María Villar, después de ocho querellas archivadas y una veintena de delitos que corrieron idéntica suerte, aún está pendiente del ‘Caso Soule’: administración desleal, apropiación indebida, corrupción entre particulares y falsedad documental. Él, que pasó 11 días en la cárcel, se declara inocente. Antes que Villar, Pablo Porta y José Luis Roca tuvieron que probar su honradez en los tribunales. Rubiales, su sucesor, sigue en pleitos, y Rocha, el sucesor del sucesor, ha sido excomulgado. El nuevo presidente de la RFEF, Rafael Louzán, lo es a pesar del CSD, que lo detesta porque está pendiente de que el Tribunal Supremo haga efectiva una condena de siete años de inhabilitación. La fecha clave, el 5 de febrero de 2025. De ahí la pregunta: ¿qué coño pasa con los presidentes de la Real Federación Española de Fútbol?
Gianni Infantino, al verse libre de culpa, pero nunca de sospechas, recalcó tras el veredicto favorable: «Las acusaciones contra mí eran meros intentos de gente pobre, envidiosa y corrupta por atacar mi reputación. Si a estas personas les queda algo de dignidad, al menos deberían tener la decencia de disculparse por el daño que han causado». Ángel María Villar también aguarda que alguien le pida perdón. «El Tribunal Supremo dio la razón a los que me mataron al suspenderme». Recuerda que a él se lo ‘cargó’ «el PP sin condena». A Rubiales el primer empujón se lo dio la FIFA. Así, en este sálvese quien pueda, los pronósticos sobre Louzán (del PP y del Madrid) no son esperanzadores. «Quiere recuperar la paz en la Federación, pero la duda sobre si ganará o no el recurso ya es la guerra. Sabe que van a ir a por él porque los políticos le han condenado». Y añade: «Aunque no le pase nada, el daño reputacional ya está hecho».
Reflexiones sobre la Justicia, ese «principio moral que lleva a determinar que todos deben vivir honestamente» (RAE). O «la Justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad», frase de Simón Bolívar, faro de Nicolás Maduro y sus secuaces, cuyo lema se pasan por el forro. Una más que aclara la realidad que nos conmueve: «El jurado está compuesto por doce personas elegidas para decidir quién tiene el mejor abogado» (Robert Frost). En este contexto, cabría incluir al juez. Conclusión temporal, sólo la justicia divina es el final… Aunque una pléyade de asesores y carísimos letrados la contradigan y los delincuentes terminen pagando, cuando lo hacen, por los descuidos más que por las fechorías.
Al Capone fue condenado a pasar 11 años entre rejas por evadir impuestos. El célebre gánster convirtió Chicago en la capital del crimen organizado, se le adjudicaron cerca de 200 asesinatos, ni siquiera pudieron probar que estuviera involucrado en «la matanza del Día de San Valentín» (14 de febrero de 1929) porque, según él, precisamente en esa fecha estaba en Miami. Controlaba burdeles y el tráfico de alcohol ilegal. Se creía invencible, tenía policías, jueces y senadores «apesebrados»… Un siglo después tampoco ha cambiado tanto el cuento, sobre todo en el fútbol: de Porta a Louzán, valgamelseñol‘. ¿Y los políticos? Con sus leyes se lo comen.
P. D.: Feliz Navidad, no obstante.