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Opinión

El espejismo del crecimiento económico: España crece por el gasto público

El triunfalismo de Sánchez no puede ocultar su alocada carrera de gasto basada en más impuestos y más deuda

El espejismo del crecimiento económico: España crece por el gasto público

Ilustración de Alejandra Svriz.

El presidente del Gobierno ha hecho balance de su gestión en este agotador 2024, agarrándose a los datos económicos, que según él, demuestran una mejora de la economía española categorizada en el crecimiento del PIB del 3,1%, aventurado por el Banco de España. La facilidad (acaso la disciplina) con la que algunos aceptan los eslóganes de la Moncloa sobre el curso de nuestra economía no se compadece con la realidad que se esconde tras esa cifra. 

La política económica incendiaria del ejecutivo es cierto que ha dado sus frutos, porque el gasto público ha sido la gasolina para ese flamante resultado. El Gobierno ha dispuesto que la economía crezca a expensas de los gastos que él patrocina. El problema es que para subvenir esos gastos ha tenido que recurrir a dos armas letales, el endeudamiento y las subidas de los impuestos. 

Respecto al endeudamiento ya hemos repetido en estas páginas que está disparado o es disparatado, como prefieran. Al concluir octubre (último dato disponible) la Administración Central ha incrementado su deuda en 12 meses en 65.780 millones de euros, una media de 5.481 millones al mes. Si nos atenemos a los diez primeros meses de este año, el incremento de la deuda atribuida al Gobierno ha sido de 62.362 millones de euros, una media mensual de 6.230 millones.

En cuanto a los impuestos, hay que señalar que el Gobierno ha recaudado un 7,9% más en los 11 primeros meses del año (8,3% en términos homogéneos). El filón recaudatorio lo ha encontrado tanto en las personas como en las empresas. Los ingresos por IRPF ha subido el 8,4% y la del Impuesto sobre Sociedades ha crecido el 9,5%. El IVA y los Impuestos Especiales, por su parte, han aumentado los ingresos el 6,6% y el 6,1%, respectivamente.

Con los ingentes recursos obtenidos por estos dos mecanismos, el Gobierno gasta como si no hubiera un mañana. En el tercer trimestre de este año, por ejemplo, el PIB creció el 0,8%, pero el gasto público creció el 2,23%.

El desajuste de las cuentas públicas que nos ha llevado al crecimiento del PIB tiene poco recorrido. Las incertidumbres son enormes en el orden económico, en el orden político, en los movimientos sociales, en los conflictos bélicos. Cualquier asunto, por ajeno que nos parezca, como la irresoluble crisis institucional de Francia, otro país endeudado hasta las cejas, puede ponernos en una tesitura dramática. El consejero áulico y expresidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero podría explicarle a Pedro Sánchez como esas debilidades estallan en cualquier momento y por cualquier razón.

El fogonazo del crecimiento del PIB no nos impide ver otras realidades contundentes que el señor Sánchez en su soliloquio de fin de año ha preferido obviar. Es problemática su situación parlamentaria, con socios veleidosos tanto en la derecha, con PNV y Junts, como en la izquierda, con ERC y Podemos. Todos son concienzudamente críticos, aunque fácilmente venales, cada uno por razones contrarias que se anulan unas a otras. Esta situación es determinante de la carencia de presupuestos generales del Estado para el año próximo, el mismo motivo en el que ha embarrancado Francia y ha provocado elecciones anticipadas en Alemania.

La ausencia de presupuestos genera una dinámica adversa en la actividad económica. Las expectativas de los inversores no se compadecen con la inestabilidad y el intervencionismo asfixiante que promueve el Gobierno; las crecientes exigencias a trabajadores y empresas en materia de cotizaciones que se han conocido ponen en causa, una vez más, las reformas del sistema de pensiones; la presión fiscal puede variar de aquí a que se presenten los Presupuestos, si es que finalmente se presentan y no solo por la presión de Sumar y de los grupos de izquierda, sino por la propia vocación de los socialistas.

Estas son solo algunas de las incertidumbres que Sánchez ha sido incapaz de disipar y que, nos tememos, que se van a perpetuar. El presidente del Gobierno cuenta con seguir endeudándose, con seguir gastando, con seguir subiendo los impuestos y con los fondos europeos para comprar voluntades y crear un clima adecuado a sus intenciones electorales. La cuestión es si el país se deja engañar por este espejismo

Si nos atenemos al primer partido de la oposición, el PP parece estar subyugado por los fuegos fatuos de Sánchez. En todo un año, apenas ha presentado una iniciativa de fuste para alentar a sus seguidores y a votantes desorientados. La bicefalia de facto Feijóo-Ayuso, tan bien aprovechada por Sánchez, verdaderamente distorsiona la propia capacidad de oposición. Si el programa y la actitud del PP consiste en esperar a que Sánchez se la pegue o sufra un tropiezo judicial, no debe olvidar que quien tiene dinero sin límite para comprar voluntades es el que tiene el BOE. O sea, Sánchez.

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