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Opinión

Gabriel Rufián, un madrileño y español algo desorientado

«Al presunto amante de una Cataluña independiente lo que le enamora es Madrid. Ciudad que acoge a todo el mundo y donde se encuentra más a gusto»

Gabriel Rufián, un madrileño y español algo desorientado

El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. | Europa Press

A un servidor no le importa reconocer que Gabriel Rufián le cae bastante bien. Esto no quiere decir que esté de acuerdo con lo que dice, es más, no suelo estarlo casi nunca, pero eso no es incompatible con que me haga cierta gracia el personaje. Hay algo en su forma de ser y en su sentido del humor con lo que conecto y creo saber lo que es. 

Gabriel Rufián comenzó su andadura política nacional de una manera demasiado artística. Primero le dio por la «performance». Un día llevó al Congreso una impresora «republicana», otro unas esposas para Rajoy. Lució también una camiseta de Rodrigo Rato en prisión. Una expresión simbólica de la política. Un servidor le agradece la originalidad de esos momentos, la búsqueda de algo distinto que nos despierte de unos políticos más insulsos que serios. No hacer espectáculos como Rufián no los hace mejores, sino más aburridos. Un servidor prefiere la opereta y el teatrillo al insulto indiscriminado de muchos otros de todos los partidos políticos. Más tarde dejó los objetos y los cambió por su florido verbo. Llamó a Aznar «Dios de la guerra». Pero sin duda mi favorita es «Adiós gánster, nos vemos en el infierno», frase que le lanzó a la cara a Daniel de Alfonso, ex director de la Oficina Antifraude de Cataluña. 

Y aquí viene lo que creo que hace que conecte con él en su comportamiento actual. Ha afinado sus formas, se ha vuelto más tranquilo, pero también más irónico. Supongo que es lo que tiene acomodarse. Dejar de ser el chaval revolucionario y convertirse en un señor «madrileñizado». A un servidor, Rufián no le engaña. Al presunto amante de una Cataluña independiente lo que le enamora es Madrid. Ciudad que acoge a todo el mundo y donde se encuentra más a gusto. Rufián va adaptando formas «capitalinas» al calor de sus calles y sus restaurantes. De tomarse unas raciones y unas cervecitas al sol de cualquier terraza en la plaza elegida de Madrid. Sentirse más seguro que cuando está Barcelona, y no porque le pueda robar una parte de la inmigración que acogen con gusto, que no conocen otra cosa que ejercer la delincuencia como forma de vida.

La intranquilidad se la proporcionan los autóctonos que le llaman «botifler» y otras cosas bastante peores. Por eso Rufián ha hecho de Madrid su segunda casa, por no decir la primera. Hay que recordar cuando dijo que estaría menos de dos años en la política nacional y que después se volvería a su tierra a plantar chirimoyas o a lo que fuera capaz de hacer bien. Si nos engañó no fue por los privilegios de ser diputado nacional, sino por ir a Madrid el mayor tiempo que pueda. Rufián ama a Madrid y yo creo que también a España Que eligiera ser del Español en la ciudad condal lo deja bastante claro. Él dice que es de este equipo porque es lo que le corresponde a una persona de izquierdas y de clase obrera. Elegir el equipo más humilde de la ciudad para intentar tapar otras incongruencias. 

Un servidor está convencido de que celebra los triunfos de la selección española de fútbol. Y aquí está la razón por la que escribo este artículo. En unas declaraciones de hace escasos días al diario Marca, Rufián dijo lo siguiente: «Sin catalanes y vascos, España igual no ganaba ni a Senegal». Pensó que era una genialidad, pero está claro que haber cerrado el Congreso hace casi dos semanas no le ha venido bien a su pensamiento. Nota demasiado distanciarse de Madrid. Es, por tanto, fácil replicarle y explicarle al caballero que sin el esfuerzo y el trabajo de los españoles del resto de regiones que no son la vasca y la catalana, no se le podría pagar el sueldo al amante de la oreja, las patatas bravas y los callos regada con una cerveza de grifo bien tirada, como en Madrid manda. Sin los impuestos pagados por los extremeños, aragoneses, andaluces, y canarios entre otros, el señor de la antes cosmopolita Cataluña, seguiría siendo un paleto, como piensan los nacionalistas catalanes de la gente de estas regiones, pero sin ir disfrazado de hombre de negocios que viene a la capital. No hay idea más «paleta» que el nacionalismo, por mucho que me lo quieran pintar con ella. 

Rufián nos habla de la suerte que tenemos en España porque Cataluña ceda algunos jugadores a la selección como algo de una aportación de peso en el PIB del Estado. Algo definitivo que incide en la riqueza del país. Pero señor Gabriel, lo que ayuda a un territorio a ser más próspero es no arruinarle con la una deuda inasumible que soporta España, y que a ustedes les condonan. Sus fiestas las van a seguir pagando el resto de españoles de manera casi eterna. Eso sí, los impuestos que tributo en mi región me los quedo y los gestiono yo. Y la riqueza que genera el resto de España que vaya en parte a pagar mi desastre de gestión. Entiendo que se ponga chulo(no puede evitar su madrileñismo) a la hora de decir lo que aporta Cataluña a España. Un Lamine Yamal, que como todos sabemos, es un catalán de cinco generaciones. O jugadores como Ferrán Torres o Casadó, jugadores buenos, pero para nada extraordinarios. Un servidor cree que la comparación entre quien aporta más al otro está más que clara. Cuando quiera, señor Rufián, le invito a un sitio que hay dentro de un mercado madrileño donde ponen la mejor tortilla de patata de Madrid. Ya verá como en esto si que estamos de acuerdo.  

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