Christian Gálvez, quemado en la hoguera anticatólica
«Hacer una defensa de los preceptos católicos justificaría que su expareja tuviera razón y el malo de la relación fuera él»
Les puedo prometer que no conozco a Christian Gálvez de nada, aunque ambos coincidamos en nuestro apellido. Ambos vivimos también en la Comunidad de Madrid y no le tenemos ningún miedo a esos radicales que no respetan las creencias de los demás. Un servidor solo entra a las iglesias por pura búsqueda de la belleza arquitectónica y estética, pero respeta mucho la fe católica, como no puede ser de otra manera. No reniego de estar bautizado, y de haber hecho la Primera Comunión, pues no es nada que haya hecho daño a mi esencia de ser humano. Lo que me hace mejor o peor persona son las decisiones y opiniones que tomo desde que he llegado a mi edad adulta. Y tengo claro que no respetar que alguien tenga unas creencias religiosas o una ideología distinta de la mía es lo contrario a ser buena persona. Se puede debatir, es más, se debe debatir las ideas con vehemencia, pero no buscando imponerlas o eliminar las de los otros. El objetivo debería ser convencerle por medio de los argumentos.
Mi tocayo de apellido ha sido noticia estos días por unas declaraciones que han levantado una polvareda tremenda en los delicados ojos de la turba perseguidora de los que defienden los valores cristianos. Gente que mezcla churras con merinas, y todos sabemos qué son ellos las ovejas del rebaño, y nombran a su exmujer, Almudena Cid, para ponerse del lado de esta y justificar el sufrimiento que dijo que sintió cuando rompieron la relación. Hacer una defensa de los preceptos católicos justificaría que su expareja tuviera razón y el malo de la relación fuera él. Claro que sí, tonticos, todo muy razonable y lógico.
Pero vayamos al turrón, y más en estas fechas. Christian Gálvez dio una entrevista hace un par de días a un periódico digital donde se han hecho virales frases como las siguientes: «Estoy de acuerdo con Ayuso: se quieren cargar la Navidad. Pero no lo van a conseguir porque es indestructible». Otra frase fue: «Gracias a mi pareja he perdido el miedo a decir que creo en Jesús como hijo de Dios: a veces como presentador te da pudor decir que eres creyente». También dijo: «Me despidieron de la tele por motivos políticos y me puse a trabajar en una juguetería: tuve una gran dosis de realidad». Una de las cosas que deja claras es el amor y la confianza que tiene en su pareja actual, Patricia Pardo, periodista que lleva algunos años trabajando en los distintos programas de las mañanas de Telecinco.
Pero si estas declaraciones han sido noticia, lo son por su parte religiosa. A esa parte más radical de la izquierda no les gusta que les digan las verdades del barquero, que hagan que se caigan al agua y se ahoguen en su intolerancia. Todo lo que suena a religión católica les molesta como si les dieran una patada en el estómago. Si viene de otro credo no tienen problema alguno, pero la fe en Cristo es una experiencia religiosa que no aguantan ni cantada por Enrique Iglesias. Por cierto, un pijo como ellos. Los pobrecillos no saben que hay una buena parte de votantes de izquierdas que son católicos, pero a los que no les importa denigrar cada vez que tienen oportunidad de hacerlo. El respeto es algo que no practican ni con los suyos. Pero eso es problema de ellos y de su falta de valores.
Mi tocayo de apellido no quiso «pasar palabra» y expuso su verdad. Ir de frente y decirle a la «laica inquisición» actual cuál es su sentimiento religioso y lo que piensa de los que no lo respetan. Un servidor cree que si nombró a Ayuso fue para hacer enrabietar más aún a esa horda enfurecida. Ahogarse en su propia bilis. Unas bocas que están igual de oscuras cuando se abren y cuando se cierran. No les gusta la libertad del prójimo. Ridiculizan y deshumanizan a todo el que no tiene sus mismos pensamientos. El odio gobierna y frustra sus vidas. Se ríen de los que creen en Dios por no tener una base científica, pero luego creen a pies juntillas todo lo que dicen Irene Montero, Yolanda Díaz o Pedro Sánchez. Si esto no es de iluminados, que baje Dios y lo vea.