The Objective
Hastío y estío

Arantxa Tirado, una tertuliana tan chavista como pija

«Sus formas impositivas e intolerantes hablan de que habría hecho muy buena pareja con Franco»

Arantxa Tirado, una tertuliana tan chavista como pija

Ilustración de Alejandra Svriz.

En España el patetismo se va imponiendo tanto en lo político como en lo social y lo mediático. Coja cualquiera de estas tres patas de manera individual, y puede que sea la responsable de que lo sean las otras dos. Vasos comunicantes, y por desgracia vacíos de contenido. Lo peor de cada sitio es escogido para ser premiado con ejercer una influencia malsana en un país como el nuestro, que poco necesita para sentirse aún más humillado. 

Pero siempre es posible ejercer el más difícil todavía. En España siempre hay sitio para un nuevo referente de este circo mediático, social y político en que nos hemos convertido. La afortunada esta vez es Arantxa Tirado. Ustedes puede que no la conozcan, pero no pasa nada porque así sea. Poco a poco la irán conociendo, y verán que sus virtudes escasean y se esconden muy bien. 

Arantxa Tirado es una politóloga y doctora en Relaciones Internacionales y Estudios Latinoamericanos. Esto lo dice su perfil de X. También que es una orgullosa hija de la clase obrera. Y yo que me alegro. No sé lo que pensará ella de una persona como yo, hijo de unos autónomos que se han dedicado toda la vida a la hostelería y que dieron trabajo a camareros y camareras, cocineros y cocineras, durante muchos años. Además de estar detrás de la barra o delante de los fogones, trabajando más horas que cualquiera de sus empleados. Seguramente para ella sean malignos empresarios, pero de las pijas no se puede esperar otra cosa. Me gustaría que la escucharan hablar y me dijeran si soy el único que la confunde con Chabeli Iglesias. Lo de los Estudios Latinoamericanos le ha servido para poco, porque sólo le gustan los gobiernos de Cuba y Venezuela. O la timaron o no se enteró de nada. 

Gracias a todos estos logros, Julia Otero ha contado con ella en sus últimos programas en la radio. Primero en las tardes de Onda Cero, y ahora en sus mañanas del fin de semana. La estrella mediática empezaba a fraguarse. Sus opiniones políticas destilaban siempre una bilis donde envenenarse no era una opción, sino la única. Respetar otras formas de ver la realidad no va con ella. Casi siempre impulsiva y altanera, aunque siempre se le rebatiera de manera tranquila, sosegada, y lo que es más importante, razonada. Es empezar a escucharla y ponerte nervioso, no por lo que dice, siempre insustancial, sino por el tono que se te clava en el cerebro como una taladradora.

Al acabar el programa de las tardes de Julia Otero, un servidor se olvidó de ella, como lo hace de una molestia innecesaria. Pero llegó la nueva temporada, y un fin de semana, a una hora tempranera, me volví a encontrar con ella. Estaba medio adormilado, como si la pesadilla hubiera llegado demasiado lejos. Pero no, abrí los ojos –y sobre todo los oídos– y allí estaba otra vez ella. Diciendo lo mismo y sin pasar vergüenza alguna. Si un servidor espera al fin de semana es para que este comience de manera tranquila y sosegada, sin el estrés del resto de la semana. Pero también es cierto que escucharla a ella ayuda a activarse y ponerse en guardia desde primera hora. Además, a partir de ese momento el día sólo puede ir a mejor. Quitarte lo malo cuanto antes siempre es lo más recomendable.

Pero lo malo siempre puede ir a peor. La estrella emergente todavía no brillaba en todo su esplendor. Le faltaba el paso definitivo. Y ocurrió. Llegó la televisión, siempre atenta al talento para hacerse con él. Poco antes de las fiestas navideñas puse la televisión y allí estaba ella. Se trataba del programa de las mañanas de Susanna Griso, y me la encontré como tertuliana. Pude por fin ponerle cara y me recordó a la de Ana Pardo de Vera, esa que es antirracista, pero que llama negro, fascista y lanza micrófonos al grito de «cógelo gorila». Debe haber un patrón a la hora de ejercer de mujer «pija-progre». Cara de mala leche y actitud de pertenecer a las élites o la jet set

Uno puede intentar entenderlo todo. Estamos en la sociedad del espectáculo como decía Guy Debord. Pero dar un espacio a alguien para que defienda la dictadura comunista de Maduro me parece un límite que no habría que sobrepasar. Una cosa es defender el comunismo, la socialdemocracia, el liberalismo o cualquier idea conservadora en una tertulia televisiva, pero si lleva delante la palabra «dictadura» todo lo que se diga después carece de sentido. Un hombre o una mujer como ella que niega tanto que las elecciones venezolanas fueron fraudulentas, como que en Venezuela haya una autocracia, no debería vanagloriarse de soltar soflamas que denigran la dignidad de un pueblo como el venezolano. Todas estas cosas se las dijo a Andrés Villavicencio, venezolano que las sufrió en su propia piel. Supongo que los ocho millones de venezolanos que han salido del país lo hicieron por turismo. Sus formas impositivas e intolerantes hablan de que habría hecho muy buena pareja con Franco, pero para su desgracia murió hace cincuenta años, como bien nos quieren recordar los suyos.  

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