La dura realidad de fracasAR
«Han sido las tardes, esas horas agónicas de siesta y tiempo perdido, las que han doblegado a la veterana comunicadora»

La veterana periodista y presentadora, Ana Rosa Quintana. | Ilustración de Alejandra Svriz
Ni el escándalo de la novela Sabor a hiel, escrita por un colaborador contratado para la ocasión, ni la polémica de las grabaciones del comisario Villarejo pudieron con Ana Rosa Quintana. Han sido las tardes, esas horas agónicas de siesta y tiempo perdido entre tareas de obligado cumplimiento, las que han doblegado a la veterana comunicadora y empresaria. La «reina de las mañanas» apostó por un reinado vespertino, pero los espectadores huyeron. Ha sido una fuga lenta pero constante, decidida, empeñada en negarse a hincarse de hinojos ante la nueva «dueña del cortijo» de Telecinco.
Lo curioso es que este final nos parecía evidente a muchos, lo cual confirma lo ciega que llegó a estar la cúpula de la cadena cuando tomó la decisión de cortar por lo sano con Sálvame, un espacio que se alejaba de los resultados de antaño, ciertamente agotado en algunos aspectos aunque capaz de reinventarse cada día, pero indiscutible líder de audiencia en su franja. Y no solo fue el cierre fulminante del neorreality presentado por Jorge Javier Vázquez, fueron principalmente las formas lo que añadió leña a un fuego que no gustó a los espectadores. Las maniobras de AR tras bambalinas para quedarse con el espacio, acaparando con su productora la parrilla de Tele 5, dieron como resultado un despido fulminante que publicó el diario El Mundo y que el equipo de La Fábrica de la Tele conoció en directo. Descubrir que te mandan al paro mientras estás haciendo el programa no es plato de buen gusto. Y el mal trago lo vivieron, y lo sufrieron, los seguidores del espacio porque la complicidad entre la audiencia de Sálvame y sus colaboradores fue siempre una de las bazas que explicaban su éxito: unos y otros conformaban una suerte de extraña familia que se había hecho mutua compañía durante 14 años.
En su etapa final, Jorge Javier y su equipo se las veían para no ser castigados por el nuevo libro de estilo o de buena conducta que limitaba, principalmente, la opinión política en un espacio de entretenimiento. Pero no seamos ingenuos, la política lo impregna todo. Bien lo sabía Ana Rosa, que al llegar a la tarde apuntaló su editorial, su personal columna de opinión, saltándose lo que a sus compañeros le había costado el puesto. Con una salvedad: su discurso era bienvenido por la cadena. Ahora, Tele 5 se despierta de la siesta descubriendo la dolorosa verdad: ese discurso no es el que quería su audiencia. Tampoco le interesaba esa burbuja elitista en forma de debate en la que famosos que no tienen ni idea de lo que pasa en la vida real comentan las cosas de la vida real. Las opiniones de Mario Vaquerizo, Cristina Tárrega o Manuel Díaz, El cordobés, parecían propias de extraterrestres que pisan el planeta por primera vez.
Hay mucho de karma en esta historia: AR, la autora de una novela que la editorial Planeta se vio obligada a retirar por plagio tras vender 100.000 ejemplares, pierde frente al programa presentado por la última ganadora del premio Planeta, Sonsoles Ónega. ¿No es acaso justicia poética?
Mediaset ha anunciado la reorganización de las mañanas, que no le iban mal, para dejar vendida la tarde. ¿Tiene lógica? No, lo normal sería haber presentado la alternativa a la oferta actual, que no llega a los dos dígitos desde el pasado 17 de diciembre, pero eso habría dejado tocada la imagen de su presentadora estrella y, además, suponía reconocer la verdad: su incursión vespertina ha fracasado. La decisión pasa por salvar la cara de Ana Rosa Quintana, devolverla al lugar que nunca debió abandonar, celebrar su 20ª temporada con alborozo y, dentro de unas semanas, cuando TardeAR ya se haya convertido definitivamente en AgonizAR, anunciar el final de una etapa echando a los lobos a Frank Blanco y Verónica Dulanto, que pasarán a la pequeña historia de la infamia televisiva como culpables del fiasco.
Pero, ojo, que ya sabemos lo que la sabiduría popular dice a propósito de irse y perder la silla: la vuelta de Ana Rosa se producirá en febrero, encontrándose enfrente a la nueva «reina de la mañana», Silvia Intxaurrondo, que lidera su franja con La hora de La 1. Por mucho que le hayan puesto paños calientes, AR llega escocida. Queda comprobar si no está ya quemada.