Elon Musk no es un nazi
Las interpretaciones y acusaciones por parte de la progresía global son un reflejo de una malintencionada falsación

El magnate tecnológico Elon Musk haciendo un polémico gesto durante su discurso en la toma de posesión de Trump. | RRSS
El torpe saludo de Elon Musk durante la celebración de la toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, el pasado 20 de enero, recorrió el mundo y desató una ola de reacciones indignaditas por parte de la progresía global. El hombre más rico del planeta, borracho de felicidad ante un estadio repleto de enfervorecidos trumpistas, agradeció al público haciendo un gestito que, según muchos, recordaba un saludo nazi. Musk se llevó la mano al corazón y luego la extendió rápidamente con la palma abierta hacia el público, una acción que fue interesadamente interpretada por algunos como la prueba definitiva de que el multimillonario magnate es un criptofascista que ya no se esconde.
Los vídeos que se han viralizado con el gestito aparentemente nazi o fascista están convenientemente mutilados, pues resulta que luego Elon Musk vuelve a hacer otro gestito igual, dándose la vuelta donde dice claramente: «My heart goes out to you». El caso es que la progresía mundial no ha desaprovechado la ocasión para desacreditar a Musk, especialmente en Alemania, en plena campaña electoral. El reconocido periódico alemán Die Zeit, de línea liberal, tendiendo a progre, una de las publicaciones más respetadas de Europa por su cobertura política y cultural, no dudó en poner a Musk en portada con el titular: «Un saludo hitleriano es un saludo hitleriano. Este es un saludo hitleriano».
Yolanda Díaz, vicepresidenta del gobierno de España, ella sí, reconocida comunista, también se sumó a la narrativa —siempre tan a favor de lo bueno y en contra de lo malo— afirmando que «todo el planeta» (y supongo que parte de la galaxia) pudo ver cómo Musk emuló el saludo nazi y calificó la horrible imagen como «muy dura», lo que la ha llevado a reconsiderar su relación con Twitter (X). La reacción de nuestra Yoli refleja la hiperventilación progre en estado puro, donde cualquier acción de Musk o de cualquiera perteneciente a la fachosfera es interpretada como el fin del mundo. Lo que queda claro es que la izquierda sabe moverse y montar buenas campañas apretando fuerte los puñitos. Universidades públicas, medios de comunicación, organizaciones políticas y sindicales han abandonado la antigua Twitter en los últimos meses, exacerbando la censura de voces disidentes y promoviendo una agenda identitaria que busca controlar la libertad de expresión, cuando no amordazarla.
¿Pero por qué Elon Musk no es un nazi? Primero, porque él mismo lo ha negado categóricamente. Musk describió los ataques como una jugarreta malintencionada y expresó su cansancio ante tanto insulto y tanta tergiversación: «Francamente, necesitan mejores trucos sucios. El ataque de ‘todo el mundo es Hitler’ es taaan cansino…». Además, en su cuenta de X, añadió riendo: «Aparentemente, soy un sionista y un nazi» y «Los izquierdistas radicales están realmente molestos porque han tenido que sacar tiempo de su ajetreado día alabando a Hamás para llamarme nazi».
Estas declaraciones bastarían para demostrar su rechazo a tales etiquetas. Pero más allá de sus palabras, las acciones de Musk están a la vista de cualquiera que quiera ver. El magnate sudafricano visitó Auschwitz hace exactamente un año junto a Ben Shapiro y posteriormente viajó a Israel para profundizar en la historia del Holocausto y la cultura judía. Estas experiencias le permitieron conocer de primera mano los horrores del nazismo, lo que hace impensable que alguien con tal conocimiento pueda alinearse con ideologías totalitarias. Musk se ha reunido con familias de rehenes de Hamás, llevó una placa de identificación con el mensaje «Bring them home» y recientemente eliminó la verificación de cuentas antisemitas en X, acciones, todas ellas, que reflejan un compromiso firme con los mayores damnificados del nazismo: los judíos.
El historiador Aaron Astor ha defendido a Musk, afirmando: «He criticado muchas veces a Elon Musk por dejar que los neonazis contaminen esta plataforma. Pero este gesto no es un saludo nazi. Es el saludo de un autista socialmente torpe a la multitud en el que dice: ‘Mi corazón está con vosotros’».
Algunos políticos han defendido a Musk. Javier Milei, presidente de la República Argentina, sin pelos en la lengua, publicó en X: «Nazi, las pelotas. Elon Musk debe ser uno de los hombres más importantes de la Historia, que está empujando el progreso humano a ritmos vertiginosos, y siempre ha defendido la libertad en su forma más pura, para todos. Compró X en un acto que fue considerado una locura desde el punto de vista empresarial, pero que sin dudas será considerado uno de sus grandes aportes a la humanidad, tomando control de una plataforma que se suponía era un foro de debate público, pero resulta que estaba programada para cancelar cualquier discurso que no fuera el discurso woke hegemónico. Por eso hoy toda la progresía internacional se monta sobre el inocente gesto de Elon Musk para tildarlo de nazi. Porque su lucha por la libertad atenta contra el control hegemónico del wokismo internacional. Pero el mundo cambió. Elon no está solo. Los que luchamos por la libertad ya no estamos solos. Somos millones. Y ahora también recuperamos la «tierra de la libertad» que estaba en sus manos, gracias a nuestro querido Donald Trump. No sólo no les tenemos miedo. Sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad».
Incluso figuras poco sospechosas de tener simpatías nazis como el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu han respaldado a Musk, afirmando: «Elon Musk está siendo falsamente difamado. Elon es un gran amigo de Israel. Visitó Israel después de la masacre del 7 de octubre, en la que los terroristas de Hamás cometieron la peor atrocidad contra el pueblo judío desde el Holocausto. Desde entonces ha apoyado en repetidas ocasiones y con firmeza el derecho de Israel a defenderse de los terroristas y regímenes genocidas que buscan aniquilar al único Estado judío. Le agradezco por esto».
Es importante también aclarar malentendidos sobre otros actores políticos. Musk, cercano al presidente Donald Trump, también ha intensificado su apoyo en las últimas semanas a la formación de extrema derecha alemana AfD (Alternativa para Alemania), organizando incluso un debate en directo con su copresidenta Alice Weidel en la plataforma X. Weidel, expresó que su partido es lo contrario al nazismo y a Hitler (a quien considera socialista). La líder de AfD, además, es lesbiana y tiene una pareja de Sri Lanka tirando a morenita con la que comparte dos niños adoptados. Mucho no debe creer en la raza aria con una pareja así. Weidel cree que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos. Es miembro de la Fundación Friedrich von Hayek y ha mostrado devoción por Margaret Thatcher, lo que demuestra una orientación hacia el liberalismo económico y la libertad individual, más que hacia cualquier ideología totalitaria. Eso sí, Alice Weidel, que no es la más radical de su partido, ha respaldado la idea de la expulsión masiva de personas de origen extranjero. Pero de ahí al nazismo hay un trecho.
El partido AfD, aunque de extrema derecha y contrario a la ideología woke (dicen que en retroceso) no está próximo al nazismo; por mucho que pueda contar con algunos militantes admiradores del Tercer Reich, al igual que en Vox, también militan admiradores de Franco sin que esto convierta todas sus políticas en franquistas. Las etiquetas simplistas y cargadas de ideología no definen la complejidad de las posturas políticas actuales y solo sirven para polarizar aún más el debate público.
El propio comportamiento y las decisiones de Musk son pruebas más que suficientes de su carácter y valores. Su pelea personal porque exista libertad de expresión, su lucha contra la censura y su apoyo a plataformas abiertas para el debate público contrastan marcadamente con las características de un régimen nazi, que se basó en el control absoluto por parte del Estado de las opiniones y de todos los aspectos de la vida.
En conclusión, Elon Musk no es un nazi. Las interpretaciones erróneas y las acusaciones infundadas por parte de la progresía global son un reflejo de una malintencionada falsación, puramente ideológica, que busca demonizar a una figura poderosa que ha osado desafiar el status quo. Meras pataletas de la progresfera global que, además, no soporta como día a día se le ponen «notas de la comunidad» en X a periodistas y medios de izquierdas que mienten sin ningún rubor, sobre todo, en España, donde algunos mariachis mediáticos han perdido todo atisbo de dignidad defendiendo al corrupto gobierno sanchista. No hace falta ser fan de Elon Musk para reconocer la verdad: Musk no es más que un hombre imperfecto con síndrome de Asperger, de movimientos torpones y espasmódicos, cuyo gran pecado fue realizar un gestito extraño en un momento de emoción genuina. Cualquiera con un mínimo de honradez intelectual reconoce que son los hechos, y no los gestos de euforia, los que hablan por sí mismos.