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OPINIÓN

Calleja en el espacio y Mazón en ningún sitio

«Mazón sigue sin encontrarse y sin saber dónde estaba exactamente y a qué hora el día de la terrorífica Dana»

Calleja en el espacio y Mazón en ningún sitio

El presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón. | Rober Solsona (Europa Press)

Al rubio de Calleja se le antojó ir al espacio de la misma manera que a Mazón comer con una rubia. A ambos el capricho les ha salido por un ojo de la cara. En la vida todo tiene un coste, y más aún los placeres innecesarios. A Calleja ese ojo perdido o ganado, según se mire, le ha servido para viajar al espacio exterior y huir durante unos minutos de este mundo cada vez más apocalíptico. Jugar a ser David Bowie y cantar su Space Oddity mientras flotaba dentro de una nave hecha de sus sueños. Pero para rareza espacial la de Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana. Eligió un restaurante llamado El Ventorro para que todo el que estuviera allí viera como comía con una rubia de nombre Maribel Vilaplana, y de oficio periodista en la televisión valenciana. Y es que el ojo de la cara que Mazón pensaba que iba a perder iba destinado a pagar la cuenta de esa comida. Lo que no sabía es que ese acto era el más barato que iba a llevar a cabo ese día, y el resto de ellos.

Calleja cumpliendo sueños y Mazón enumerando pesadillas. El primero llevaba tiempo diciendo públicamente dónde iba a estar el martes pasado y que ese momento se iba a televisar. El segundo, el día de la fatal dana en la Comunidad Valenciana, al principio no quiso ni decir con quién había comido en ese restaurante. Según la periodista en La Vanguardia, fue ella quien le pidió que mantuviera su anonimato. Él, como buen caballero, exacerbó su galantería y priorizó lo que esta mujer le rogó. Exactamente igual que el día de los fatales acontecimientos. Hay compañías que no se pueden quedar en papel mojado, por mucho que llueva en el exterior. Que los ventanales goteantes de ese restaurante no empañasen ese «almuerzo desnudo» imposible de describir por Burroughs, uno de los autores más destacados de la generación beat. Si traducen el significado de esa palabra verán que puede hacerse como «latido», «golpeo» o más musicalmente, «ritmo». Y es que los latidos de los comensales golpeaban con tal fuerza que marcaban el ritmo de una sobremesa que prometía emociones fuertes. Y las cumplió, vaya sí lo hizo. 

Calleja tenía un sueño, como Luther King. Verlo todo negro es lo que le hizo saber que lo cumplió. Para Mazón fue salir de ese restaurante, y que en el principio de esa tarde se hiciera de noche. Seguramente pensó que los digestivos no le habían sentado bien. Que no era día para mojar el gaznate con algo que no fuera agua, porque de esta iba a haber de sobra. No era tarde para pacharanes y licores de hierbas. Todavía no había llegado su momento de moción de censura a lo Rajoy, para tomarse con tanta tranquilidad y deleite la sobremesa plácida que otorga dejar de tener obligaciones relacionadas con la gestión pública. Ocho horas estuvo el expresidente del Gobierno en ese restaurante. Cuando salió se había quitado un peso de encima, aunque se había dado un buen homenaje culinario. Según fuentes periodísticas hubo, entre otros manjares, jamón ibérico, salmorejo cremoso, anchoas de Santoña y un solomillo de vaca gallega. También tuvieron tiempo tanto él como sus acompañantes de vaciar dos botellas de uno de los mejores whiskys. Rajoy hizo una buena digestión de aquel día, y a Mazón todavía se le revuelven las tripas tras la suya.  

El antojo de Calleja cuesta 500.000 dólares. Al cambio medio millón de euros aproximadamente. Un viaje de apenas 11 minutos, tiempo en el que como mucho a Mazón y a la periodista les hubiera dado para degustar los entrantes, donde volar hacia lo desconocido sin necesidad de sobremesas estimulantes. El viaje de Calleja al espacio fue posible gracias al acuerdo entre la compañía Mediaset y Amazon Prime Video, esta última empresa de Jeff Bezos, que también es propietario de Blue Origin, que es quien organiza el viaje y es dueña de la nave New Shepard, que es donde se lleva a cabo. Una experiencia que le llevó sobre la línea de Karman, a 100 kilómetros de la superficie terrestre, y marca la frontera de nuestro planeta con el espacio exterior.

Mazón sigue sin encontrarse y sin saber dónde estaba exactamente y a qué hora el día de la terrorífica Dana. Una pérdida de la consciencia del yo. Una desaparición metafísica de la existencia. Una experiencia extracorporal donde sus fantasmas vagaban torpemente por su cabeza. Y es que hay quien quiere volar muy alto y lo consigue, y quien quería irse a su casa a echarse una siesta tras un banquete feliz, y el bucle de su realidad le otorga un lugar donde estar en caída libre hasta hacer del subsuelo su único cielo posible.      

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