Los ratones trans de Trump y la cobra de María del Monte
«Si María del Monte fuera heterosexual no habría polémica alguna, nadie cuestionaría su derecho a ser menos efusiva»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Hoy la cosa va de mezclar churras con merinas. No me pregunten las razones, no creo que las haya, tal vez se deba a una casualidad, el caso es que han sacudido el avispero y tenemos revoloteando en el panorama de la actualidad una serie de noticias que me han llamado la atención por distintas razones. Curiosamente, los animalitos parecen ser los protagonistas. Pero no, no lo son. Solo copan los titulares, pero ya conocen el clásico del periodismo: «No dejes que la verdad estropee un buen titular». Sea como fuere, el colectivo LGTBQ+ es la diana de estos aguijones.
El primero lo protagoniza el flamante y cada día más anaranjado presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que no tuvo reparos en subirse al estrado frente al Senado y el Congreso para soltar una de las mayores barrabarasadas que le hemos podido escuchar en los últimos años, y eso que tiene una buena colección. Iba relatando los recortes que Elon Musk estaba metiendo en la Administración, supuestamente asociados a derroches cuando no a corruptelas, cuando presumió de haber eliminado subvenciones por valor de ocho millones de dólares a unas investigaciones para ratones transexuales. Todos estallaron en risas: «Es verdad», sentenció con una de esas muecas suyas tan características. Pues no. No es verdad. O es un analfabeto funcional que no sabe leer los documentos oficiales o es un tendencioso que manipula la realidad para tomarnos el pelo. En ambos casos, no es un buen ejemplo para tratarse de todo un presidente y, por lo tanto, el hombre con la mayor responsabilidad política del país. Porque no estamos hablando de ratones transexuales sino de ratones transgénicos. Estos ejemplares, empleados por la Universidad de Cincinnati, son genéticamente transformados para el estudio de enfermedades como el cáncer, la diabetes o el alzhéimer. Son un método revolucionario para probar tratamientos en animales antes que en seres humanos. Esta ayuda iba, en concreto, a un experimento sobre la interacción entre los genes y el entorno. Vamos, que la cosa no iba sobre el género, ni los pronombres, ni pollas en vinagre: hay que ser muy ignorante o muy miserable para suspender una prueba científica, inventándose un chiste transfóbico de ese calibre.
Chico, para ratón trans el que llevas en la cabeza.
En cuanto a la cobra, la vimos en directo en Canal Sur en la alfombra roja del Día de Andalucía. Embargada por la emoción, Inmaculada Casal quiso besar a su esposa, María del Monte, a la que premiaban con la Medalla de Andalucía, y que huyó espantada ante lo que se tomó como una emboscada: «¡Niña! ¿Se te ha ido la cabeza?». Ante esa reacción, la periodista no perdió la sonrisa. Al contrario, estalló en una carcajada. Sin embargo, a la cantante le llovieron las críticas: básicamente, la acusaron de homófoba por no atreverse a hacer en público una muestra de amor a su pareja.
Hemos de recordar que María del Monte salió del armario, fue pregonera del Orgullo y se casó con su compañera tras 23 años de relación. Pero se ve que no es bastante. Por lo visto tiene que estar mostrando al mundo y demostrando que es lesbiana 24/7, no vaya a ser que alguien se despiste un momento. La propia cantante, que colabora en el programa de Sonsoles Ónega, se ha explicado: «No estoy metida en ningún armario. Tengo el derecho y la libertad de darle un beso públicamente a mi mujer, o no. No hay más. La bandera la voy a seguir llevando a gala. Y como dice aquel, ‘el alma que puede hablar con los ojos también puede besar con la mirada’. Es que ni con mis amigos, no lo hago nunca».
Si María del Monte fuera heterosexual no habría polémica alguna, nadie cuestionaría su derecho a ser menos efusiva y cariñosa en público. «Inmaculada sabe cómo soy y lo entiende», explica la cantante. Y es verdad que la risa de la periodista al ver la reacción de su esposa lo dice todo: sabe que su intento (fallido) de besarla es una provocación, sabe la cobra es lo esperado, no le da ninguna importancia a su reacción y sigue riendo porque no es ninguna sorpresa para ella, conoce muy bien a su mujer. Mejor que quienes andan buscando homofobia por los rincones.