THE OBJECTIVE
Montanoscopia

El pétreo franquismo sociológico

La idea de falta de legitimidad del otro estalló cuando Zapatero hizo todo lo contrario de emprender una legislatura que uniera al país tras el traume de 2004

El pétreo franquismo sociológico

Luisgé Martín, autor del polémico libro 'El odio'. | EP

1. Escribió Arias Maldonado un importante artículo en THE OBJECTIVE en que se pregunta sobre el inicio del deterioro de la política española desde la Transición, que ha culminado en nuestra penosa actualidad. Su respuesta es original: fue la mayoría absoluta del PP de Aznar en el 2000, que no pudo ni quiso digerir el PSOE. Estoy de acuerdo en parte, aunque al final aparece una clave más profunda: «Cultura política es destino». Al cabo, a España le falta cultura democrática. Antes también la derecha había acosado a González. Siempre sobrevuela, a derecha y a izquierda, la idea de la falta de legitimidad del otro. Esto hacia el exterior de los partidos. Y hacia el interior: la obediencia ciega, cerril. Obviamente, con Aznar se extremó esta tendencia. Pero cuando estalló, literalmente, fue con el 11-M. En concreto (y esta sería mi respuesta a la pregunta de Arias), cuando Zapatero, en lugar de emprender en 2004 una legislatura cauterizadora de las heridas, que uniera al país tras al trauma, hizo todo lo contrario. Y de fondo, ya digo, hasta las heces del hoy sanchista, el pétreo franquismo sociológico.

2. El domingo pasado hice la bromita de que Luisgé Martín había compaginado su trabajo en Moncloa con el «meterse en la piel» del parricida Bretón para su libro El odio. La madre de los niños asesinados ha dicho que el escritor «ha sido la pluma del diablo». Mentalmente, he extremado la bromita: sí, pero eso fue cuando le escribía los discursos a Sánchez. En realidad, es un asunto insoportable. Sin duda de ahí las bromitas. Soy partidario de que no se prohíba el libro, que será sobre esa insoportabilidad: la del mal, la del caso. Pero ahora solo pienso en el sufrimiento de la madre. Daniel Arjona ha leído el libro y ha escrito un artículo extraordinario en El Mundo. El final es devastador: «¿Cómo es posible que Luisgé Martín, cuando al principio de El odio analiza cuatro causas posibles que expliquen por qué a Bretón ‘le entusiasma colaborar con él’, omita la más evidente? Cita el deseo de confesión, la pura vanidad, la justificación de sus actos y, por último, la soledad. Pero no se ocupa, o no quiere ocuparse, porque quizás entonces no podría dar rienda suelta a su fascinación, de lo que la madre no ha dudado en observar: el deseo de continuar causándole con la publicación de estas 177 páginas todo el dolor posible».

3. Por otro lado, puede que Luisgé Martín haya querido exponerse, en sentido taurino. Es decir: asumir un riesgo. Solo he leído un libro suyo, El amor del revés, sobre su vivencia de la homosexualidad, que es valiente. Su mayor mérito literario es la recuperación de la obrita que mencioné el otro día, La literatura considerada como una tauromaquia, de Michel Leiris. En él escribía este autor: «lo que sucede en el terreno de la escritura, ¿no carece de valor si queda ‘estético’, anodino, desprovisto de sanción, si no hay nada, en el hecho de escribir una obra, equivalente […] a lo que para el torero es el cuerno acerado del toro […]?». Lo que pasa es que esta vez, como hemos visto, la cornada ha sido también (o ante todo) para otra persona.

4. Se ha producido una carambola maravillosa. Quedé con el arquitecto Juan Antonio Espinosa, cuya tesis doctoral, publicada por la Universidad de Sevilla, es Arquitectura y enfermedad en la obra de Thomas Bernhard. Me estuvo hablando de sus andanzas por Austria, en que visitó las casas de Bernhard y habló, entre otros, con su hermanastro y albacea Peter Fabjan. En el Instituto Cervantes de Viena consiguió el vídeo de unas jornadas celebradas allí a finales de 2005 sobre las relaciones entre Bernhard y España. Me pasó una copia, que vi la otra noche. Uno de los participantes es el traductor Miguel Sáenz, quien hacia el final de su intervención dice con orgullo que entre los comentarios del blog de Arcadi Espada se encontró con uno que decía que él «hace que los libros de Bernhard sean obras maestras de la literatura en español». Le pedí que buscara la frase a Verónica Puertollano, que conserva los archivos, y como sospechaba la había escrito yo.

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