Ayuso tiene la culpa de todo
«Ella es la responsable de la muerte de Manolete, del cine de Almodóvar, del hambre, de la obesidad en EEUU»

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.q | EP
Les recomiendo que escuchen el último programa de Las noches de Ortega en la Cadena Ser. Está dedicado a Isabel Díaz Ayuso, y en él, uno de nuestros mejores comunicadores, como es Juan Carlos Ortega, da voz a varias personas que culpan a la presidenta de la Comunidad de Madrid de diferentes males que han sufrido en sus vidas. Habrá quien diga que es un programa de humor, que el presentador y director del programa está haciendo una crítica de manera irónica a quien culpa de todo lo malo que nos pasa a la señora Ayuso, pero tanto Ortega en su programa, como yo en este artículo, nos tomamos muy en serio lo que decimos.
Uno no puede creer que gente tan inteligente como se presupone que debe haber en el Gobierno de España, con el presidente a la cabeza, se inventen que Ayuso es la verdadera culpable de todos los problemas que existen, ya no solo en España, sino que como termina el programa de Ortega, es la culpable de todos los males de este mundo. Un hombre tan ponderado y justo como Óscar López, es el nuevo héroe que ha aceptado medirse a semejante ser sin escrúpulos. Un valiente que se ha puesto en primera línea de batalla y que nunca se lo agradeceremos lo bastante. Que ha puesto su cuerpo y su intelecto al servicio de todos nosotros para ejercer no solo como escudo físico, sino moral. De las cosas como se deben hacer, de la bondad en su grado sumo.
Tenemos que dar las gracias a Televisión Española con Silvia Intxaurrondo a la cabeza, a la Cadena Ser con ese Bob Pop maravilloso, que dijo aprovecharse sexualmente de hombres que iban drogados a la sauna gay que frecuentaba, a medios como Público o eldiario.es, por avisarnos constantemente de esa terrible «lideresa» que sufrimos los madrileños, los españoles, pero también el resto de habitantes del planeta. Esa labor periodística no está pagada, pues no puede ponerse en duda ni su equidistancia ni su independencia a la hora de informar. Nunca ven al diablo en su casa, no hay maldad en los partidos políticos de su cuerda. No se da la delincuencia. La corrupción es solo un cuento chino de los que sí le gustan al amado líder. Sánchez utiliza su mirada más rasgada. Achinar los ojos para empequeñecer más aún a nuestro país a ojos del gigante asiático. Elegir el ogro por el que ser devorados.
Y es que las personas que llamaron al programa de Juan Carlos Ortega culpando a Ayuso de sus tragedias personales se quedaron cortas. Ella es la responsable de esas y de muchas más. Fue la culpable de la muerte de Manolete. Del cine de Almodóvar. Del hambre en el tercer mundo. De la obesidad en Estados Unidos. De la amnistía a Puigdemont. De que la feria de ARCO no se la lleven a Barcelona. De que la gente no lea. De que la gente crea lo que lee. De que la gente lea y no entienda nada de lo leído. De que estos tres tipos de personas sean los que tienen más claro a quienes van a votar. De que la gente prefiera comerse una hamburguesa pisada por un zapato sucio a un pincho de tortilla de patata. De que el demoniaco sushi haya sustituido al sagrado jamón ibérico. De que vean series lamentables en Netflix o cualquier otra plataforma, y no tengan tiempo para mirar a los ojos a su madre, a su abuela o a su pareja. De que exista la gala de los Goya. De que sigan dando el premio Planeta. De que los telediarios nos desinformen como sus dioses mandan. De que la belleza solo sea superficial. De que todo el amor se resuma en un nombre: Lucía. De que no deje de llover nunca. De que nuestras casas estén llenas de goteras. De mojarnos por dentro. De estar secos por fuera. De llevar la superficialidad a gala. De que Feijóo no sepa hacer oposición. Del desgobierno de nuestras vidas. Del autoritarismo con el que nos tratamos a nosotros mismos. De que sepamos que nuestros sueños se harán realidad para constatar su inutilidad. De que lo primero que se pierde es la esperanza. De que los perros no se caguen sobre sus dueños y sí en nuestras aceras. De que la libertad nunca sea completa. De que la vida no se sepa de qué va. Y sobre todo, y lo más grave, de que un servidor haya escrito este artículo.