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OPINIÓN

Dos octogenarios a garrotazos

«El emérito estaría practicando un aviso a navegantes con los que sigan difamándole»

Dos octogenarios a garrotazos

El expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla junto al Rey Emérito Juan Carlos I en un acto celebrado en 2009 en Santander. | José Ramón (Europa Press)

Nuestros mayores se merecen descansar tras una vida llena de esfuerzos donde nadie les ha regalado nada. Disfrutar de sus jubilaciones y dedicar su tiempo a la vida contemplativa, a mirar por la ventana como los pájaros se posan sobre las barandillas de los balcones ajenos, a leer libros de García Márquez o Vargas Llosa, a quedarse dormidos después de comer con el sonido de fondo de la televisión donde ponen un documental de fauna variada presentado por un hombre con gafas oscuras, en definitiva, a perder o ganar el tiempo de la manera como estimen oportuna.

Lo que no merecen es meterse en guerras. Ellos que ya han batallado bastante en esta vida y luchado en todos los frentes que se les abrían en sus vidas personales y laborales. Que han tenido que adaptarse a los distintos momentos sociopolíticos. Algunos eran sólo unos niños en esa guerra fratricida a la que algunos se empeñan en no poner fin. Todos nuestros derechos actuales se deben a esa generación de canosos elegantes porteadores de bastones utilizados para señalarnos el camino correcto. 

Nuestros mayores «Premium», los que tienen más de ochenta años, saben cosas que son difíciles de explicar, que deben ser vividas para ser entendidas, pero como el pasado nunca vuelve, y las generaciones jóvenes están ocupadas en cómo salir adelante, toda esa valiosa información se queda en un limbo que nos lleva hacia un infernal futuro. Pero ese es un problema nuestro, y nuestros mayores ya no pueden hacer más, así que lo que tienen que hacer es disfrutar de la vida sin mirar atrás, y sólo preocuparse por su presente y por su futuro. Los que venimos por detrás somos los que tenemos que arrear y luchar por lo nuestro. 

Un octogenario debe preocuparse de las pequeñas y grandes cosas de la vida que suelen coincidir con la llegada de los nietos. Volver a la inocencia interrumpida por la llegada de la vida adulta y todas sus oscuridades. Olvidar la maldad asociada a ese espacio de vida que va desde la mayoría de edad hasta el día de la merecida jubilación. Convencer a esos niños de que nunca llegarán a convertirse en adultos, que vivirán en una infancia eterna y juguetona mientras dependa de ellos. Y que si al final no consiguen retrasar lo inevitable, cuando estos llegan a la edad adulta haberles enseñado lo que tienen que hacer para no fracasar como sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y así hasta el origen de nuestra especie. 

Por eso uno no entiende que dos octogenarios se hayan convertido en noticia por enfrentarse entre ellos. Dos octogenarios que han gozado y gozan de una buena vida, con sus luces y sombras, con sus méritos y sus errores. Me extraña que en estos momentos de sus vidas hayan buscado el ruido y no el ansiado silencio. La virulencia del ataque del señor cántabro con bigote a alguien del que decía que era su amigo, acusándole de actos corruptos que no han sido juzgados. Utilizar todos los medios de comunicación a su alcance, ya sea en la Sexta, con Susanna Griso o delante de unas hormigas de trapo, para hacer acusaciones muy graves de manera humillante o buscando ridiculizarle. Hacer leña del árbol caído de un Rey sin trono. Jugar a esconderle la corona y decirle que esta se encuentra en Abu Dhabi. Un Rey que acepta ese destierro donde cavar sus presuntas deshonras. Y es que un servidor no sabe si el emérito ha cometido o no esas irregularidades que se le achacan, y, por tanto, no sabe si es culpable o inocente. 

Dicho esto, tampoco se saben las verdaderas razones por las que ha elegido al expresidente de Cantabria como primera persona a la que denunciar por mancillar su honor. Durante estos años han sido muchos los que se han manifestado de maneras muy parecidas al mayor defensor de las anchoas del Cantábrico que ha habido y que habrá. El emérito sabe que comparte la condición de octogenario con el que más ha salido en las televisiones nacionales en lo que llevamos de siglo. Denunciándole a él y no a una persona que está en edad laboral y que ejerce su oficio, se garantiza no molestar a alguien que necesita ese tiempo para hacer dinero para poder vivir. Alguien que además tendría muchas posibilidades de no poder hacer frente a la cantidad económica que pide por daños y perjuicios, 50.000 euros. Alguien que podría tener hijos dependientes de esta persona. El emérito ha querido enfrentarse a alguien de parecidas condiciones, con la vida solucionada y con todo el tiempo por delante para hacer lo que quiera, incluido meterse en un pleito con un monarca. Pedirle una cantidad que podría estar al alcance de una persona que ha vendido muchos más libros que los ganadores del Premio Planeta de los últimos años. Él mismo declaró al Diario Montañés que entre 2013 y 2017 ganó 526.000 euros con sus libros publicados y que después de pagar a Hacienda se quedó en unos 300.000 euros. Desde ese momento, sus libros se han ido vendiendo aún más. Así que ustedes pueden hacer unas cuentas aproximadas donde es fácil presagiar unas ganancias millonarias en euros. 

El emérito estaría practicando un aviso a navegantes con los que sigan difamándole según su criterio, y utilizaría como ejemplo a alguien con repercusión mediática y posibilidades económicas. Hacer un traje a medida con el daño sufrido. Querer castigar a quien puede pagarlo. Un enemigo que ve a su altura, por su edad y por su relevancia pública. Dos octogenarios a garrotazos para explicar España. Qué cuadro, y no tenemos a Goya para pintarlo.

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