The Objective
Hastío y estío

'Adolescencia', la sociedad es la culpable

“Hacernos creer que un chaval de trece años puede querer vengarse así del rechazo de las chicas es poco creíble”

‘Adolescencia’, la sociedad es la culpable

Fotograma de 'Adolescencia'. | Netflix

Llevaba unas cuantas semanas pensando si ver o no una serie de la que estaba hablando todo el personal. Dejarme arrastrar por esa maravillosa excusa que es la presión social para hacer lo que todo el mundo. Ser uno más en la esclavitud del ocio. Pasar el sábado en el centro comercial y comprar la chaqueta y las zapatillas que lleva uno de cada tres homínidos. Si entendemos que un centro comercial es un mundo en sí mismo. Uno hecho a nuestra tarjeta de crédito y semejanza. Celebrar de manera triunfal esa compra tomando en uno de sus establecimientos alimenticios una smash burger, que no es otra cosa que una hamburguesa aplastada por un autobús de alto tonelaje hasta dejarla en su mínima expresión. El máximo es a lo que llega su precio en comparación con la calidad del producto. 

Decidí empezar la primavera gastando siete euros en la plataforma que tiene los derechos de la serie Adolescencia. Era su opción más barata y me obligaba a ver anuncios cada veinte o treinta minutos. La siguiente posibilidad doblaba el precio y quitaba esos odiosos espacios comerciales. Pero por ese dinero me puedo comer una hamburguesa de las que he escrito anteriormente, eso sí, de las malas. El rojo corporativo de dicha plataforma me hizo creer que estaba en la página web del partido socialista. Había tanta propaganda woke como morralla. Me mareaba ante tantas opciones vacías de contenido, pero atractivas para mi yo más banal. Se perdía más tiempo intentando encontrar algo que mereciera la pena, que viendo la opción elegida. Menos mal que un servidor iba a tiro hecho, y no tuve que disparar a nadie para que pagara mi frustración ante ese momento. 

Adolescencia es una serie británica de la que estaba hablando hasta quien no la ha visto. Un servidor era un ejemplo de ello, y era más feliz que ahora que mis ojos la tienen en su memoria. Hay que reconocerles a los británicos la extraordinaria factura de sus producciones audiovisuales. Casi siempre sobrias y efectivas. La cámara siempre está donde debe y los planos se salen de la cámara hasta confundirlos con la vida, siempre más gris y nítida.  

Adolescencia comienza con la entrada violenta de la policía en la casa de una familia, donde acusan al hijo varón de trece años de cometer el asesinato de una compañera del colegio. La serie es corta y eso siempre se agradece en estos tiempos donde lo perdemos de manera estúpida. Cuatro capítulos que constan de un primero cuando el chaval llega a la comisaría. En el segundo la pareja de policías, formadas como no, por un policía negro y una mujer, que van al colegio del presunto asesino para buscar alguna pista y hablar con compañeros de este por si supieran algo sobre el caso. En el tercero, del que todo el mundo hablar por realizarse en un plano secuencia, la psicóloga que se le asigna al adolescente trata de llegar a la verdad de lo sucedido en un duelo interpretativo asfixiante y que es sin duda lo mejor de la serie. Y en el cuarto y último, se centra en la visión del resto de la familia sobre lo sucedido, con un padre cuyo actor que lo interpreta, Stephen Graham, está sublime. No les quiero destripar nada de lo que ocurre en cada uno de ellos, por si igualmente quieren perder el tiempo y deciden verla. 

Lo único que les quiero desvelar es que no les va a sorprender el enfoque. Es una serie de la plataforma “roja” con su reconocida ideología woke. Plantea el machismo de la sociedad como una de las posibles razones de ese asesinato. Parece querer culpar a la proliferación de “influencers incel“, es decir, hombres que no han tenido relaciones sexuales con mujeres porque estas los rechazan, y que empiezan a tratar al sexo femenino como su enemigo y el causante de todos sus males. Hacernos creer que un chaval de trece años por ver unos vídeos en su ordenador puede sentirse frustrado sexualmente a esa edad ante el rechazo de las chicas y querer vengarse de manera mortal es tan poco creíble como extrapolable a la vida real. Tapar un problema de conjunto culpando a un nicho como es el de los creadores de contenido de una determinada temática más o menos acertada, pero que está en la libertad de cada uno consumir o no ese contenido. Esto me recuerda a cuando en mi generación hubo el debate sobre si los videojuegos alentaban a la violencia de los adolescentes por su alto contenido en esta materia. Todos hemos jugado a estos videojuegos y la inmensa minoría es la que ha querido llevarlos a su vida real. Las cosas importantes o graves nunca pasan por algo concreto, sino por un cúmulo de varias. Lo mismo pasa con la pornografía, que me parece algo muy poco interesante a partir de la segunda película vista. Algo repetitivo y funcional, una cadena de montaje, pero que no es culpable de las agresiones sexuales como algunas feministas quieren hacernos creer. Ojalá fuera algo tan sencillo de solucionar. 

Lo cómodo como animales que vivimos en comunidad es echarle la culpa a algo concreto, con lo que nos lavemos las manos de toda responsabilidad. Pero no deberíamos engañarnos a nosotros mismos. Y es que ya lo dijeron los visionarios Siniestro Total, grupo vigués que hacía punk, La sociedad es la culpable

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