Pilar Alegría o el arte de victimizarse
«Agustina de Aragón se avergonzaría de ella y la zarandearía hasta hacerla diferenciar lo importante de lo insustancial»

La ministra de Educación, Pilar Alegría. | Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)
Sólo puede herirte quien te duele que lo haga. El amor y el dolor suelen ir unidos, o ser la consecuencia del otro. Sólo se ama lo que te dolería perder. Y sólo duele la pérdida del amor. El amor y el dolor sólo te lo pueden provocar las mismas personas, y las demás son sólo parte de un paisaje de vegetación variable. Es a esta masa deforme, a veces desértica, y otras, pasto abundante para las vacas, a la que no hay que hacerle ningún caso cuando pretende criticar algún acto o comportamiento nuestro.
Victimizarse es dar valor al que odia o pretende hacer daño. Demostrar una fragilidad que puede hacerte dudar de tal manera que creas que puede tener razón quien ha perpetrado el ataque. Dar gasolina al pirómano. Que lo que ha dicho es verdad y no una supina estupidez. Un problema que no puede serlo, porque las personas que no te interesan no existen. Lo que pasa en internet en general, y en las redes sociales en particular, se queda en estos lugares inmateriales, de la misma manera que lo que se dice en un vestuario de un equipo de fútbol no sale de esas cuatro paredes. Fuera, la realidad limpia y ordena lo que verdaderamente es importante, y hace que desaparezca ese contenido oscuro escondido entre los cables más pelados de la conexión a la red.
Mi paisana Pilar Alegría ha sido víctima de esos ataques. Agustina de Aragón se avergonzaría de ella y la cogería de la pechera y la zarandearía hasta hacerla diferenciar lo importante de lo insustancial. Unos ataques machistas que seguro que llevaba recibiendo desde hace tiempo, pero que curiosamente estos últimos sí que le han molestado como para tener que quejarse públicamente. Nada justifica esos ataques, como es lógico, pero no deja de sorprender que unos personajes públicos como son los políticos, y en este caso las políticas, hartas de recibir ese tipo de comentarios indecentes, de repente, una de ellas haga una actuación propia de un Goya o un Oscar por sentirse gravemente herida en su dignidad.
Un servidor evidentemente no se cree ese paripé. Mujeres como Pilar Alegría, por desgracia, están muy acostumbradas a esos comentarios y están endurecidas ante ellos y ante cualquier otro, como todos los políticos, sean estos hombres o mujeres. A que se les tache de incompetentes, corruptos y otros piropos muy parecidos. Cosas que les entran por un oído y les sale por el otro. Igual pasa con los comentarios machistas, pero con el feminismo recalcitrante de ahora se puede seguir ejerciendo el victimismo y haciendo electoralismo. Mi paisana ha hecho uso de una maniobra de despiste o distracción que sólo le ha salido bien con los suyos. Un truco malo de una maga aún peor. Un plan de distracción para dejar de mirar al centro del tema y dejarnos embaucar por unos laterales que ni suben ni bajan sus bandas.
Que te pregunten qué hacías en plena pandemia en el Parador de Teruel el mismo día que Ábalos destrozaba una de sus habitaciones acompañado de unas pilinguis que resultaron ser especialmente salvajes, y que ella conteste que en las redes sociales estos días le han dicho cosas muy feas y obscenas. Preguntarle cómo se llama y que conteste ‘manzanas traigo‘. Seguir manipulándonos, como hace siempre, pero esta vez de una manera especialmente patética. Contestar poniendo la vagina por delante de la razón. Utilizar el machismo como justificación para todo. Algo, por cierto, muy habitual en este Gobierno. Que prefiere inventarse ruidos como respuesta, que callar y, por tanto, otorgar que hay algo oscuro que no quieren que sepamos. Victimizarse falsamente antes que dar la cara como hacen las mujeres que sí se respetan a sí mismas.
No sé cuando sabremos la verdad de lo que pasó aquel día en Teruel, la ciudad de los amantes. El amor estaba claro que se respiraba en el aire de esa bella ciudad, donde el frío también nace por generación espontánea. Aquella jornada todos sus ojos se quedaron congelados mirando a su Parador. El calor de esas habitaciones derretía esa obra arquitectónica que escondía bajo su sobria y bella fachada un coloso en llamas en su interior. En otra habitación, Pilar seguramente hacía menos ostensible su «alegría». Y es que siendo ella también aragonesa, y en particular de Zaragoza, sabe aquello de que más vale «maña» que fuerza. La primera es la que ha querido utilizar nuestra Pilar para intentar salir indemne de sus andanzas ese día. Y de fuerza no creo que haga falta repetir que Ábalos fue sobrado ese día.