Los gastos en defensa no son una meta, están para quedarse
«El total de gastos en ‘Seguridad y Defensa’ alcanza los 33.123 millones requeridos para llegar al 2 por ciento»

Mark Rutte, secretario general de la OTAN. | Marek Antoni Iwanczuk (Europa Press)
Por si no tuviéramos suficientes testimonios de la debilidad intrínseca de este Gobierno, el episodio de la rectificación en el contrato de suministro de municiones con Israel pone de manifiesto con claridad meridiana hasta qué punto el señor Sánchez es rehén de la ultraizquierda que le acompaña en el Consejo de Ministros, a pesar de que la fuerza real de estos grupos es menguante y fraccionaria. El llamado Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa, es la clamorosa expresión de esta subordinación.
Hay que decir en primer lugar que el citado plan adolece de un defecto que le inhabilita como tal. Lo que la lógica, la OTAN y la Unión Europea nos exige no es un papel en el que se consignen los nuevos empleos del dinero entresacado de unos presupuestos de los cuales ya no podemos tener conocimiento porque la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 2023 ha sufrido tantas modificaciones desde su primer año de vigencia que hoy resulta irreconocible.
O sea, las partidas aludidas en el Plan son un acto de fe. El sarcasmo empleado por el Gobierno llega a su máximo desprecio por los ciudadanos, cuando hace referencia a «los ahorros generados por el buen desempeño de la economía española, que en 2024 superó las previsiones del Gobierno…». El mismo día que el Ejecutivo afirmaba esto, el Banco de España publicaba la deuda del Estado que en febrero de este año totalizaba el récord de un billón y medio de euros, el 91 por ciento de la deuda total de las Administraciones Públicas y con un incremento sobre febrero de 2024 de 54.387 millones de euros. Estas cifras suponen un aumento de 4.532 millones de euros cada mes, y una media de 151 millones diarios.
Si añadimos a ese endeudamiento los ingresos tributarios recaudados de los ciudadanos y las empresas en 2024, que alcanzaron 294.734 millones, el 8,4 por ciento más que el año anterior, no me negarán que «el buen desempeño de la economía española» suena casi como un insulto a la inteligencia.
El Plan en sí mismo tiene unos enunciados que a lo único que responden es a dar satisfacción a los socios ultramontanos del Gobierno, ya veremos en cómo lo redefinen los receptores del mismo, la OTAN y la Unión Europea. Con los 10.471 millones hallados en las cajas de unos y otros ministerios, el total de gastos en «Seguridad y Defensa» alcanza los 33.123 millones requeridos para llegar al 2 por ciento exigido por nuestros socios. Pero todo esto se refiere solo al presente ejercicio de 2025.
El Gobierno no menciona siquiera que este gasto tiene que ser continuado. No se queda en este año, sino que adquiere carácter estructural y permanente y, por lo tanto, el Gobierno, no ha hecho más que un ejercicio de ganar tiempo y templar gaitas, para superar la repugnancia de algunos de sus socios respecto de los gastos militares. Pero dentro de cinco meses, tendrá que presentar un proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2026 en el que se recoja una partida aún mayor si efectivamente, la economía crece lo que asegura el Gobierno que va a crecer. Eso, contando, que es mucho contar, con que piense en hacer unos Presupuestos Generales del Estado para el año que viene, cuando este año ni siquiera se ha molestado en hacerlo, porque considera que es «una pérdida de tiempo».
La laboriosa normalización de España en el mundo occidental al que con todo derecho pertenece, tiene exigencias a las que debe de hacer frente. Racanear los esfuerzos, confundir a propios y extraños no nos lleva a ninguna parte. Todo se sabe.