El PSOE logra escapar de la riada mientras el PP retrocede ante Vox en las encuestas
Lo que ha brotado entre marzo y abril es que el PP no avanza en el centro y retrocede en su derecha

Gráfico electoral. | Alejandra Svriz
Superficialmente, en la carrera de caballos entre partidos apenas hay variaciones. En el fondo las hay. El gráfico recoge nuestras estimaciones de voto sobre la base de los trabajos de campo del CIS-TRAGSATEC en su barómetro de abril (trabajo de campo entre el 1 y el 9 de abril, 4.009 entrevistas, sus estimaciones no son consideradas).
Es claro lo que está sucediendo:
- El PSOE está escapando del destrozo que provocó la riada en su intención de voto. Tan positivamente valora su “gestión de la comunicación” de esta crisis que ha designado candidata a la alcaldía de Valencia al ariete contra Mazón, la delegada del Gobierno. Señal de que piensa seguir con el tema, golpear en el punto débil del PP hasta el límite. La decisión indica también la fusión del PSOE con el Gobierno, una especie de híbrido, un modelo de partido para una generación de dirigentes subordinada a Sánchez.
- El PP, al contrario, sigue sumido en el bajón que se produjo en su intención de voto tras la riada.
- Vox crece, obviamente, estos dos últimos puntos están entrelazados.
- La extrema izquierda sigue desmembrándose, Sumar y Podemos alcanzan un equilibrio de “destrucción mutua asegurada”, transfiriendo al PSOE un 12,3% de los votos de Sumar en 2023 (350.000), algo fundamental para sostener al PSOE y que se acerque al PP. Empieza a operar un voto útil de izquierda entre los votantes de extrema izquierda. Lo lógico es que se incremente con el paso de los meses -si no hay episodios que alteren la lógica- en detrimento de Sumar, sobre todo.
Traduciendo lo anterior a escaños habría una holgada mayoría PP (±140 escaños) más Vox (±44 escaños), con el PSOE recogiendo siete escaños (hasta ±128) de la debacle de la extrema izquierda (entre Sumar y Podemos sumarían ±9 escaños, perdiendo ±22). Esta aproximación a escaños tiene un valor muy relativo a dos años de las elecciones, pero implica que con este panorama Sánchez no va a convocar elecciones, y sus socios de investidura no van a provocar su caída, por mucho kabuki que hagan Junts y Podemos. De todos modos, Sánchez ya ha preparado al PSOE para seguir en la secretaría general tras las generales en 2027, previendo que un gobierno PP+Vox sería inviable.

Tras esta evolución hay una estrategia que funciona y otras no. La agresiva política de Trump ha arrojado lo global a los escenarios nacionales. El PSOE se ha adaptado con agilidad, esquemáticamente: presenta a Sánchez como paladín de la oposición global a Trump, se envuelve en una campaña publicitaria con mensaje nacional “Esto es España, un gran país. … Nuestros valores no están en venta. Nuestros productos, sí“; hace equilibrios entre las demandas de los países europeos (gasto en defensa) y las manías de sus socios, capitaliza un clima económico apacible y responde con dureza a los ataques del PP. Además, tiene a Mazón como muñeco vudú. Tiene que soportar a Junts y a Puigdemont, pero solo harán ruido, no pueden romper. Podemos, lo mismo. El resultado es que ha detenido el desgaste que acumulaba y empieza a operar un voto útil de izquierda.
El tema central ahora es, qué pasa con el centro derecha.
La tabla de transferencias de voto entre las generales de julio de 2023 y la intención de voto más simpatía en abril de 2025 da claves alrededor del PP:
- Su lealtad de voto ha caído desde el 79,9% en febrero al 73,5% en abril.
- Pierde el 8,4% de sus votantes en dirección a Vox, esto es, 650.000 votos. A cambio, recoge el 13,5% de los votos de Vox en 2023, pero son sólo 400.000. Un saldo negativo de 250.000. Es decir, más de un millón de votantes de centro derecha se mueve entre PP y Vox.
- El 12,3% de sus votantes declara intenciones de voto que revelan indecisión o tentaciones abstencionistas. No es una broma, son un millón.
- Los votos que recoge de otras fuentes (nuevos votantes, abstencionistas, etc.) apenas compensan. Es decisivo que apenas atrae votantes el PSOE en 2023 (3,2%), lo que quiere decir que no logra avanzar en “terreno adversario”, no consigue romper “el muro” izquierda-derecha.
- El saldo es negativo, el PP está por debajo de sus resultados en 2023.
- Vox recoge el 36,2% de los votos de jóvenes entre 18 y 20 años, nuevos votantes, es el partido más votado en esta generación. El PP apenas incide entre ellos.
¿Qué sucede? Primero, descartemos una especie que corre sin base real: el voto de extrema derecha no se resiente por la irrupción de Trump, en ningún país de Europa. En este momento el voto antisistema es la extrema derecha, y Trump es el perfecto antisistema: un tipo que pertenece y conoce el sistema y quiere alterarlo (o inconscientemente desbaratarlo), tal vez lo acabe averiando. En las sociedades europeas hay un gran poso de descontento que desea acabar con el sistema (ese conglomerado en el que se mezclan confusamente instituciones, poderes ocultos y burocracias: el ellos, que está debajo de los “Expedientes X” y de las “conspiraciones”). Esto está, ahora, más allá de la racionalidad.
Segundo, está cristalizando una decepción con el liderazgo de Feijóo. Entre sus votantes en julio de 2023 el 54,9% le tenía en abril de 2025 mucha o bastante confianza, pero el 44,8% le tenía poca o ninguna. Sería inconsciente por parte del PP desdeñar estos datos por proceder del CIS, reflejan la realidad sin maquillar. Las muestras del CIS están desequilibradas globalmente -es un problema técnico en el que ahora no cabe entrar-, pero segmento a segmento sus muestras son consistentes, sobre todo cuando se refieren a colectivos homogéneos, y los electorados lo son en sus actitudes políticas.
Su liderazgo en el centro derecha se ha deteriorado en semanas. La clave es que ha pasado de ser preferido como posible presidente del Gobierno por la cuarta parte de quienes se sitúan en la extrema derecha en marzo (puntos 8, 9 y 10 de la escala izquierda derecha) a apenas el 15% en abril. En cambio, Abascal ha pasado del 25% al 30% entre estos votantes y Ayuso del 12% al 14% (redondeando, se trata de transmitir la idea no de la precisión del dato). Otra vez, conviene no desdeñar el mensaje por el mensajero (el CIS). Entre los votantes más de derecha la imagen de Feijóo se ha debilitado y entre los de centro derecha no es muy sólida. Basta comparar las líneas continuas Feijóo de este gráfico con el que publicamos en marzo: Feijóo cae en los espacios 8, 9 y 10.

La realidad imita a la ficción. El mes pasado se podía asemejar a Feijóo con el oficial Drogo de Buzzati, consumiéndose en su fortaleza, ahora se nos aparece el escribiente Bartleby de Melville. Curioso, el autor pasó en dos años de escribir Moby Dick, una aventura comparable a la Odisea, en realidad el primer documental, como dijera Vargas Llosa al referirse a los capítulos sobre la vida en los buques balleneros; a describir la rutina de Bartleby entre las cuatro paredes de una oficina “oficinesca”. Lo extraño es cómo su jefe y los demás oficinistas aceptaban su pasividad y su recurrente “preferiría no hacerlo”. A estas alturas, Feijóo parece dominado por esta máxima: preferiría no convocar un congreso para renovar ideas y personas, preferiría reducir la oferta del PP a cambiar a Sánchez y bajar impuestos, preferiría no deshacerse de Mazón… Es conocido que la inercia, la tendencia de los cuerpos a permanecer en reposo, es la más fuerte de las leyes de la física, en el comportamiento humano su equivalente es la pereza. Y su partido se lo admite, lo que es aún más admirable.
El PP machaca a la opinión pública con ideas trilladas (corrupción y sus inefables personajes, Sánchez culpable de todo) y va al choque con ellas, aunque cambie el mundo bajo sus pies. En la guerra y en la política, la aproximación frontal e insistente a un objetivo físico o mental compacta la resistencia del adversario y agota las fuerzas propias. Es lo que muestra la opinión pública a comienzos de abril, el cansancio de la parte más impaciente de los votantes del PP y la compactación del voto del PSOE, al que acuden a socorrer desde la extrema izquierda.
Lo que ha brotado entre marzo y abril es que el PP necesita una estrategia para crecer por sus dos lados, el centro y la derecha. Lo que ocurre es que no avanza en el centro y retrocede en su derecha. La actitud “preferiría no hacerlo” conduce a este resultado.
La dislocación del adversario se consigue por un enfoque indirecto y sorpresivo, que lo pille descolocado y sin preparación. El PP parece carecer de imaginación. En la oposición el discurso lo es todo. Es el tiempo en el que los votantes se hacen idea de lo que pueden esperar de un dirigente y un partido si accediera al gobierno. Es una suma de actitudes e ideas proyectadas al futuro. Sólo criticar al gobierno es estéril, a los dirigentes de un partido en la oposición se les exige algo más que discursos previsibles. Tienen que elegir un ángulo que desequilibre al Gobierno y muestre una perspectiva para el futuro: definir objetivos. Responder a la pregunta: ¿qué vas a hacer por mí? Echar a Sánchez y bajar los impuestos es demasiado poco. Es demostrar que no se quiere o no se sabe cambiar nada o crear algo nuevo. El PP y Feijóo transmiten ideas fijas y postergación de las decisiones que se deben tomar, mensajes para mantener a sus votantes más leales e indolentes.
Con independencia de lo que uno pueda desear o temer en las próximas elecciones, lo que está haciendo el PP en estos meses tras la riada es un sufrimiento para cualquier observador interesado en la política, y a parte de sus votantes se les agota la paciencia.